La muerte y el duelo son sucesos de los cuales no podemos escapar. Aunque dolorosos, el ciclo de la vida nos impone vivir estas etapas, superarlas y adaptarnos de nuevo a la vida como mejor podamos.
El problema es que, en contra de lo que la creencia popular dice, el tiempo no lo cura todo ni todas las muertes son iguales. La cercanía del vínculo con el fallecido, la situación en la que se produce la muerte, el apoyo externo y los rasgos de personalidad del doliente (aquel que pierde a un ser cercano) son algunas de las variables que influyen en la resolución o el estancamiento del duelo.
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¿Qué es el duelo traumático?
Los duelos traumáticos aquellos que se producen con la muerte de una o varias personas en una situación sorpresiva, inesperada e injusta, como pueden ser atentados, terrorismo, asesinatos, catástrofes naturales o accidentes, entre otros, son posiblemente los de peor pronóstico, junto con la muerte de un hijo, la cual se ha considerado como una de las peores pérdidas que un ser humano puede experimentar. Es por ello que quiero hablar no solo de la muerte y el duelo, sino especialmente de este tipo de traumas tan injustos y difíciles de superar.
No solo duele la muerte, hay que poner especial atención al estrés postraumático:
Cuando hablamos de traumas de cualquier tipo, los psicólogos encendemos en nuestro cerebro la alerta del Estrés Postraumático que pueda estar sufriendo el doliente: re experimentación de lo ocurrido, pesadillas, evitación de los estímulos que recuerden al suceso, estados disociativos, ataques de ansiedad, insomnio, hipervigilancia… Cuando hay este tipo de sintomatología, el duelo se complica y puede estancarse en alguna de sus fases.
Emociones dolorosas: la vergüenza y la culpa
En un duelo es normal sentir rabia y tristeza, es totalmente adaptativo y necesario para acostumbrarse a una nueva realidad sin la persona fallecida. Pero sentir culpa y vergüenza puede ser el inicio de un duelo no resuelto. La culpa se suele sentir por no ser nosotros los que morimos, junto con pensamientos repetitivos y obsesivos en torno al “y si…” o al “tendría que…” (y si no hubiera subido al tren / y si no le hubiera insistido en venir / no tendría que haberle dicho esto o aquello, tendría que haberle ayudado a cuidarse, tendría que haberle prestado más atención…).
La vergüenza surge ante la sociedad que sigue su vida, por ser “diferentes” o por no querer mostrar nuestros sentimientos en público. Ambas emociones pueden bloquear la resolución de la pérdida, no solo a nivel mental, sino a nivel sensoriomotor (corporal), dejando en el cuerpo memorias no conscientes que bloquean el proceso de duelo.
El odio
Otra emoción que puede dificultar la resolución del duelo es el odio, sobre todo si es por un accidente, un acto terrorista o un asesinato. El odio hacia quien comete la injusticia bloquea el avance en las fases del duelo, dejando a la persona anclada en el pasado y, junto con ello, en el dolor.
¿Qué se puede hacer para superar la muerte?
Para decir que una persona ha superado la muerte de un ser querido, ésta debe llegar a la aceptación de la pérdida. Los duelos suelen tener una serie de fases no lineales (aunque normalmente sí se dan de manera secuencial), pero es habitual que haya retrocesos o mezcla de emociones. Por motivos didácticos, las expondré en serie: negación, rabia, tristeza, negociación y aceptación.
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1. Negación de la realidad
La primera de ellas es, como el propio nombre indica, negar la realidad, no creer lo ocurrido. Esto se produce porque el alto impacto emocional de la pérdida sería insoportable a un nivel consciente, por lo que nuestra mente utiliza esta defensa para amortiguar el golpe de la noticia, al menos momentáneamente.
2. Rabia, tristeza y negociación
Después se pasaría a la rabia, seguido de la tristeza y la negociación (negociar con la vida la nueva realidad presente, empezar a asumir a la persona en el pasado, ver la nueva forma de vivir, etc.) para finalmente acabar aceptando que ya nada es como antes.
Como he dicho, las fases pueden mezclarse entre ellas, esto es normal, lo que resulta patológico o preocupante es quedarse anclado en una de las fases, como puede ser la persona que años más tarde sigue preparando la mesa al fallecido como si aún estuviera entre nosotros (esto sería una negación de la realidad).
3. Aceptación y esperanza por seguir viviendo
Para poder superar una pérdida tenemos que asumir un papel activo como agentes de nuestro propio cambio mental para poder pasar del dolor a la esperanza por vivir.
Terapia: procesos que nos ayudan a superar el duelo severo
Por esto a los psicólogos nos gusta más hablar de “actividades” del duelo en lugar de fases o etapas. Si sientes el dolor de una pérdida, sigue los siguientes consejos:
1. Expresar el dolor
Ser positivos está bien y puede ayudar a pasar el duelo, pero la muerte, al menos en nuestra cultura, duele. Es fundamental expresar las emociones que no nos producen placer, estas son la rabia, el dolor, la culpa, la tristeza, la soledad… De modo que liberemos a la mente y el cuerpo de contenerlas sin expresarlas. Para superar una emoción, debemos darnos el derecho a reconocerla, nombrarla, sentirla y vivirla. Solo de este modo pasará. Busca un lugar y un momento para recordar al fallecido, para sentir su falta, para llorar su ausencia. Duele, pero sana.
2. El péndulo
Bien es cierto que hay que expresar las emociones negativas, pero debemos seguir viviendo la vida. Es por ello que debemos hacer el ejercicio del péndulo, donde se pasa de un estado de tristeza a otro de vitalidad. Ni debemos quedarnos en un extremo ni en el contrario. Hay que llorar la muerte pero también seguir disfrutando (como mejor se pueda en los primeros momentos) de las cosas buenas. Muchas personas sienten que no tienen derecho a sentir emociones como la alegría o el alivio, pero si surgen, hay que experimentarlas.
La muerte nos trae ambivalencias y conflictos mentales, aceptarlos y experimentarlos, al igual que en el punto anterior, es el primer paso para superarlos. No te juzgues, simplemente siente.
3. El homenaje y los apoyos
Rendir un culto a los fallecidos ayuda a mentalizarse que lo ocurrido es un hecho. Es por ello que, en las grandes catástrofes o en los asesinatos, vemos cómo se hacen homenajes a nivel social. Lo mismo ocurre en los entierros o los velatorios, son lugares que nos ayudan a asumir lo ocurrido. También se puede hacer un homenaje más privado, en la soledad, pero recordemos que, aunque nos apetece estar solos, la gente de confianza es una ayuda para seguir adelante.
4. Hacer una narrativa coherente de lo ocurrido
El cerebro humano necesita entender y lo hace a través de las historias, las metáforas y los cuentos. Es por ello que para poder superar lo ocurrido debemos darle un sentido y crear una historia coherente. Hablar de ello, buscar explicaciones, juntar los hechos, formular una narrativa que junte pasado, hechos traumáticos, hechos felices y futuro, ayuda a superar lo ocurrido. Incluso se puede escribir en forma de pequeña novela.
La clave es no solo recordar lo negativo, sino toda la historia, con los buenos recuerdos y los malos, para no idealizar al fallecido ni quedarse con el momento de su muerte (o del entierro, velatorio, etc.).
5. Adaptarse a la nueva vida
Asumir que la otra persona se ha ido incluye asumir que hay roles que ya nadie hará o que deben ser asumidos por otras personas, que nuestras vidas van a cambiar porque alguien tiene que hacer lo que el fallecido realizaba. También hay que asumir cambios internos, crecimientos y pérdidas, duelos de expectativas futuras y recuerdos pasados.
6. El adiós no es el olvido
Hay que despedirse del fallecido, pero no olvidándole, sino recolocándole en nuestra vida de alguna manera. Debemos encontrar formas para llevar dentro de nosotros a la persona que se ha ido al mismo tiempo que seguimos viviendo y avanzando. El recuerdo puede producir nostalgia, pero cada persona que pasa por nuestra vida nos deja una señal, una enseñanza. Darse cuenta de ello ayuda a respetar su vida, su muerte y su recuerdo.
7. La terapia EMDR, la sensoriomotriz y la hipnosis
Especialmente en duelos traumáticos es importante acudir a terapia. Si ves que aún haciendo todo lo anterior no consigues superar la pérdida de tu ser querido, igual es el momento de pedir ayudar a un profesional. La terapia EMDR, la sensoriomotriz y la hipnosis son técnicas contrastadas que te ayudarán a superar tu dolor. Pregunta a tu psicólogo de confianza.