¿Por qué no puedo dejar de comer?

Los problemas por comer a todas horas y sin control pueden dañar mucho nuestra calidad de vida.

Por qué no puedo dejar de comer
Un problema de alimentación que lleva a comer constantemente.

Está claro que la comida es una necesidad básica indispensable para la vida de todos nosotros, incluso forma parte de los derechos humanos fundamentales de todo ser humano. Pero, ¿qué ocurre cuando la intensidad y la frecuencia del comer se salen de nuestro control?

En este artículo vamos a ver cómo podemos vernos involucrados en una situación de dependencia hacia la comida y nos planteamos un "¿por qué no puedo dejar de comer?". Además también examinaremos cuáles son los mejores métodos de tratamiento ante esta situación.

¿Por qué no puedo dejar de comer? Posibles causas

Veamos algunas de las causas más comunes por las cuales una persona podría tener problemas para dejar de comer constantemente. Son varios factores los que pueden estar generando esta conducta. Vamos a verlos.

1. Hambre emocional

Esta causa es la más común de todas; se trata de un apetito irracional motivado por estados de ánimo particulares, y no tiene nada que ver con la sensación fisiológica de tener hambre por motivos de supervivencia básica.

Cuando el hambre emocional se hace presente en la vida de las personas, lo hace como un mecanismo de evasión ante determinadas situaciones o sensaciones que le producen una sensación de angustia y estrés elevados.

Por ejemplo, una persona podría llegar a tener atracones de comida (comer de manera compulsiva y rápida) a causa de una noticia desagradable que acaban de darle, o cuando se encuentra bajo los síntomas de abstinencia de alguna sustancia a la cual sea adicto.

2. Comer por inercia

Cuando nos hacemos la pregunta de "¿por qué no puedo dejar de comer?", muchas veces es porque nos damos cuenta de que, casi sin pensarlo, ya estamos abriendo la nevera. En estos casos comemos por inercia, lo hacemos de una manera básicamente involuntaria; no somos totalmente conscientes de la conducta irracional que estamos manteniendo. Comemos de manera desordenada, sin importar la hora del día.

Las cantidades de comida que ingerimos pueden variar significativamente dependiendo de las circunstancias en las que nos encontremos. Si es un día ocupado puede que comamos menos de la cuenta, por el contrario, si tenemos día libre en casa podemos llegar a comer en exceso y sin darnos cuenta.

3. Percibir la comida como una fuente de placer exacerbada

Algunas personas ven en los alimentos una fuente de placer desproporcionada que les permite satisfacer de manera inmediata la pulsión alimenticia, en otras palabras, para estos individuos la acción de ingerir los alimentos representa el fin máximo del placer.

Independientemente de si se encuentren satisfechos o no, buscar tener algo que comer de manera frecuente, para sentir cómo logran satisfacer su deseo. Lo que se busca en estos casos es obtener satisfacción y no saciar el hambre fisiológica.

4. Escasa tolerancia a la frustración

Tener una baja tolerancia a la frustración suele tener como consecuencia la búsqueda de satisfacción mediante la comida. En vista de que hay situaciones que el sujeto no controla y cuyo resultado puede frustrar, busca el placer en algo que sí puede controlar, como lo es el ingerir alimentos. Ante este tipo de problemas, es necesario desarrollar las habilidades de afrontamiento.

5. Estilo de vida disfuncional

Los estilos de vida disfuncionales o desadaptativos, por lo general, traen como consecuencia que la persona se vea afectada en diversas áreas de su cotidianidad, incluida la alimentación, la cual tiene a ser excesiva.

Cuando el sujeto lleva una rutina atípica en relación con sus necesidades básicas, todas estas se ven alteradas, y a pesar de que para él pueda ser una situación normal, no deja de ser perjudicial para su salud.

6. La dismorfia corporal

Este trastorno se caracteriza porque la persona que lo padece presenta un odio desmedido e irracional hacia su propio cuerpo y tiende a buscar desesperadamente las formas de cambiarlo. Es un trastorno con mayor prevalencia en el género femenino.

Cuando se presentan este trastorno, algunas personas tienen a dejar de comer para cambiar la forma de su cuerpo; otras, por el contrario, ingieren alimentos de manera compulsiva con el mismo objetivo, solo que el cambio estaría orientado hacia la ganancia de peso.

¿Cómo resolver esta situación?

Lo primero pasa por aceptar que la conducta representa un problema para nuestra vida en términos de salud física y emocional, una vez que hemos aceptado ese hecho estamos listos para comenzar a buscar la mejor alternativa de solución.

1. Establecer nuevas rutinas

Sustituir nuestra rutina disfuncional por una con hábitos saludables está al alcance de todos, únicamente hace falta comenzar a organizar nuestras nuevas expectativas con un método de planificación estratégica personal y luego llevarlas a la práctica.

Establecer un número de comidas al día, del cual no debemos excedernos, acompañado de un horario para cada una de dichas comidas, hará que eventualmente tengamos el hábito de comer a las horas adecuadas y de forma estructurada sin la inercia del desorden alimenticio.

2. Asistir a terapia

Existen diversos métodos terapéuticos efectivos frente a este tipo de situaciones. Algunos de los que mejores resultados brindan son la terapia cognitivo-conductual y la terapia dialéctica conductual.

Todas estas están orientadas a cambiar los pensamientos desadaptativos e irracionales del paciente reemplazandolos por unos más adecuados, los cuales le permitirán conducirse de mejor manera en su vida diaria. De este modo, a través de un proceso de intervención psicoterapéutica que dura entre varias semanas y unos pocos meses, se aprende a gestionar mejor las emociones y a adoptar hábitos de alimentación saludables y basado en las verdaderas necesidades del cuerpo.

Referencias bibliográficas:

  • American Psychiatry Association (2013). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (5th ed.). Arlington: American Psychiatric Publishing.
  • Bennett, J.; Greene, G.; Schwartz-Barcott, D. (2013). Perceptions of emotional eating behavior. A qualitative study of college students. Appetite, 60(1): 187–192.
  • Macht, M. (2008). How emotions affect eating: A five-way model. Appetite, 50(1): pp. 1 - 11.
  • Turton, R.; Chami, R.; Treasure, J. (2017). Emotional Eating, Binge Eating and Animal Models of Binge-Type Eating Disorders. Current Obesity Reports, 6(2): pp. 217 - 228.

Graduado en Psicología por la Universidad Bicentenaria de Aragua, Venezuela. Diplomado en Psicología Criminal por la Universidad de Carabobo, Venezuela. Redactor en temas de psicología.

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