Somos seres sociales, desde el instante en el que nacemos, alguien interactúa con nosotros y es cuando comenzamos a forjar los primeros vínculos con las personas de nuestro alrededor que irán incrementando a lo largo de los años. Esto no es de extrañar ya que nuestro cerebro está programado para funcionar como miembro de un grupo social y curiosamente, somos altamente sensibles a los más sutiles cambios emocionales que se producen en los individuos que nos rodean. En definitiva, podemos afirmar que nuestros comportamientos afectan emocionalmente a las personas que nos rodean y viceversa.
Hay individuos que son conscientes del efecto de sus palabras, actos o comentarios en las emociones de los demás y por lo contrario, otros que simplemente dicen lo primero que se les pasa por la cabeza sin pensar en cómo puede llegar a afectar al prójimo. Este último grupo de personas se refugian tras el pretexto de que su vida es suya y tienen el derecho de decir lo que a ellos les apetezca en cualquier momento. Sin embargo, para el artículo de hoy, nos centraremos en el primer grupo de personas, aquellos que actúan de forma afectivamente responsable hacia los demás, o mejor dicho, aquellos con responsabilidad emocional. Ahora bien, ¿qué significa este término?
¿Qué es la responsabilidad emocional?
La responsabilidad emocional o responsabilidad afectiva se basa en hacernos cargo de nuestros actos, palabras y emociones y su impacto en los demás, así como tener consideración hacia los sentimientos del otro. En suma, se define como un cuidado y respeto mutuo a través de la comunicación y la empatía que sirve como pilar para crear una relación íntima sana. Queremos aclarar que este término no es sinónimo de pensar en los demás pero no en ti. De hecho, en el momento en el cual una persona ajusta su comportamiento a las necesidades del resto, descuidando las suyas, dejamos de hablar de responsabilidad emocional.
A este respecto, resulta importante diferenciar la responsabilidad afectiva de demasiada empatía y del chantaje emocional. En cuanto a la primera, como bien hemos mencionado, la responsabilidad emocional requiere de empatía, pero como todo, se debe encontrar el equilibrio. Un exceso de empatía lleva a una implicación exagerada con el otro hasta tal punto que nos impide tomar distancia de los problemas y puede generar una bola negativa grande. Por ejemplo, si a un amigo le despiden del trabajo y la persona con una empatía exagerada no es capaz de pensar en frío y distanciarse, puede que intente sobreprotegerlo y esto impida que la persona aclare sus propias ideas y por consiguiente, se sienta abrumada.
En cuanto al chantaje emocional, debe quedar claro que esto ocurre cuando actuamos de acuerdo a los ideales, valores o intereses de la otra persona, privando los nuestros debido a una sensación de culpa que ha generado en nosotros. Es como si estuvieras en eterna deuda con él y debas cumplir con sus deseos por temor a las consecuencias perjudiciales que pueda derivar el hecho de no ceder a ellos. Una vez más, esto no tiene nada que ver con la responsabilidad emocional.
Puede que hayas escuchado hablar sobre el ghosting en las redes sociales, ya que es un término que está de moda. Como bien dice la palabra en inglés “ghost”; el término hace referencia a desaparecer como un fantasma. Es decir, es la práctica de cesar toda comunicación y contacto con una persona sin advertencia o justificación. Normalmente se utiliza cuando estás empezando a conocer a alguien en términos románticos y cuando parecía que todo iba bien, de repente un día, sin más, esa persona desaparece. Aunque el término es nuevo, el acto por supuesto que no lo es. La responsabilidad emocional se considera lo opuesto al “ghosting” o más bien, el “ghosting” es una clara falta de responsabilidad afectiva.
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Beneficios de la responsabilidad emocional
El aceptar las consecuencias que tienen nuestras palabras o actos sobre los demás trae consigo una serie de beneficios que merecen la pena resaltar. En el plano de las relaciones interpersonales, se encuentran mejoras significativas debido al uso de la responsabilidad emocional. La calidad de las relaciones sociales se beneficia de esta habilidad, ya que se crea una red de apoyo necesaria. Como bien hemos comentado al principio, los seres humanos necesitamos sentirnos parte de un grupo y por tanto, si la responsabilidad emocional mejora las redes sociales, parece evidente que mejora a su vez nuestra calidad de vida.
A nivel personal, la responsabilidad afectiva también ha demostrado ser beneficiosa. Se ha descubierto que ayuda a las personas a sentirse mejor consigo mismas y no solo esto, sino que cuanto más se utiliza esta habilidad, más crece la satisfacción con uno mismo. Este bucle positivo hace que nos sintamos mejor con nosotros mismos, aumentando nuestra seguridad, bienestar, felicidad y por supuesto, una vez más, calidad de vida.
Desventajas de la responsabilidad emocional
La responsabilidad afectiva muestra desventajas cuando se usa de forma incorrecta o se ha entendido mal. Cuando nos vemos obligados a realizar aquellas cosas que a las personas de alrededor nuestro les hace sentir bien, dejando de lado lo que a nosotros verdaderamente nos gusta, es cuando aparecen los sentimientos de culpabilidad y la principal desventaja de la que hablábamos. Por tanto, actuar utilizando esta habilidad no implica en absoluto apartar nuestras emociones, pensamientos o conductas.
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¿Cómo potenciar y entrenar la responsabilidad emocional?
Leyendo este artículo quizás te hayas dado cuenta que no es fácil ser emocionalmente responsable e incluso sientas que no lo has sido muchas veces. No te alarmes. Tenemos la gran ventaja que la responsabilidad afectiva no es un rasgo de personalidad, por tanto, podemos aprenderla y mejorarla con el paso del tiempo. Como si de un músculo se tratase, solo necesita entrenamiento. A continuación, encontrarás algunos consejos para poder añadir esta habilidad a nuestra inteligencia emocional:
- Utiliza la asertividad a la hora de expresar tus emociones hacia las otras personas.
- Identifica de dónde vienen las emociones que experimentas para poder mejorar la forma en la que las estás gestionando.
- Comunica de una manera clara y sencilla lo que estás sintiendo. No pienses que la otra persona es adivina o puede leer tus pensamientos.
- Llega a un acuerdo mutuo fijando límites.
- Date cuenta de tus errores, reconocerlos, y aprende de ellos. No te hundas.
- Si exiges responsabilidad afectiva por parte de otras personas hacia ti, empieza por estar dispuesto a darla. En definitiva, ten una concordancia entre lo que deseas y das.
Pon la responsabilidad emocional en práctica
Basándonos en los consejos de expertos en psicología, a continuación enumeramos algunos consejos para poder poner en práctica y hacer uso de la responsabilidad emocional:
- Antes de actuar o hablar, párate a pensar en cómo lo que vayas a hacer o decir puede afectar a la persona que tienes enfrente.
- Para de pensar en cómo lo que otros te han hecho o dicho ha afectado en tus emociones y comienza a responsabilizarte de tus propios sentimientos. Es muy fácil echar los balones fuera y culpar a los demás por hacernos sentir de determinada forma. Cambia la mirada y enfócate en ti mismo.
- Ponte en el lugar del otro. Empatiza con los sentimientos de las personas de tu alrededor y si alguien te advierte acerca de que algún comentario o gesto tuyo le ha dolido, ponte en su lugar y realmente intenta comprender el porqué y cómo puedes cambiarlo. Yendo un paso más, explica el porqué de tu actitud y si es necesario, pide perdón.
A modo de conclusión…
La responsabilidad afectiva es un término que está en pleno auge sobre todo entre los jóvenes en las redes sociales. Aunque esto sea algo positivo ya que indica la inclinación de muchos adolescentes a ofrecer y buscar amistades y parejas con esta cualidad, las instituciones educativas deberían de tomar la responsabilidad afectiva con más consideración e implementarla como un valor presente durante toda la etapa educativa. Podría ser muy positivo para fomentar este comportamiento con más frecuencia y en más vínculos afectivos que a su vez, evitan posibles dolencias y malestares psicológicos derivados por una mala gestión de responsabilidad hacia los demás.
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