Desde el año 2020 hemos vivido una serie de acontecimientos que nos pueden provocar miedo y mucha incertidumbre; y es que gracias a la evolución científica y tecnológica nos creíamos a salvo de enfermedades y otros peligros.
En los últimos meses, los casos de ansiedad y depresión se han multiplicado considerablemente, por no mencionar los trastornos mentales que están proliferando en nuestra sociedad o el incremento del número de suicidios (un tema del que aún se habla muy poco). En el Centro MOMA observamos a diario que las familias están teniendo muchas dificultades para manejar todo esto: surgen nuevos conflictos o se recrudecen los que ya veníamos arrastrando, la convivencia se hace complicada, nos sentimos asfixiados, nuestros hijos necesitan nuestro consejo y protección y las parejas discuten más a menudo... ¿Estamos perdiendo la ilusión de vivir?
No vamos a entrar en verdades o mentiras, ni en culpables o inocentes, tampoco en causas o soluciones, nuestro objetivo como centro de atención y apoyo terapéutico a las familias, es el de aportar recursos para poder hacer frente a una realidad que no deja de sorprendernos.
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La capacidad para afrontar las crisis está en nosotros
Se tambalea acaso nuestro mundo... ¿Antes, años atrás, no lo hacía, éramos acaso más felices, o creíamos que lo éramos? Parece que nuestro mundo cambia y se mueve a una velocidad de vértigo, y lo peor de todo es que nos sentimos muy vulnerables y desvalidos. ¿Quién nos va a proteger de todas estas amenazas?
La humanidad ha vivido, sin embargo, otros “annus horribilis” con anterioridad: en el año 542 se desató una epidemia que hizo desaparecer a casi una cuarta parte de la población mundial, en 1918 se expandió la peste española (llamada así porque sólo se informaba de ella en España) y se cobró la vida de más de 40 millones de personas, y por si fuera poco, esta última se produjo tras la 1ª Guerra Mundial.
También hemos vivido desastres naturales, como el que se produjo en el año 1600 al entrar en erupción un volcán en Arequipa, provocando una tremenda hambruna.
Es todo un reto digerir todo esto y sobre todo aprender a gestionarlo. ¿Por qué nos cuesta tanto? ¿Por qué nos sentimos sobrepasados? No vamos a quitarle gravedad al asunto, vivimos tiempos de gran convulsión y las situaciones cambian y evolucionan muy rápidamente.
Es complicado asimilar todo lo que está pasando por varias razones. Por un lado, la Inteligencia Emocional no está en el temario en la mayoría de los centros educativos; Los planes de estudio siguen dando prioridad a los conocimientos técnicos frente a la educación sentimental, cuando en el arte de educar está implícito el inculcar valores.
Por otro, los seres humanos buscamos la seguridad, pues nos aporta una (falsa) sensación de control sobre nuestra vida y sobre nuestro mundo; sin embargo, el paso por nuestra existencia está marcado por imprevistos y por obstáculos de principio a fin. Como dijo Jodorowski: “lo único que permanece es el cambio”. Si la vida es cambio, entonces no tiene sentido que le tengamos miedo, pero lo experimentamos porque no nos han enseñado a lidiar con la incertidumbre, porque nos cuesta salirnos del camino establecido, porque somos animales de costumbres. Planteémonos qué es lo peor que podría pasar.
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¿Qué hacer?
Te proponemos que cultives lo siguiente.
1. Aceptación
Hagamos lo que hagamos, los acontecimientos sobre los que no tenemos control seguirán produciéndose, por lo que no tiene sentido resistirnos o luchar contra ellos. Más bien lo inteligente sería procurar ponerlos a nuestro favor, sacando lo positivo en el caso de que sea posible.
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2. Confianza
¡Qué difícil es confiar cuando no tienes garantías de nada! ¿Cómo estar tranquilo cuando nadie nos ofrece certezas? Podríamos tal vez confiar entonces en la vida, que a veces nos sorprende para bien. Puede que no tengamos fe en nada ni en nadie, pero al menos siempre podremos confiar en nosotros mismos, en nuestras capacidades, en encontrar refugio en nuestro interior.
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3. Calma
Se hace complicado controlar la mente, pues suele acelerarse y volverse imparable. Este ritmo de vida supersónico no nos ayuda, la inmediatez y la prisa son malas compañeras, el ruido ambiental e interno nos impide lograr serenidad. Proliferan como la espuma las aplicaciones para aprender a meditar y es que a veces se nos va de las manos...
4. Cuidar nuestro lenguaje y cuidar de los nuestros
Tendemos a hablarnos a nosotros mismos de modo negativo o severo, debemos aprender a seleccionar nuestros pensamientos porque “nuestro lenguaje es nuestro mundo y, por tanto, nuestra realidad”, si nos hablamos con más cariño y con más esperanza, podremos modificar dicha realidad, pero además supone otro efecto positivo y es que transmitiremos a nuestros seres queridos serenidad, confianza y buenas vibraciones, lo cual se vuelve más necesario en estos momentos que estamos viviendo. No somos conscientes del influjo que tenemos sobre nuestras personas cercanas.
Cuidemos especialmente lo que les transmitimos a nuestros hijos, ellos no tienen aún la capacidad de asimilar determinados acontecimientos, adaptemos la información a su edad y grado de madurez y procuremos no tenerles sobre-informados, es importante generarles un sentimiento de esperanza. Evitemos trasladarles la idea de un futuro catastrófico, se les puede explicar lo que sucede, pero arropándoles con un sentimiento de seguridad y de protección, que comprendan que todo es pasajero. Es necesario que filtremos la información que les facilitamos.
5. Entender que todo pasa
Después del caos siempre llega la tranquilidad; mientras tanto, hemos de aprender a tener paciencia para sobrellevar los momentos difíciles.
6. No centrarnos en lo negativo, dedicar tiempo a ayudar a los demás
Esto nos permitirá desconectar de nuestros miedos y problemas, que a veces convertimos en obsesiones continuas, y nos hará sentirnos más unidos. Frente a las personas que hacen el mal hay otras muchas que realizan buenas acciones y luchan por un mundo mejor. Piensa en maneras de colaborar y aportar tu granito de arena.
7. Cuidarnos física y mentalmente
No solo nos alimentamos de comida, sino también de emociones, pensamientos, de la naturaleza, de buenas conversaciones, de risas... Pregúntate cuándo fue la última vez que te reíste a carcajadas.
8. Imaginemos sueños y metas
El futuro está en blanco, todo puede pasar. Sigamos planeando momentos bonitos y actividades divertidas.
9. Es importante no estar siempre pendiente de las noticias
Lo que nos cuentan los medios de comunicación no es lo único que sucede en el mundo y existen muchos enfoques a tener en cuenta.
10. Si te sientes sobrepasado o con ansiedad, reconócelo
Hacerlo no es signo de debilidad, sino de fortaleza. Procura canalizar esos sentimientos, como la tristeza, mediante actividades como la escritura, hablar con algún amigo, dibujar, correr, hacer ejercicio o llorar (busca lo que a ti te funcione).
A modo de conclusión...
Al final, en cualquier situación dura que nos ofrezca la vida, la clave está en nuestra fortaleza interior.
Si aún siguiendo estas recomendaciones sientes que no puedes o no podéis afrontarlo solos en casa, podéis contactar con nosotras en nuestro Centro de atención familiar MOMA, donde estaremos encantadas de atenderos. Os mandamos mucho ánimo.