Estamos en los idus de marzo del año 44 a.C. Ese día, como de costumbre, Cayo Julio César se dirige al Senado. Hace apenas unos meses se ha proclamado dictator, o sea, dictador de Roma, lo que barre de un plumazo toda la tradición republicana que la urbe conservaba desde hacía siglos. Para algunos, la ambición de César ha llegado demasiado lejos...
Lo que sucedió aquel 15 de marzo es de sobras conocido; César fue apuñalado en la escalinata, víctima de un complot en su contra. Pero ¿qué había llevado a este hombre hasta semejante final? ¿Quién era Julio César? ¿Cómo llegó a convertirse en dictador?
Breve biografía de Julio César
En esta biografía de Julio César haremos un recorrido por la vida de uno de los personajes más famosos de la antigua Roma, que puso en jaque a la República y cambió el curso de la historia romana.
De familia patricia, pero venida a menos
Los orígenes de César no podían ser más honrosos: nació en el seno de la gens Iulia o Julia, uno de los clanes más antiguos de Roma. Los clanes romanos, que hundían sus raíces en los fundadores de la ciudad, formaban la clase patricia o aristócrata, que se repartía, como es lógico, el poder de la República. Así, formar alianzas entre estas gens, especialmente a través de matrimonios, era crucial para sobrevivir políticamente (y, a menudo, de forma literal) en el complejo nudo de conspiraciones que configuraban la realidad romana.
Cayo Julio César nació el 12º o 13º día del mes de Quintilio del año 100 a.C. Al menos, esa es la fecha aceptada por la mayoría de historiadores. Mucho más tarde, cuando ya era hombre de fama, el propio César cambió el nombre del mes, sustituyéndolo por “julio”, en honor, por supuesto, a él mismo.
A pesar de sus orígenes nobles, la familia Julia vivía en uno de los barrios más pobres de la ciudad, la Suburra. Fue probablemente estos orígenes humildes los que forjaron la ideología del joven César, que lo alineó posteriormente con los populares, la facción política romana que apoyaba a la plebe frente a la oligarquía aristocrática.
Su madre, Aurelia, siempre fue un punto de apoyo para el joven Julio, e intentó protegerlo de todos los contratiempos. Sin embargo, César era un muchacho inquieto que no tardó en seguir los pasos políticos de su tío, Cayo Mario. Partidario también de los populares, Mario se hallaba inmerso en un antagonismo radical con su rival político, Lucio Cornelio Sila; antagonismo que, a la postre, acabó desencadenando la primera guerra civil de la República romana.
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Exilio y regreso triunfante
En el año 81 a.C., Sila se convierte en dictador e inicia una encarnizada persecución de los partidarios del exiliado Mario, lo que incluye al joven César. El muchacho, entonces de apenas 20 años, se ve obligado a huir de Roma y alistarse en el ejército, en el que cosecha grandes éxitos y del que regresa portando la “corona cívica”, una importante distinción militar.
Efectivamente, en 78 a.C., Lucio Cornelio Sila ya había muerto. César se instala pues en Roma y empieza a ejercer como abogado, de nuevo con tremendo éxito. La excelente instrucción que recibió en sus primeros años, junto con su extraordinaria capacidad de oratoria, lo convierten en un personaje tremendamente popular. César es adorado por la plebe.
Por aquel entonces, su primera esposa, Cornelia, había fallecido. César contrae segundas nupcias con Pompeya, que es, por cierto, nieta del difunto Sila. Se inicia entonces una fulgurante carrera política que lo lleva a ocupar varios cargos en la República, hasta que, en 63 a.C., es nombrado Pontifex Maximus. César tiene 37 años y todavía mucha ambición por satisfacer.
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El primer triunvirato y la Guerra de las Galias
En 62 a.C., César se divorcia de Pompeya; en principio, por el escándalo que ha comportado su relación adúltera con otro hombre. No solo eso; como esposa del Pontifex Maximus, Pompeya debe organizar las celebraciones en honor de la Bona Dea, en las cuales no estaba permitida la participación masculina.
Pronto se propaga el rumor de que un joven ha conseguido entrar en la casa y ha yacido con Pompeya (lo que, probablemente, solo fuera eso, un rumor). La respuesta de César es una inmediata orden de divorcio. El escritor Plutarco, en su célebre obra Vidas paralelas, recoge unas supuestas palabras de César acerca del suceso, en las que decía que su esposa no solo debía ser honrada, sino parecerlo.
En un mundo donde los enlaces eran meras alianzas políticas, no es de extrañar que, poco después del divorcio, César volviera a casarse; esta vez con Calpurnia, la hija del senador Lucio Cornelio Pisón. Al mismo tiempo, casa a su hija Julia, habida con su primera esposa, con Cneo Pompeyo Magno, su aliado político. Es precisamente con Pompeyo y con Marco Licinio Craso con quienes, en 60 a.C., establece el que será el primer triunvirato de Roma.
También por esa época parte a Hispania como gobernador. Pero, probablemente, la campaña más famosa y por la que es más conocido es la campaña de las Galias, de la que el mismo César dejó testimonio por escrito en su obra La Guerra de las Galias. Con la excusa de mantener a raya a los helvecios, que estaban traspasando los límites romanos, César condujo a sus legiones hacia el territorio galo. La campaña duró nada menos que siete años, durante los que consiguió someter no solo a los galos, sino también a los belgas. En 52 a.C., se produce la batalla de Alesia, en la que el último caudillo galo, Vercingétorix, es derrotado.
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Una nueva guerra civil
Mientras se encuentra en las Galias, sus antiguos aliados conspiran contra él en Roma. Craso, el tercer hombre del triunvirato, ha fallecido en la guerra contra los partos. En Roma queda Pompeyo, que no está nada satisfecho con las reformas propuestas por César, en línea con su ideología popular. Pompeyo se alía, pues, con los optimates, la facción contraria que apoya las viejas tradiciones de la República y el control de los nobles. César es un individuo demasiado alborotador, y sus ideas van en contra de las costumbres romanas. Además, es increíblemente popular. En una palabra: César es peligroso.
En 49 a.C., Julio César recibe la orden de regresar a Roma. Él sabe qué significa esto; pretenden apresarlo y juzgarlo. Urge tomar una decisión. Si cruza él solo la frontera y se dirige a Roma en calidad de ciudadano, su destino está sellado. Si la cruza con sus legiones, desde el Senado se tomará la acción como una declaración de guerra. Es entonces cuando, según la tradición, César pronuncia la famosa frase: Alea jacta est, “los dados están echados” o, lo que vendría a ser lo mismo, “la suerte está echada”. César cruza el río Rubicón con sus tropas y penetra en Roma. Es el inicio de una segunda guerra civil, que se prolongará cuatro años.
El fin: los idus de marzo
En agosto del año 48 a.C. se produce la batalla de Farsalia, que se salda con la derrota de Pompeyo y sus aliados. El antiguo amigo de César huye entonces a Egipto, donde intenta conseguir apoyo del faraón Ptolomeo XIII. Sin embargo, su intento acaba en tragedia; Pompeyo es asesinado por los partidarios de Ptolomeo y su cabeza enviada a César como regalo. Pero si lo que esperaban los asesinos era conseguir su favor, estaban muy equivocados. Lleno de furor por la muerte tan poco digna que le habían infringido a su antiguo compañero, César manda ajusticiar a los autores del crimen.
César se hallaba en Egipto desde el mes de septiembre, donde había desembarcado para ir tras los pasos de su enemigo. Es durante este periodo cuando inicia una apasionada relación con Cleopatra, que se encuentra en plena pugna por el trono contra su hermano Ptolomeo, y con quien tiene a su hijo Cesarión. El romance trascendió la historia y ha sido la base para numerosas obras literarias, cinematográficas y artísticas.
A su regreso de Egipto, en 45 a.C., César es el dueño absoluto de Roma. Se empieza a comportar como un auténtico rey, lo que aumenta el recelo de sus numerosos enemigos. Los viejos republicanos temen el regreso de la monarquía, y César es una seria amenaza en este sentido. Se configura así un complot para asesinar al dictador, del que forman parte algunas de las figuras del momento: Cayo Casio, Marco Licinio Bruto, Lucio Tulio Cimbrio y Servio Sulpicio Galba, entre otros. Aunque no se han podido recuperar todos los nombres, se calcula que unas sesenta personas estaban dentro de la conspiración, cuyo grupo se autodenominaba Liberatores (“Libertadores”), pues estaban convencidos de librar a Roma de un tirano.
Según cuenta Plutarco en sus Vidas, un augur había advertido a César del peligro que lo amenazaba, pero este hizo caso omiso del aviso. Tras ser cosido a puñaladas, César cayó en medio de un charco de sangre, a los pies de la estatua de Pompeyo, lo que se consideró como todo un símbolo. Parecía que el derrotado enemigo hubiera vuelto de los infiernos para vengarse. Eran los idus de marzo del año 44 a.C. o, lo que es lo mismo, el 15 de marzo. Moría César y, con él, la vieja República. Porque su muerte no hizo más que desencadenar otra etapa de luchas y conflictos que terminó con la subida al trono de su hijo adoptivo Octavio Augusto, el primer emperador de Roma.