El estrés y la ansiedad son problemas cada vez más vigentes en la sociedad actual. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), unos 260 millones de personas en todo el globo padecen algún tipo de problema de ansiedad, ya sea esta transitoria o generalizada.
El trastorno de ansiedad generalizada (TAG) es una entidad clínica especialmente preocupante, pues se estima que hasta un 5% de la población en países de alto ingreso la sufren. La prevalencia a lo largo de la vida es de hasta un 8%, es decir, que hasta 8 de cada 100 personas sufrirán este trastorno a largo plazo en algún momento.
El estrés transitorio es algo positivo, pues se trata de una clara respuesta adaptativa. Cuando nos sentimos estresados, el cortisol liberado favorece la síntesis de glucosa a partir de precursores no glucídicos (gluconeogénesis), suprime el sistema inmune y promueve el metabolismo de grasas, proteínas y carbohidratos. De la misma forma, la adrenalina incrementa la frecuencia cardíaca, contrae los vasos sanguíneos, dilata los bronquios y muchas cosas más. La respuesta es clara: preparar al organismo para la lucha o huída.
A corto plazo, estas hormonas nos preparan para estar lo más activos posibles ante una situación de peligro y responder con la máxima eficacia biológica. La agudeza de los reflejos en estos momentos y la cantidad de energía obtenida por el metabolismo pueden, literalmente, salvarnos la vida. El problema ocurre cuando este estado de alerta pasa de ser transitorio a crónico, pues puede pasarle factura a todo el organismo. Con base en esta premisa, te lo contamos todo sobre el estrés y las somatizaciones.
- Artículo relacionado: "Tipos de estrés y sus desencadenantes"
¿Estrés o ansiedad?
En primer lugar, es necesario sentar unas bases en lo que a estos términos se refiere. El estrés es la respuesta fisiológica inmediata que te acabamos de describir, de instauración rápida y naturaleza efímera. Una vez desaparece el desencadenante exógeno (un ruido fuerte, un susto, un perro ladrando o darte cuenta de que has perdido las llaves), la situación fisiológica del paciente se estabiliza.
Por desgracia, la ansiedad persiste una vez el problema inmediato no está presente. Además, si la sintomatología permanece, la ansiedad pasa de ser un evento fisiológico un poco más prolongado a una patología que debe ser tratada: el trastorno de ansiedad generalizado (TAG). Según el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM-5), publicado por la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), el TAG se caracteriza por los siguientes eventos:
- El paciente presenta una ansiedad importante, preocupación y aprensión durante, al menos, 6 meses.
- Este no puede controlar su preocupación aunque lo intente.
- La ansiedad se asocia a 3 o más de los siguientes síntomas: inquietud, fatiga, tensión muscular, trastornos del sueño, irritabilidad y dificultad para concentrarse.
- El TAG no se debe al abuso de sustancias o al consumo de ciertos fármacos y/o enfermedades fisiológicas.
- La ansiedad ocasiona un malestar clínico significativo que dificulta el desempeño del paciente en el ámbito social y laboral.
Como puedes ver, la línea diferencial entre la ansiedad y el TAG es fina, pero sobre todo radica en la escala temporal en la que se registren los síntomas. Es normal sentirse ansioso unos días antes de recibir la respuesta de una entrevista de trabajo, pero no estar medio año con los síntomas antes descritos.
- Quizás te interese: "Trastornos psicosomáticos: causas, síntomas y tratamiento"
Relaciones entre estrés, ansiedad y somatización
Ya hemos dejado claro que el estrés es transitorio y natural, la ansiedad suele quedarse por más tiempo y el TAG es de naturaleza crónica y se considera una patología. Esto era necesario, pues en realidad, la somatización está mucho más relacionada al TAG que al resto de variantes.
El término “somatización”, en la práctica médica, hace referencia a quejas físicas que ocasionan malestar, en ausencia de hallazgos clínicos que permitan justificar una causa orgánica. Es un motivo muy común de la visita a la atención primaria (hasta el 25% de los casos) y, curiosamente, hasta el 70% de los dolores que presentan estas personas permanecen como una incógnita aún después de la evaluación médica.
Aquí entramos en otro grupo patológico: el trastorno de síntomas somáticos (TSS). Tal y como indica el artículo médico Somatic Syndrome Disorders, publicado en el portal StatPearls, este trastorno se considera tal cuando el paciente presenta los siguientes signos clínicos:
- Síntomas somáticos que dificultan o impiden que el paciente lleve un estilo de vida adecuado. Estos suelen manifestarse en forma de dispepsia (malestar estomacal), dolor abdominal, fatiga, mareos e insomnio y dolor de cabeza.
- Pensamientos, sentimientos y/o comportamientos relacionados con los síntomas somáticos. Estos pensamientos son repetitivos y reportan altos niveles de ansiedad.
- Los síntomas duran por más 6 meses.
El estudio "The Relationship Between Symptoms of Anxiety and Somatic Symptoms in Health Professionals During the Coronavirus Disease 2019 Pandemic" investigó la correlación entre la ansiedad y la somatización en un grupo de profesionales sanitarios (N=606) durante los inicios de la pandemia del virus COVID-19. Se eligió este grupo muestral debido a la intensa preocupación que estos trabajadores sufrían en casi todo momento en el ámbito hospitalario y por lo único de la situación.
Este estudio demostró que más del 20 % de los profesionales sanitarios con síntomas somáticos también presentaban ansiedad o ansiedad generalizada, lo que establece una correlación nada desdeñable entre ambos sucesos.
Por si esto fuera poco, uno de los síntomas más claros del TAG es el dolor de tripa y los desajustes gastrointestinales. Los dolores y pinchazos en el estómago son unos de los primeros signos ante un cuadro de ansiedad, ya que se producen contracciones peristálticas y movimientos musculares innecesarios como respuesta al desajuste fisiológico. El paciente no tiene una úlcera ni un tumor, pero es el propio estrés y ansiedad el que le está provocando los dolores que tanto le preocupan.
¿Existe una correlación?
Para que un trastorno de síntomas somáticos (TTS) tenga lugar, el paciente debe presentar pensamientos repetitivos con respecto a sus dolores y estos reportarle cierto grado de ansiedad. Este criterio es necesario para el diagnóstico de la patología, así que el estrés y la ansiedad son un requerimiento para que el TSS tenga lugar.
Por otro lado, no todas las personas con estrés y ansiedad desarrollan TTS, pero como hemos visto, existe al menos una mínima causalidad entre ambos: la preocupación se manifiesta de forma física y los dolores exacerban la preocupación. Más allá de datos objetivos, queremos cerrar estas líneas con una idea: romper este círculo vicioso es posible, pero siempre con ayuda psicológica. Si sientes dolores persistentes y todas tus analíticas y pruebas han salido bien, quizá tu respuesta se encuentre en el ámbito psiquiátrico.