No es necesario planear un viaje a la sabana para darnos cuenta de que los animales se comunican entre sí permanentemente. Solo basta con prestar atención a los comportamientos de los amigos peludos que duermen con nosotros o a los pies de nuestra cama; a las aves que se posan sobre los cables un poco más allá del balcón: ronroneos, ladridos, canturreos vívidos a tempranas horas de la mañana, todo para comunicarse.
Sin embargo, quizás podría suceder que, al estar tan habituados a una realidad tajada por el lenguaje verbal, se nos escapen pequeños detalles acerca de la comunicación de la que se valen muchas especies del reino animal. Cuando el gato azota al aire con su cola después de que estemos encima de él o cuando el perro orina en cada árbol del barrio cuando lo sacamos a pasear, están comunicándose sin la necesidad de emitir sonidos. Por si es necesario aclararlo, nosotros también nos comunicamos de este modo cuando alzamos los hombros para expresar un “no sé” o cuando arrugamos la nariz porque una comida nos resulta aversiva, pero hay un cosmos de comunicación más allá de los gestos y miradas —como las pigmentaciones, las señales táctiles, feromonas— en las que otras especies son expertas y de las que podemos aprender muchas cosas para incorporar en nuestro mundo de significados. En este artículo, desarrollaremos qué podemos aprender de los animales sobre comunicación no verbal.
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La comunicación entre animales
La disciplina que se encarga de estudiar la comunicación entre las especies animales no-humanas es la zoosemiótica. La misma se basa en la premisa básica de que todos los animales necesitan comunicarse mediante señales ya que todos son de naturaleza social. Algunas de ellas son acústicas o auditivas, pero también pueden conseguirlo sin involucrar la emisión de un sonido, como es el caso de la comunicación mediante la segregación de sustancias químicas o de forma visual a través de la gestualización o de conductas específicas.
Se trata de algo complejísimo además de muy interesante. Las hormigas, por ejemplo, se comunican mediante la liberación de feromonas. De acuerdo a la cantidad de estas sustancias químicas que se segregue, el tipo de mensaje que una hormiga intenta transmitir varía. Gracias a las feromonas, las hormigas son capaces de transmitir un amplio abanico de señales, desde avisar a las demás la posibilidad de ser atacadas hasta dejar un rastro en el camino para señalizar dónde se encuentra el alimento. Por fortuna para nuestros congéneres humanos, no podemos acusar a los hermanos Grimm de plagiar a las hormigas por el ingenioso método de Hansel y Gretel para marcar el camino de regreso a casa —los avances en la zoosemiótica acontecieron después—; pero sí podemos tomar prestadas algunas ideas de la comunicación no verbal en las hormigas para reflexionar sobre el tipo de vínculos que establecemos los seres humanos.
Si bien algunos científicos parecieron haber descubierto algo así como una “feromona humana”, la realidad es que esta idea no cuenta con el sustento suficiente a día de hoy. Sin embargo, a pesar de que nuestra biología (aparentemente) no nos haya dado la mano derecha en esto, nuestro virtuosismo con la lengua hablada nos brinda la posibilidad de aprender algo de las especies que se comunican a partir de la segregación de sustancias químicas, ¿pero cómo? Para avanzar en este asunto, permitámonos imaginar y preguntarnos lo siguiente: si fuera posible comunicarnos mediante la liberación de sustancias químicas, ¿haría eso nuestras vidas más fáciles?
¿Comunicación verbal o no verbal?
Es verdad que emanar una sustancia para llamar a nuestros hijos a comer sin perder nuestra voz en el camino sería un auténtico espectáculo, pero pensémoslo seriamente: ¿existe algún motivo por el cual un humano del siglo XXI querría comunicarse de tal forma, sabiendo que cuenta con semejante ventaja filogenética como es un lenguaje que permite elaborar conceptos abstractos, establecer relaciones bidireccionales o realizar inferencias acerca de la realidad?
La primera respuesta que podríamos dar sería un no, ya que nuestro lenguaje posibilita grados de abstracción y especificidad digno de la envidia de cualquier insecto, pez, reptil o can. Gracias al lenguaje verbal humano podemos saber con una mera advertencia que no debemos acercarnos a un cerco porque podría darnos electricidad. En cambio, otras especies necesitarían primero tocar el cerco y experimentar el dolor para después aprender que esa estrategia no es conveniente. El lenguaje humano parece ser un comodín superior a cualquier otra forma de comunicación, ¿pero es esto siempre así?
Lo que sucede muchas veces es que, a pesar de contar con tal habilidad, comunicarnos con otras personas puede ser difícil. Tenemos la capacidad de expresar con claridad lo que sentimos y qué necesitamos del otro, pero no siempre le sacamos el máximo partido. En tanto el contenido de nuestros pensamientos y la concatenación de ellos se vale del lenguaje, las personas podemos caer en la trampa de dar por sentado que el otro comprendió lo que quisimos decir, que fuimos claros y precisos o que actuará de la forma en la que consideramos que debe hacerlo. Debido a que la comunicación verbal humana abre un sinfín de posibilidades interpretativas, las personas podemos ser muy poco asertivas; sólo basta con revisar nuestras historias personales para darnos cuenta de cuántos malentendidos se pueden generar a causa de ello.
¿Qué podemos aprender de la comunicación no verbal si observamos a los animales?
Por su parte, como mencionábamos anteriormente, los seres humanos también nos comunicamos mediante movimientos, gestos y posturas. El cuerpo habla por nosotros. La comunicación no verbal puede tener esa ventaja: puede expresar lo que en palabras no fuimos capaces de atrapar. Sin embargo, la paradoja humana es que ni siquiera somos libres del lenguaje verbal cuando nos comunicamos de manera no verbal. La interpretación de la comunicación no verbal, a fin de cuentas, solemos hacerla a raíz de palabras.
Aquí es donde las especies animales que no han desarrollado un lenguaje con tales características pueden enseñarnos algo sumamente valioso para nuestras vidas. En el caso de las hormigas que expusimos, la comunicación por vía química no deja cabos sueltos al mensaje que se intenta transmitir: “la comida está allí, vamos a buscarla”. La comunicación no sonora del resto de animales, a pesar de ser muchísimo más limitada que el lenguaje que hemos desarrollado los humanos, es sumamente directa, explícita, hay poco lugar a la confusión. En cambio, de un mensaje no verbal nosotros podemos llevar a cabo una infinidad de interpretaciones muchas veces perjudiciales y, peor aún, asumir los significados que elaboramos como verdades absolutas.
En definitiva, la enseñanza que viene a dejarnos la comunicación no verbal de otras especies es que debemos aprender a ser claros con lo que pretendemos de los demás, expresar con claridad cómo consideramos que repercuten las acciones del otro en nosotros mismos. También podemos aprender la importancia de limitar nuestra tendencia a elaborar lecturas apresuradas de la realidad, de la gestualidad de los demás o de sus palabras. Para establecer vínculos más fuertes, necesitamos ser específicos a la hora de comunicarnos para poder alcanzar metas y objetivos conjuntos. Y es que, con tan solo observar cómo cooperan de las hormiguitas de nuestro jardín para cargar esas hojas que las cuadriplican en tamaño, podremos notar qué bien nos vendría a los humanos aprender un poco de ellas.
La importancia de la comunicación en la psicología
La comunicación es una herramienta fundamental para el trabajo de los psicólogos. Por un lado, los psicólogos deben ser capaces de expresarse correctamente para que sus pacientes los entiendan. Esto implica utilizar un lenguaje claro y sencillo, adaptado al nivel de comprensión del paciente. Además, los psicólogos deben ser capaces de escuchar activamente a sus pacientes, para comprender sus necesidades y preocupaciones.
Por otro lado, los psicólogos deben aprender sobre comunicación no verbal para entender al 100% a sus pacientes. La comunicación no verbal es una parte importante de la comunicación humana, y puede utilizarse para transmitir una gran cantidad de información. Por ejemplo, los psicólogos pueden utilizar la comunicación no verbal para evaluar el estado emocional de sus pacientes, o para detectar señales de engaño.
En conclusión, desde Escuela Mediterránea de Psicología apoyamos la afirmación que respalda que la capacidad de comunicarse de forma eficaz es esencial para los psicólogos. Los psicólogos que saben expresarse correctamente y que aprenden sobre comunicación no verbal están en una mejor posición para ayudar a sus pacientes. La comunicación no verbal es una herramienta poderosa que puede utilizarse para mejorar la relación terapéutica entre el psicólogo y el paciente. Los psicólogos que aprenden a interpretar la comunicación no verbal de sus pacientes pueden comprender mejor sus pensamientos, sentimientos y experiencias. Esto puede ayudar a los psicólogos a establecer una relación de confianza con sus pacientes, y a proporcionar una atención más eficaz.