Afortunadamente, en los últimos años el concepto trauma ha ido cobrando cada vez más relevancia. Aún así, sigue habiendo mucha confusión sobre qué es y qué no es trauma. En este sentido, sigue habiendo también ideas erróneas sobre las posibles repercusiones que puede llegar a tener tanto la persona como en el entorno que la rodea.
A lo largo de este artículo veremos brevemente qué es el trauma. Esto nos permitirá tener una idea básica pero ajustada sobre el concepto que nos permitirá entender cuál es la relación entre trauma y cuerpo. Además, también abordaremos qué papel juega el cuerpo en la "recuperación" (integración) del trauma.
Asentando las bases: ¿qué es trauma?
Es cada vez más habitual hablar de trauma en nuestra vida cotidiana. De hecho, en muchas ocasiones, se utiliza el término de forma errónea minimizando la gravedad y la profundidad que el término implica. Pocas personas son conocedoras de que el término proviene del griego y significa "herida". Concretamente, en psicología se usa para las heridas emocionales.
En términos generales, se suele asociar el trauma con ciertas experiencias concretas. Sin embargo, lo que genera realmente la herida no es tanto lo que pasó en sí sino cómo lo vivió la persona. Es decir, las situaciones traumáticas son aquellas en las que la persona se siente sobrepasada y sin recursos de afrontamiento.
Indudablemente, hay ciertas situaciones, habitualmente inesperadas, en las que la vida de la persona está en peligro y esto es potencialmente traumático. No obstante, no todas las personas generan un trauma, o desarrollan un trastorno de estrés postraumático, incluso habiendo vivido situaciones similares. La resiliencia tiene un papel elemental.
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¿Todos las heridas son iguales?
Actualmente se defiende la idea de que existen dos tipos de trauma. Por un lado, el trauma tipo I se relaciona con situaciones concretas, eventos puntuales, en los que habitualmente la integridad física de la persona corre un grave riesgo. Por otro lado, en el trauma tipo II, los acontecimientos pueden ser menos graves, pero persistentes, sostenidos en el tiempo. Además, suelen estar vinculados a lo relacional.
La relación entre el trauma y el cuerpo
Para entender la relación entre el cuerpo y el trauma emocional, debemos ir al inicio de nuestro desarrollo. Al nacer, la estructura cerebral que se encarga de la memoria, el hipocampo, no se encuentra completamente desarrollada. No es hasta los dos años y medio o tres años que acaba de desarrollarse. En este periodo, todo lo que vivimos se graba en nuestro cuerpo.
Puesto que no hay lenguaje todavía, y cuando lo hay es muy básico y se está aprendiendo, estas memorias se graban en forma de sensaciones físicas. Es nuestro cerebro más primitivo, el reptiliano, quien procesa esta información de forma inconsciente. Nuestro cuerpo recuerda todo lo que hemos vivido, aunque conscientemente no seamos conscientes.
En algunos momentos del presente, nuestro cuerpo puede reactivar emociones y sensaciones del pasado de forma automática e inconsciente. Cuando nuestro organismo identifica situaciones relativamente similares a las que generaron la herida, nuestro sistema nervioso autónomo se activa para responder al peligro mediante la huida, la lucha o el colapso.
Habitualmente observamos que las personas con trastorno por estrés postraumático presentan una sintomatología muy relacionada con la hiperactivación del sistema nervioso autónomo de forma crónica, entre otros factores. Su organismo no registró que el peligro se acabó y sigue intentando hacerle frente, aunque la amenaza ya no esté.
Inicialmente mencionamos que el trauma se genera cuando los recursos de afrontamiento de la persona se ven sobrepasados. Esto está muy relacionado con la respuesta de colapso del sistema nervioso autónomo. Toda la energía que no se ha podido descargar en forma de respuesta ante el peligro queda atrapada en el cuerpo y genera secuelas.
La importancia del cuerpo en la integración del trauma
En algunas ocasiones, aunque no siempre, nuestra mente intenta «olvidar» la experiencia traumática. En este sentido, es habitual encontrarse con personas que minimizan lo que han vivido y que, incluso, no recuerdan nada. Cuando esto pasa, nuestra mente está intentando protegernos del dolor.
Sin embargo, como nuestro cuerpo guarda la memoria traumática intentará constantemente liberarse de la energía estancada y sus efectos nocivos. Nuestro organismo tiene una tendencia natural hacia la sanación tanto física como emocional. Con esto en mente, es más fácil comprender que mucha sintomatología física puede estar relacionada con el trauma.
La somatización puede manifestarse de muchas maneras y variar en diferentes momentos de la vida y, por supuesto, entre las diferentes personas. A continuación se mencionan algunas de las expresiones físicas relacionadas con el trauma más habituales:
- Dolores musculares recurrentes, inespecíficos y/o sin causa orgánica.
- Estado de hiperalerta e hipervigilancia.
- Alteraciones en los patrones del sueño y/o la alimentación.
- Problemas digestivos y/o gastrointestinales.
- Alteraciones en las conductas sexuales.
- Sintomatología disociativa.
- Enfermedades autoinmunes y otros problemas de salud a largo plazo.
Terapia con enfoque somático
La terapia somática se centra en el cuerpo, partiendo de la base de la conexión cuerpo y mente. Es decir, utiliza tanto herramientas de la psicoterapia como de las terapias físicas para ofrecer una abordaje holístico. Mediante la aplicación de dichas técnicas, se pretende ayudar a facilitar la liberación de la energía y la tensión estancada en el organismo.
Hay diversas propuestas de terapia somática. En general, se centran en generar herramientas para que la persona aprenda a regular su sistema nervioso y dejar de estar permanentemente en modo lucha, huída o colapso. Además, genera consciencia emocional y corporal que permite atenderse compasivamente y, así, la experiencia traumática se va integrando.
Este enfoque se puede integrar dentro de otros tipos de psicoterapia. Si bien es cierto que es una de las propuestas más empleadas en el abordaje del trauma, desde la terapia somática se permite abordar otras dificultades físicas y emocionales. Es elemental que el/la profesional esté formado, acreditado y capacitado para trabajar desde el enfoque somático.
