A pesar de ser un fenómeno de tremenda magnitud, del suicidio no se habla. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, cada 40 segundos una persona acaba quitándose la vida, es decir, alrededor de 703.000 personas al año. El número es todavía mayor si pensamos en los cientos de miles de tragedias que esto supone, tanto para quien se suicida como para su círculo familiar y de amistades. Ante tales cifras, es entendible que muchas personas cercanas a alguien vulnerable consideren que llamarse al silencio es una buena estrategia preventiva. Sin embargo, al evitar hablar del tema por miedo a “suscitar ideas”, en verdad están guiando su conducta por un mito acerca del suicidio, lo que solo consigue invisibilizarlo un poco más.
Esto es habitual en padres quienes hayan oído a sus hijos adolescentes amenazar con quitarse la vida. Su situación también es compleja ya que, muchas veces, a pesar de tener buenas intenciones, no comprenden cuál es el sufrimiento que le resulta intolerable a su hijo, o no saben de qué forma podrían ayudarle. Pero las estadísticas, más que asustarnos, han de ponernos en estado de alerta para desarrollar estrategias preventivas. Es por ello que en este artículo describiremos los aspectos básicos acerca del suicidio que deben conocer las personas cercanas a un adolescente en riesgo, y las estrategias de prevención del suicidio en adolescentes más relevantes a considerar.
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El suicidio en la adolescencia
Aunque los casos de suicidio en adolescentes vayan en aumento —de acuerdo con UNICEF, en los últimos 30 años se han triplicado—, esto no quiere decir que se trate de un problema nuevo, generacional ni netamente epocal. Recuperamos esto ya que los adolescentes que amenazan con quitarse la vida no siempre lo dicen a la ligera. Y es que decir o pensar “me quiero morir” no configura un nuevo término parte del vocabulario de los jóvenes de hoy en día, sino que podría tratarse de un pedido de ayuda auténtico. Es por ello que los padres deben apuntar a ser lo más validantes posibles con el sufrimiento de su hijo, aún sin comprender los motivos subyacentes a ese dolor, aún sin saber cómo actuar para ayudarle.
¿Esto quiere decir que todos los adolescentes que han dicho o pensado frases como ésta han querido suicidarse? No, en lo absoluto. La mayoría no lo hace, y el hecho de haber tenido el pensamiento ocasional de querer acabar con la propia vida no supone, según informa la OMS, un hecho anormal. Tampoco supone un argumento para descuidarse: nueve de cada diez personas que acaban quitándose la vida avisaron a sus seres queridos previamente de forma explícita, por lo que siempre es importante, como padres o amigos de una persona en riesgo, estar dispuestos a escuchar y a hablar del tema, incluso desconociendo cómo prevenirlo.
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¿Por qué algunas personas consideran el suicido?
Para poder comprender las estrategias de prevención del suicido en la adolescencia es importante que los padres y amigos cercanos sepan, a grandes rasgos, por qué un joven puede considerar el suicidio como opción. Sabemos que el suicidio es un fenómeno multicausal, por lo cual no es sencillo establecer una causa unívoca para él. La vida de un adolescente puede estar atravesada por un sinfín de problemáticas, algunas más leves y otras graves, como permanecer en vínculos sociales violentos o abusivos, ser víctimas de acoso escolar o bullying, o haber sufrido un abuso sexual. Todos estos podrían constituir factores de riesgo vinculados al suicidio.
Es normal y esperable que estas situaciones desencadenen una respuesta emocional intensa en el adolescente, ya sea miedo, ira, ansiedad o una tristeza. Las emociones tienen una función adaptativa, han tenido un propósito a nivel evolutivo y operan como informantes para que demos respuestas adecuadas al medio ante el cual nos enfrentamos. El problema reside en que, muchas veces, las emociones que vive un adolescente ante tales eventos son tan intensas que no consigue regularlas, y por lo tanto, lleva a cabo conductas concretas que a corto plazo pueden ser efectivas para apaciguar el dolor —como consumir sustancias, amenazar con suicidarse o autolesionarse—, pero a mediano y largo plazo generan consecuencias negativas para sus metas.
En líneas generales, las conductas suicidas no solo son problemas de control de impulsos (ya que muchas veces hay una gota que rebalsa el vaso en ese mar emocional que acaba desencadenando un intento de quitarse la vida), sino que, sobre todo, tienen la función de regular emociones intensas en el corto plazo. La persona que elige suicidarse no lo hace porque no desee vivir más aunque así lo declare, sino porque no desea vivir más con ese dolor tan intenso que nadie parece comprender. La gente que considera el suicidio lo hace porque considera que no cuenta con mejores habilidades para aliviar ese sufrimiento. Por ello, los tratamientos psicológicos para pacientes con conductas suicidas apuntan a la adquisición herramientas necesarias para regular y actuar de maneras distintas ante tal dolor, mientras se hallan metas o valores que orienten una vida que merezca la pena ser vivida.
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Estrategias de prevención del suicidio en la adolescencia
Se trata de un tema sumamente delicado, en el que hay que actuar con la mayor responsabilidad y eficacia posible. Como personas allegadas, no es necesario comprender a fondo el comportamiento suicida para poder responder de forma preventiva frente a la situación, ya que para ello existen profesionales de la salud mental formados en tratamientos muy eficaces para atender a pacientes o consultantes con este tipo de tendencias, como la terapia cognitivo-conductual (TCC) o la terapia dialéctico-conductual (DBT), entre otras con fuerte aval científico. Esto no quiere decir que desde el lugar de familiar o amigo no se pueda hacer nada para ayudar, sino todo lo contrario. La red de apoyo es de vital importancia para revertir esta situación. Las estrategias que sí pueden poner en práctica las personas cercanas frente a una situación de riesgo son las siguientes:
1. Validar el sufrimiento del adolescente
Ésto hará que sienta que su dolor, sea cual fuere, es aceptable y tiene un sentido de existir. Jamás hay que decirle a una persona en riesgo que su problema no es para tanto o ya se le pasará. Aunque existan buenas intenciones detrás de estas frases, no reconocen ni empatizan con el padecer del adolescente, lo cual podría agravar el problema. En su lugar, es mejor señalar que el dolor que siente es válido, que por tener esas emociones y pensamientos desagradables no significa que está volviéndose loco/a, sino que son señales de que está pasando por un momento difícil y es necesario pedir ayuda profesional.
2. Fomentar la comunicación directa
Preguntar de forma directa al adolescente si alguna vez consideró o considera el suicidio. Lejos de incentivar tal conducta, permitir que el adolescente apalabre su sufrimiento podría ser el primer paso para la prevención.
3. Enfatizar la urgencia de la consulta con un psicoterapeuta y/o médico psiquiatra
Si se detecta que un o una joven está en riesgo de suicidarse, es fundamental que reciba atención por un terapeuta, en un consultorio, centro de salud u hospital cuanto antes.
4. Acompañar en el proceso
El objetivo de los amigos y los familiares es que el adolescente llegue a las manos de un profesional. Es posible que se resista a esto, por lo que la mejor forma de ayudar es contener al chico o chica mientras se le facilita el acceso al espacio en el cual será tratado con el fin de actuar de la forma más rápida posible. Esto podría incluir llamar por teléfono al profesional, averiguar los horarios de atención o estar dispuesto a compaginar las rutinas familiares para asegurar que el adolescente reciba el tratamiento adecuado.
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