El Renacimiento francés tiene en Michel de Montaigne uno de sus máximos exponentes, pues son muchas sus contribuciones en diferentes campos.
La influencia de la obra de Michel de Montaigne, aún perteneciendo al siglo XVI, llega hasta nuestros días. Por ello es necesario realizar un recorrido tanto por su vida como por sus principales aportaciones artísticas e intelectuales, para comprender la magnitud de su legado. Repasemos su trayectoria a través de esta biografía de Michel de Montaigne.
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Breve biografía de Michel de Montaigne
Michel de Montaigne, llamado en realidad Michel Eyquem de Montaigne, nació en el año 1533, en el castillo de Montaigne, nombre que recibe de la localidad en la que se encuentra, Saint-Michel-de-Montaigne. Se trata de una población cercana a la ciudad francesa de Burdeos.
Su familia por parte de madre provenía de los López de Villanueva, una estirpe de judíos procedentes de Aragón, concretamente de la judería de Calatayud, donde se habían transformado en cristianos nuevos.
Por esa rama estaba emparentado con otros referentes intelectuales de la época, como era Martín Antonio del Río, importante historiador y humanista, que además era primo segundo de Michel de Montaigne. En cuanto a su padre, Pierre Eyquem, fue nada menos que el alcalde de Burdeos. Pertenecía a una familia adinerada y con una buena reputación a nivel social.
Su infancia
La posición socioeconómica de su familia permitió que Michel recibiese una buena educación ya desde pequeño. Sin embargo, con muy corta edad recibió una lección válida para toda una vida. Sus padres decidieron enviarle a una pequeña aldea que les pertenecía, para que una familia de campesinos cuidase de él durante un tiempo y así Michel de Montaigne entendiese lo que significaba vivir en una situación económica precaria y aprendiese de esa manera a valorar cada uno de los recursos de los que él disponía desde su nacimiento. Cuando pasaron tres años, le permitieron regresar de nuevo al castillo y comenzó entonces la instrucción del joven Michel de Montaigne.
Su padre, férreo defensor del humanismo renacentista, dispuso para Michel una educación nada convencional. En primer lugar le asignó un tutor extranjero que no hablaba francés. Es más, todos los miembros del servicio del castillo tenían prohibido utilizar este idioma en presencia del niño.
¿Cuál era la razón para ello? Que el latín se convirtiera en su lengua de referencia. A los ocho años ya dominaba ese idioma, y entonces comenzaron sus enseñanzas de griego, para así poder manejar las dos lenguas de la cultura clásica. Solo cuando hubo superado ese reto, su padre consideró que ya podía comenzar a escuchar y aprender la lengua francesa. Esto se logró utilizando una innovadora metodología que implicaba actividades lúdicas y momentos de introspección.
Su estimulación intelectual no se limitaba al idioma; también se le acercó al mundo musical desde muy pequeño. Por ejemplo, era un músico del castillo el encargado de despertarle cada día utilizando diferentes instrumentos. Incluso durante las sesiones pedagógicas con Horstanus, su tutor alemán, hacían sonar la melodía de una cítara para amenizar lecciones.
En cuanto a su formación reglada, Michel de Montaigne asistió al Collège de Guyenne, una institución académica situada en Burdeos que contaba con gran prestigio. Aquí fue alumno de otro defensor del humanismo y además toda una eminencia en los estudios latinos, el historiador escocés George Buchanan.
Aunque las enseñanzas de esta escuela estaban planteadas para un total de doce cursos, Michel solo necesitó siete años para completar todas las materias impartidas. Tenía tan solo 13 años por entonces.
Etapa de juventud
Tras su demostración de precocidad, procedió a asistir a la universidad de Burdeos, para continuar su formación, esta vez en el campo del derecho. Sin embargo, en este punto de la vida de Michel de Montaigne existe un vacío, pues los registros no han sido capaz de concretar cuáles fueron los acontecimientos vitales que experimentó entre el año 1546 y el 1557.
Pero sí hay información clara sobre lo que ocurrió desde entonces: accedió al poder judicial de su región, como magistrado. El pertenecer a una buena familia, como eran los Eyquem, junto con su demostrada capacidad intelectual, facilitaron la consecución de este puesto tan valorado. Trabajando como magistrado conoció a la persona que sería una de las grandes amistades de la vida de Michel de Montaigne, el escritor y también magistrado Étienne de la Boétie.
De la Boétie entabló una gran relación con Montaigne y su obra influyó profundamente en él, especialmente el volumen de "Discurso sobre la servidumbre voluntaria". Desgraciadamente, Étienne falleció en el 1563, cuando solo tenía 32 años. Este dramático suceso marcó la vida de Michel de Montaigne, que se vio apesadumbrado ante la pérdida del que consideraba un amigo único, como jamás iba a encontrar uno igual.
Durante su etapa como magistrado logró diferentes éxitos. Colaboró en la comuna de Périgueux como consejero, cargo que también ostentó en el tribunal superior del parlamento de Burdeos. Formó parte de la corte del rey de Francia, Carlos IX, acompañándole en momentos históricos como el asedio de la ciudad de Rouen, uno de los sucesos más importantes de las guerras francesas de la religión entre católicos y hugonotes.
Gracias a estos servicios, Michel de Montaigne logró el collar de la Orden de San Miguel, que representa la más alta condecoración que un noble francés de su época podía recibir. Este hecho supuso uno de los logros que Michel se había fijado desde muy joven como meta a la que aspirar en la vida.
En el año 1565, Michel de Montaigne contrajo matrimonio con Françoise de la Cassaigne, una mujer que provenía igualmente de una buena familia, razón por la que no se descarta que se tratase de un matrimonio arreglado. Fruto de esta relación, Françoise dio a luz a seis niñas. Sin embargo, solo sobrevivió una de ellas, Léonor. En su obra apenas hay meciones a su relación de pareja, pero sí que aporta detalles sobre el amor que le profesaba a su hija.
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La creación de sus ensayos
Pierre Eyquem, el padre de Michel de Montaigne, falleció en el año 1568. Este acontecimiento hizo que Michel heredase las propiedades de su progenitor, entre ellas el castillo de Montaigne, del cual se convirtió en señor. En 1570 decide trasladarse a esta residencia y al año siguiente se recluye en la torre del castillo; comienza una etapa en la que va a aislarse de toda relación social.
Su intención era la de retirarse de la vida pública, cansado de servir a la corte y de realizar trabajos como magistrado, y dedicar el resto de su vida a la reflexión y la elaboración de obras. De hecho, en la torre contaba con una formidable biblioteca compuesta de un millar y medio de volúmenes, que serían su única compañía (aparte del personal del castillo) durante este periodo de aislamiento. Esta etapa comenzó el mismo día en que cumplió 38 años.
En su soledad, Michel de Montaigne comenzó a escribir, y lo hizo bajo un marco humanista en el que reflexionaba sobre la propia humanidad y la existencia de sí mismo. Fue así como inventó un nuevo género literario, el del ensayo, que de hecho recibe el nombre de "Los Ensayos", la propia obra que Michel comenzó a escribir durante su aislamiento y que no terminaría hasta prácticamente el final de su vida.
Los dos primeros volúmenes fueron publicados en el año 1580, cuando finalizó casi una década de encierro en la torre del castillo. Pero la obra aún no estaba finalizada y Michel de Montaigne continuó ampliándola para lanzar una edición más completa en 1588. Habría todavía dos revisiones que se publicarían de manera póstuma, ya en 1595.
Los ensayos fueron toda una innovación, pues suponían una nueva manera de hacer literatura. El formato era el de artículos sin un orden claro en el que se divaga, como si se pensara en voz alta, sobre un tema determinado. De hecho, una de las claves para que el resultado final fuera de esta manera es que el propio Michel de Montaigne dictaba sus pensamientos a un secretario que era el que redactaba. El resultado era una obra con un esquema aparentemente fragmentado que sin embargo atrapaba por su formato.
En cuanto al contenido, Montaigne trató infinidad de temáticas, incluyendo algunas relativas a la religión, a la ética, a diversas profesiones y a costumbres sociales, entre otras. De hecho, el tratamento de ciertos temas religiosos le sirvió para entrar en la lista de libros prohibidos por el Vaticano durante casi un siglo.
Últimos años y fallecimiento
Tras casi una década de aislamiento, Michel de Montaigne comenzó a experimentar cólicos nefríticos, una dolencia que también sufría su padre. Esto ocasionó que comenzara un periplo por diversas zonas de Europa en busca de médicos y remedios que apaciguasen su dolor. Esta peregrinación le llevó hasta Bagni di Lucca, en la Toscana, para ser tratado en sus aguas termales.
Tuvo que regresar a Burdeos, puesto que fue elegido como alcalde de la ciudad, honor que también había recibido en su día su progenitor. Mantuvo una relación cordial con el rey, Enrique IV, pero renunció a la reelección de la alcaldía. Agotado, decidió pasar sus últimos años mejorando sus Ensayos, bajo su lema, que hizo tallar en el techo del castillo, “¿Qué sé yo?”. Michel de Montaigne falleció en el año 1592.
Referencias bibliográficas:
- Foglia, M. (2014). Early Modern Philosophy of Religion: The History of Western Philosophy of Religion. Routledge.
- Hartle, A. (2003). Michel de Montaigne: Accidental Philosopher. Cambridge.
- Montaigne, M. de (1724). Les essais de Michel seigneur de Montaigne. J. Tonson & J. Watts.
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