Las adicciones suelen estar asociada culturalmente a los pequeños placeres de la vida que la mayoría de la población reconoce como tales: la comida dulce o con carbohidratos, el uso de Internet, el tabaco (para los fumadores), etc.
Sin embargo, también pueden darse conductas adictiva relacionadas con tareas que no todo el mundo sabe apreciar. La adicción al trabajo es un ejemplo de ello.
Adicción a trabajar y otras psicopatologías asociadas
La adicción al trabajo, o workaholism en inglés, puede parecer positiva desde el punto de vista de la productividad a corto plazo, pero tiene consecuencias muy negativas para la salud. El hecho de dedicar la más tiempo del necesario al trabajo hace que los ritmos de comida y sueño cambien y se vean mucho más comprimidos en los horarios, que las horas de descanso escaseen y que los niveles de estrés se disparen, además de empobrecer la vida social de las personas.
Sin embargo, un estudio publicado recientemente en PLoS ONE vincula la adicción al trabajo no solo con los problemas de salud, sino también a la fatiga y a una mala alimentación,y también lo hace con el riesgo de aparición de síntomas asociados a trastornos mentales.
TOC, depresión TDAH...
Los resultados encontrados muestran una correlación entre adicción al trabajo y similaridades con síntoma propuios de desórdenes como el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), la depresión o el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH). Así, los workaholics o adictos al trabajo presentan una tendencia a presentar trastornos mentales en mayor proporción que la población que no experimenta este tipo de adición.
Esta investigación se basa en el estudio de 1.300 personas residentes en Noruega, las cuales rellenaron una serie de páginas de cuestionario. Cada uno de estos voluntarios recibía una puntuación en una escala de workaholism basada en opciones como "¿con qué frecuencia en el último año has trabajado tanto que tu salud se ha resentido por ello?". Pero, además, el cuestionario incluía preguntas sobre indicadores de ciertos trastornos mentales.
El vínculo, o correlación significativa, entre la presencia de adicción al trabajo y de conjuntos de síntomas asociados a trastornos mentales surgió una vez que se hubieron cruzado entre sí estos datos. Concretamente, alrededor del 8% de los participantes mostraban tendencias al workaholism, y entre estas personas la proporción de afectados por trastornos era mucho mayor.
En concreto, un 32,7% de las personas cuyas características coincidían con las del adicto al trabajo presentaban síntomas asociados al TDAH, mientras que para el resto de voluntarios el porcentaje fue del 12,7%. El 25% de ellas podía presentar TOC, y el 33% trastornos del estrés. En cuanto a la proporción de personas cuya descripción casaba con los criterios diagnósticos de la depresión entre los workaholics, era del 9%, siendo del 2,6% entre el resto del grupo de voluntarios.
Conclusiones y reflexiones
Estos resultados no resultan tan sorprendentes si tenemos en cuenta hasta qué punto pueden extenderse los efectos de la adicción al trabajo en la vida moderna. Con el uso generlizado de los portátiles, las tablets y los smartphones con acceso a Internet, las horas de trabajo pasan a ser, cada vez más, las horas que antes eran dedicadas al ocio, y se mezclan con los quehaceres domésticos y la vida personal fuera de la oficina.
Los nuevos adictos al trabajo no tienen una referencia clara para saber cuándo termina la faceta profesional y cuándo empiezan las horas dedicadas al ocio, el descanso o la conciliación familiar. Es por eso que, si antes la adicción al trabajo estaba limitada a las paredes del edificio en el que se trabaja, ahora estos muros han caído y el horizonte de posibilidades para sumarle horas al trabajo (y restárselas a la vida privada) se ha expandido mucho más allá de lo que, en ocasiones, es saludable.
A la luz de estudios como este podemos llegar a una conclusión clara. Las herramientas y estrategias para prevenir la aparición al trabajo deben cargar no solo con la responsabilidad de convertirnos en trabajadores eficientes a largo plazo, lejos del síndrome de burnout que puede hacer que nuestra productividad caiga en picado, sino que, de modo más primordial, deben preservar nuestros niveles de salud y bienestar.