Puedes encontrarlos bajo diversas denominaciones: chatbots of the dead (robots de los muertos), griefbots (robots del dolor), deathbots (robots de la muerte) o, incluso, bajo el llamativo nombre de generative ghosts (fantasmas generadores). Todas son maneras de nombrar a la novedosa IA que recrea el carácter y la manera de hablar de un ser querido fallecido, con el que puedes, de esta forma, volver a interactuar.
El nombre que ha ido ganando terreno es el de thanabots (del griego thanatos, "muerte", y bot, "robot"). Se trata de una inquietante moda que parece estar en auge y que convierte lo que antaño era un adiós definitivo en una continuación falsificada de la vida. Todo ello ha lanzado varias preguntas: ¿son éticos los thanabots? ¿Pueden reemplazar realmente a la persona fallecida? ¿Son realmente recomendables para pasar el duelo tras la muerte?
En el artículo de hoy, hablamos de los thanabots o la IA que se usa actualmente para “hablar” con los muertos.
¿Qué son los thanabots?
Antes de abordar los temas éticos, filosóficos y psicológicos que plantea la situación, debemos acotar a qué nos referimos exactamente cuando hablamos de thanabots o "robots de la muerte".
Se trata de recreaciones, a través de Inteligencia Artificial (IA), de la personalidad y la manera de expresarse de una persona difunta. Estos robots se nutren de mensajes de texto, posts y demás publicaciones e interacciones de los usuarios fallecidos para dar forma a su "creación".
Aunque parezca mentira, en algunas partes del mundo esta idea ya está comercializada. Muchas empresas prometen a sus clientes que, con sus servicios, no tendrán que despedirse nunca de la persona muerta, porque, en realidad, estará siempre con ellos. Y no en un sentido espiritual, sino que podrán interactuar con el ser querido normalmente, como hacían antes del óbito.
Por el momento, la mayoría de estos thanabots ofrecen solo la posibilidad de "chatear" con el fallecido. Es decir, se trata de una comunicación por texto, en el que el robot se expresa tal y como lo haría la persona en cuestión. Sin embargo, están apareciendo alternativas con imagen, que facilitan la comunicación con avatares exactos del difunto y recreaciones de su voz.
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Eliminar la muerte
Michael Jung, director financiero de DeepBrain AI, una de las empresas dedicadas a "resucitar a los muertos", declaró a la BBC que están consiguiendo un parecido de un 96,5% entre los avatares y las personas fallecidas. Según la compañía, todo este proceso puede ayudar a implementar la cultura del "morir bien", un novedoso concepto que implica preparar nuestra partida con (mucha) antelación.
De hecho, James Vlahos, residente en California, EUA, confeccionó meticulosamente el material de audio y de video que iba a utilizar tras la muerte de su padre, diagnosticado en 2016 de un cáncer terminal. Lo que primero se había concebido como un legado de vida para visionar y escuchar tras la muerte, acabó convirtiéndose en un chatbot especializado en hablar y comportarse como el padre de James, que finalmente falleció en 2017. Este chatbot podía hablar con la voz de John, el padre, así como mostrar una imagen parecida a la de él y expresarse como solía hacerlo.
Se trata, como podemos ver, de una "eliminación" de la muerte, de crear a nuestra mente el espejismo de que el ser querido todavía sigue entre nosotros. Todo ello ha generado, como es lógico, un mar de preguntas de corte ético y filosófico, que abordamos a continuación.
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¿Qué implicaciones psicológicas tienen los thanabots?
Cualquier muerte lleva implícito un periodo de duelo para los allegados del difunto. Se trata de un proceso doloroso pero natural, que todas las personas debemos pasar en algún momento de nuestra vida. Porque la existencia no es eterna, y es psicológicamente necesario entenderlo y aceptarlo.
Por tanto, ¿qué sucede con el proceso de duelo tras la aparición de los thanabots? Gabriel Rolón, psicoanalista y autor del libro El duelo. Cuando el dolor se hace carne, publicado por Paidós, se muestra bastante pesimista en este sentido. Para este profesional de la salud mental, la aparición de los bots especializados en recrear la voz, la imagen y la forma de expresarse de un difunto no van a hacer otra cosa que alargar el duelo y apartar a la gente de la vida.
El psicoanalista argentino sostiene que, durante el duelo, se producen dos fases: la catábasis, el descenso a los "infiernos", y, posteriormente, la anábasis, que no es otra cosa que la última fase de recuperación, donde la persona se reconecta con ella misma y con la vida. Según él, durante el duelo, la mente lucha entre la realidad y el deseo: la realidad de que la persona ya no está y el deseo de que "entre de repente por la puerta". Obviamente, tras una muerte, esa venida no se producirá nunca más. Pero ahora, con la IA, estamos ofreciendo a la gente la oportunidad de no distinguir entre realidad y ficción.
Un reciente estudio de la Universidad de Cambridge (ver bibliografía), que vio la luz en mayo de 2024, aporta conclusiones similares: si no se administran las medidas adecuadas, el auge de los thanabots tendrá un impacto psicológico muy grave en la población.
Dar la espalda a la muerte no es la solución
El proceso de duelo requiere de una aceptación de lo sucedido. El ser querido se ha ido para siempre y no volverá nunca más. Para conseguirlo, es necesario ser conscientes de que la muerte forma parte de la vida; en otras palabras, no darle la espalda, sino mirarla de frente.
Precisamente, los "‘bots de la muerte" hacen exactamente lo contrario: materializan una realidad que no existe y hacen creer a nuestra psique que la muerte es una especie de broma. Algo, por cierto, muy ligado a nuestra sociedad actual, en la que negamos la evidencia del envejecimiento, la enfermedad y la partida definitiva a través de medios artificiales que nos den la vida y la juventud eternas.
Sin embargo, no debemos creer que esto es algo único de la sociedad actual. Durante toda la historia, el ser humano ha intentado sobrevivir a la muerte, bien dejando su imagen a la posteridad, bien legando su obra. De hecho, la fotografía no es otra cosa que la "eternización" de un instante y, por tanto, de una persona. Esto nos lleva a la siguiente pregunta: si mantenemos las imágenes del fallecido para conservarlo entre nosotros, ¿por qué no tendríamos que inventar sistemas para seguir conversando con él?
Los toraja, un pueblo nativo de la isla de Célebes, en Indonesia, todavía mantienen una tradición que a nosotros nos puede parecer inquietante. No sólo conservan en sus hogares (debidamente momificados), los cuerpos de sus fallecidos, sino que hablan con ellos y les llevan comida y cigarros de forma regular. No es extraño, pues, que la hija del padre fallecido pregunte a la momia: “¿qué tal está hoy, padre?” y que el resto de la familia, incluidos los niños, vean todo esto con absoluta normalidad.
Cuando, finalmente, entierran a los muertos (hecho que puede suceder meses e incluso años después del óbito) los extraen regularmente de sus tumbas para limpiarlos y cuidarlos. ¿Significa que los toraja de Indonesia le dan también la espalda a la muerte? ¿O más bien la admiten en su vida con total naturalidad?
Demasiadas cuestiones éticas
Todavía es pronto para sacar conclusiones definitivas, pero lo cierto es que la aparición y el auge de los thanabots ha originado un sinnúmero de preguntas relacionadas con la ética, la moral y la psicología. ¿Hasta qué punto es ético clonar la imagen de un ser fallecido sin su consentimiento? ¿Qué consecuencias psicológicas puede tener todo esto? ¿Afecta negativamente (tal y como sostienen profesionales como Gabriel Rolón) al proceso de duelo? ¿Son los thanabots un síntoma claro de que nuestra sociedad está "enferma"?
Existe una última pregunta: ¿acaso un avatar puede ser idéntico al fallecido? O mejor: ¿puede convertirse en la misma persona, en el mismo ser? Es cierto que la paulatina sofisticación de la IA está haciendo que los thanabots sean cada vez más "perfectos", pero ¿acaso no son simples máquinas, sin conciencia y, en cualquier caso, distintas al ser que están emulando?
Las preguntas y el debate siguen abiertos, y la batalla contra el tiempo y la muerte sigue vigente… como lo ha estado desde hace milenios. Solo que, ahora, con diferentes (y más inquietantes) tecnologías.


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