Como suele suceder con la mayoría de mujeres artistas o intelectuales, la obra de Christine de Pizan cayó rápidamente en el olvido. Corría el año 1430 y Juana de Arco era quemada en la plaza de Ruán; ese mismo año, una mujer retirada en un monasterio de Poissy dedicaba a la Doncella de Orléans un himno que exaltaba su figura y reforzaba su fama de mujer valiente.
No, esta escritora no era una monja. Procedía de una familia acomodada de Venecia y había pasado toda su existencia en Francia, ganándose la vida con el fruto de su pluma. Christine de Pizan es, pues, la primera mujer en Europa de la que se tiene constancia que pudo dedicarse plenamente al oficio de escribir (y con lo que obtuvo, por cierto, cuantiosos ingresos).
Pero Christine de Pizan no sólo fue escritora; ha pasado a la historia como uno de los antecedentes más claros del feminismo moderno, pues defendió públicamente a la mujer contra las continuas humillaciones que recibía su sexo por parte de clérigos y otros “eruditos”. Su libro La ciudad de las damas es una auténtica apoteosis de las capacidades intelectuales y morales de la mujer, que en nada difieren de las de los varones.
Breve biografía de Christine de Pizan
Actualmente, por fortuna, se está recuperando la historia de esta mujer, que había permanecido en la sombra durante mucho tiempo. Ya en el siglo XVIII, las primeras mujeres ilustradas la reivindicaron como una auténtica intelectual y un ejemplo a seguir.
¿Cómo llegó una mujer en el siglo XIV a poder dedicarse plenamente a la literatura? Se trata de un caso para nada usual, con muy pocos antecedentes en la historia. Veamos cuál fue la vida de Christine de Pizan, la primera mujer en Europa que vivió de su escritura.
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Una educación humanista
Se puede decir que Christine de Pizan tuvo suerte, mucha suerte. Y es que su padre, Tomasso da Pizzano, fue profesor de la Universidad de Bolonia, una de las instituciones más avanzadas del momento. Tomasso era un verdadero humanista que pronto se dio cuenta de que su pequeña Christine poseía unas capacidades para nada comunes que era necesario estimular. Así, da Pizzano puso a la niña los mejores preceptores, que le enseñaron historia, filosofía y lenguas; entre ellas, el latín, la lingua franca y erudita del momento.
La familia Pizzano era originaria de Venecia. Allí había nacido Christine en 1365, pero la ciudad de los canales poco papel tendría en su vida. Cuando la niña cuenta con 4 años, Tomasso traslada a su familia a Francia, pues había sido contratado por Carlos V el Sabio (1338-1380) como astrólogo de la corte, y cambia su apellido por Pizan. No sólo el puesto, bien remunerado y del todo apetecible, fue el motivo por el que Tomasso decidió instalarse en Francia. Sabía que Carlos V era uno de los reyes más eruditos de su tiempo, cuya biblioteca rebosaba de volúmenes de corte humanista que Tomasso sabía harían mucho bien a su hija.
Y en efecto, así fue. Cuando Christine llega a París, queda absolutamente maravillada por el esplendor de la corte francesa. Todavía mayor fascinación ejerce en ella la Biblioteca Real, la estancia del Louvre que el monarca destinó en 1368 para albergar su magnífica colección de libros y que llegará a albergar más de mil manuscritos.
Christine recibe del rey el privilegio de entrar y salir de la biblioteca cuando quisiera. De este modo, la niña pasa largas horas en la estancia del Louvre, leyendo y memorizando toda la sabiduría que más tarde, una vez convertida en escritora, plasmará en sus obras.
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Adolescencia, matrimonio y viudedad
En los textos autobiográficos que Christine escribió, comenta repetidamente lo feliz que fue durante su infancia en París y lo muy unida que estaba a su madre, que según ella misma, la crio “con sus pechos”; es decir, se abstuvo de la práctica, tan usual entonces, de entregar a la niña a una nodriza.
La educación que había recibido Christine era, verdaderamente, inusual para una joven de la época. Sin embargo, cuando llegó a la adolescencia se le adjudicó el destino de todas las mujeres de buena familia: el matrimonio. El afortunado fue Étienne du Castel, un joven secretario de la corte que contaba entonces con 24 años y que pertenecía a una familia noble de la región de la Picardía.
Contra todo pronóstico, y a pesar de que Christine no había escogido a su marido, el matrimonio fue excepcionalmente bien avenido y feliz, hasta el punto de que, cuando Étienne falleció diez años más tarde víctima de una epidemia, Christine quedó sumida en una profunda tristeza.
Dos años antes que Étienne, en 1387, había fallecido Tomasso da Pizzano, el padre de Christine. El resultado fue que, a los veinticinco años, la joven se encontraba sola, con tres hijos, una sobrina y una madre a los que alimentar. ¿Cómo podría una mujer en su situación salir adelante sin volverse a casar?
Nace la escritora Christine de Pizan
Efectivamente; era muy difícil para una viuda con una herencia escasa sobrevivir sin contraer un nuevo matrimonio. Pero Christine no estaba dispuesta a pasar por ello. Puede que fuera por respeto al recuerdo de Étienne, o quizá para vivir de forma plena sin estar atada a nadie; lo cierto es que la viuda nunca se volvió a casar y empezó a escribir para traer dinero a casa.
En un principio, Christine compone poemas amorosos inspirados en su marido y en el dolor que le produce no tenerlo más a su lado. Estas poesías gozan de gran éxito entre los nobles franceses, y el nombre de Christine empieza a correr de boca en boca. Pero fue el año 1404 el que significó un antes y un después en la carrera profesional de Christine de Pizan: el Duque de Borgoña (1342-1404), el hermano del rey Carlos V, encarga a la escritora una biografía del monarca.
Carlos V el Sabio había fallecido en 1380, el mismo año que Christine contrajo matrimonio. Inspirada por el recuerdo de ese rey que tanto había hecho por ella y por su familia, Christine le dedica su obra “Libro de los hechos y buenas costumbres de Carlos V”, su primer gran éxito y por el que recibió cuantiosos honorarios.
A partir de entonces, la carrera profesional de la joven fue en ascenso. Christine tenía su propio scriptorium, donde ella misma hacía copiar e iluminar sus libros. Se calcula que, en los treinta y nueve años que estuvo activa como escritora, produjo nada menos que 3 libros al año. Christine de Pizan se había convertido en la primera mujer europea en ganarse la vida con su literatura, y también en la primera “editora”. Sus libros eran codiciados por toda la nobleza francesa; se sabe que solía enviar copias de sus textos, cuidadosamente miniados y encuadernados, a sus admiradores, entre los que se hallaba el Duque de Berry (1340-1416), que poseía en su biblioteca numerosos ejemplares de la escritora.
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“La querella de las damas”
Pero si por algo ha pasado a la historia Christine de Pizan es por un episodio conocido como “La querella de las damas”. Para entender qué sucedió, es necesario conocer un poco cuál era la concepción que de las mujeres se tenía en el siglo XIV.
Si bien es cierto que la Edad Media no fue más misógina que otras épocas (de hecho, es muy probable que, durante la Ilustración y el siglo XIX, el papel de la mujer estuviera todavía más recortado), no es menos cierto que a partir del siglo XIII se produjo un auge de la misoginia. Una de las causas fue la propagación del derecho romano, cuya figura central, el pater familias, reforzaba la autoridad masculina dentro del hogar y, por tanto, también en la sociedad.
Por otro lado, tenemos la llegada de la filosofía aristotélica de la mano de las traducciones árabes y, con ella, una “curiosa” teoría que propugnaba que la mujer era fruto de unas condiciones adversas durante la gestación. En otras palabras, que todos los fetos estaban destinados a ser varones, y que eran estas condiciones perjudiciales (podía ser el semen en mal estado, o demasiada “humedad” en el útero…) lo que “corrompía” al embrión y lo convertía en mujer.
Ahora nos puede parecer una idea bastante atolondrada (por decir algo), pero lo cierto es que en aquella época la teoría venía a justificar la supuesta “inferioridad” femenina. Muchos eran los “eruditos” que ponían en entredicho las capacidades intelectuales y morales de la mujer, a la que consideraban un ser irracional que era capaz de las conductas más viles.
En 1404, el año en que el Duque de Borgoña le encarga la biografía de su hermano el rey, llega a las manos de Christine el Roman de la Rose, un extenso poema escrito cien años antes cuya segunda parte, redactada por un tal Jean de Meung, rebosaba de comentarios misóginos. El remitente del envío es Jean Montreuil, preboste de Lille, y Christine ve en ello una clara burla a su persona y a su sexo. Ni corta ni perezosa, toma la pluma y contesta al preboste.
En la discusión sobre las capacidades intelectuales y morales femeninas intervinieron también otros personajes; de hecho, “la Querella de las Damas” se prolongó hasta finales del siglo XVIII. Y aunque parezca extraño, no solo las mujeres estaban a favor de Christine; también algunos hombres se unieron a su causa. Entre ellos, Jean Gerson, canciller de la Universidad de París que, como otros compañeros varones, consideraban que la mujer debía ser instruida a la par que el varón.
Un año después de que Jean Montreuil le enviara el Roman de la Rose, en 1405, Christine se entrega a la redacción de la que sería su obra más conocida y por la que pasará a la historia: La ciudad de las damas. A través de una alegoría, Christine desmonta uno por uno todos los prejuicios existentes acerca de las “nulas” capacidades femeninas. El libro está presentado como un diálogo, a la manera de los textos filosóficos clásicos, en el que la autora habla con tres damas: Razón, Rectitud y Justicia. Con ellas construye una ciudad imaginaria en la que sólo vivirán las mujeres más destacables de la historia, la religión y la mitología, para demostrar con ello que el mundo está lleno de ejemplos de mujeres valientes, inteligentes y virtuosas.
La ciudad de las damas es un auténtico monumento no solo de la literatura, sino también del proto-feminismo. La defensa apasionada que realiza Christine de Pizan debe ser considerada como una de las primeras voces que se levantaron a favor de la dignidad y los derechos de la mujer. Es por ello por lo que Christine de Pizan no es solo una de las escritoras medievales más importantes, sino también una pieza crucial en el desarrollo del feminismo.