El mundo de las fobias siempre entraña problemas muy específicos que, a pesar de afectar a muy pocas personas, pueden convertirse en auténticas pesadillas. El caso de la epistaxiofobia es un ejemplo de esto, ya que en ella, lo que produce un miedo intenso es algo que no suele estar entre nuestras preocupaciones habituales, los sangrados de nariz, o hemorragias nasales.
En este artículo veremos qué es la epistaxiofobia, cuáles son sus síntomas y causas, y de qué manera intervienen en esta clase de trastornos los psicólogos a través de la psicoterapia.
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¿Qué es la epistaxiofobia?
Tal y como hemos visto de manera anticipada, la epistaxiofobia puede ser resumida como un miedo extremo a las hemorragias nasales, normalmente propias.
Eso sí, para que se trate de una auténtica fobia, esta alteración tiene que ser lo suficientemente intensa y persistente como para que dañe significativamente la calidad de quien sufre esta clase de experiencias. ¿Cómo se determina esto? La persona que vive estas crisis de miedo o ansiedad puede decidir si esa experiencia la hace más infeliz o no, pero en última instancia son los profesionales de la salud mental quienes realizan el diagnóstico.
Por otro lado, en el diagnóstico esta clase de vivencias no cuentan con un nombre oficial, dado que hay una cantidad prácticamente ilimitada de fobias, y es por ello que muchas de ellas se engloban bajo el concepto de fobia específica. Este es el caso también de la epistaxiofobia.
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Síntomas
Las fobias son una clase de trastornos de ansiedad, y por eso la mayoría de síntomas de la epistaxiofobia están vinculaos a este fenómeno. Estos síntomas pueden ser divididos en tres tipos: fisiológicos, cognitivos y conductuales.
Entre los fisiológicos destacan la aceleración de la tasa respiratoria, el aumento de la presión sanguínea, los temblores, las náuseas y mareos, el sudor frío y la palidez.
Por otro lado, en los síntomas de tipo cognitivo se da la ideación de catástrofes (imaginarse el peor escenario posible) la imposibilidad de dirigir la atención lejos de lo que da miedo, y la creencia de que se está indefenso ante el peligro.
Finalmente, en los síntomas conductuales de la epistaxiofobia están las conductas de huida y evitación, es decir, las acciones dirigidas a evitar el riesgo a un sangrado de nariz o a exponerse que el resto de personas lo vean.
Causas
Tal y como ocurre con todos los trastornos de ansiedad de este tipo, la epistaxiofobia no tiene una sola causa que esté presente en todos los pacientes con esta fobia, sino que hay una multiplicidad de factores que pueden llevar al desarrollo de esta alteración.
Es muy común que aparezca a raíz de una o más experiencias traumáticas, vividas con especial intensidad y que hayan podido dejar una huella importante en la memoria emocional de las personas.
También es posible que en una proporción relativamente grande de las ocasiones en las que se ha tenido una hemorragia nasal haya ocurrido algo malo, lo cual contribuye a que se deje de ver estas experiencias como algo neutro más allá del inconveniente de perder sangre por la nariz durante un momento.
Por otro lado, la presión social y la posible pérdida de aceptación por parte de los demás pueden resultar sobredimensionadas y constituir la principal fuente del miedo.
En cualquier caso, tanto en esta como en el resto de fobias uno de los agravantes de las crisis de ansiedad experimentadas por esta alteración es la previsión de que se van a manifestar los síntomas de la fobia. Es decir, que la existencia del trastorno se alimenta a sí misma, creándose un círculo vicioso capaz de hacer que por mucho que pasen los años todo siga igual.
Tratamiento de este trastorno
La epistaxiofobia no tiene un tratamiento específico, sino que en él se aplican los mismos procedimientos utilizados en la mayoría de las fobias: exposición, desensibilización sistemática y reestructuración cognitiva. Eso sí, en este caso es complicado causar hemorragias verdaderas, de modo que se simulan (o bien se trabaja con exposición mediante la imaginación).
La idea es ir haciendo que la persona se acostumbre a exponerse a lo que le da miedo en un ambiente controlado, bajo la supervisión del terapeuta y siguiendo una curva de dificultad ascendente que evite que el paciente se frustre. De esta manera, la persona se acostumbra cada vez más a enfrentarse a lo que le causa temor, y al ver que no pasa nada malo al tratarse de una situación controlada y un nivel de dificultad asumible, se van produciendo progresos.
Al final del tratamiento los síntomas habrán disminuido significativamente, y aunque probablemente no llegarán a desaparecer del todo, sí dejarán de ser un problema importante y que impida llevar una vida normal.