El miedo a la toma de decisiones es algo común, puesto que decidir es algo que hacemos prácticamente cada día y siempre hay cierto temor a equivocarnos o no estar a la altura de lo que hemos escogido.
En muchas ocasiones esta indecisión se soluciona dejando pasar un poco de tiempo, meditando más profundamente y obteniendo un poco más de información para acabar de decidirse.
Sin embargo, a veces puede convertirse en un verdadero problema, una situación de duda constante que nos atrapa, limitando nuestras vidas al no tomar la decisión de decantarnos por un camino u otro. Adentrémonos en esta curiosa pero problemática situación de titubeo.
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Miedo a la toma de decisiones
Tomar decisiones no es una tarea sencilla, especialmente si tenemos que decidir sobre algo muy importante. Toda decisión trae consigo consecuencias y, aunque siempre queremos que sucedan cosas buenas, no siempre es así. Por eso es normal tener un poco de miedo antes de decidir en un asunto, por temor a equivocarse y que lo que venga consigo después pueda perjudicarnos tanto a nosotros como a terceras personas.
Pero la vida está llena de decisiones. Tenemos que decidir cambiar de trabajo o seguir en uno que nos quema pero nos da estabilidad económica. Tenemos que decidir entre tener hijos o esperar unos cuantos años más. Tenemos que decidir, y en muchas cosas. Por esto es tan importante aprender gestionar el miedo a la toma de decisiones, aprender a manejar la incertidumbre propia de nuestras vidas y afrontar las situaciones con más calma y mayor seguridad.
Algunos llaman al miedo a la toma de decisiones como “decidefobia”. No se trata de un término académico que haga referencia a una fobia específica, puesto que no lo es. Es simplemente la situación en la que tenemos miedo, casi temor, a tener que enfrentarnos en una situación en la que tenemos que escoger entre dos o varias opciones, las cuales pueden suponer una decisión trascendental en nuestras vidas. Esta situación genera ansiedad, estrés y, en caso de vivirse con mucho malestar psicológico, se puede decir que adquiere matices psicopatológicos.
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¿Qué implica el miedo a la toma de decisiones?
En la toma de decisiones siempre puede haber cierto componente de miedo, cierto temor a que una vez hayamos escogido una opción, esta resulte ser la equivocada y cuyas consecuencias serán en mayor o menor medida responsabilidad nuestra. Tener que cargar con el peso de la culpa por no haber escogido adecuadamente es algo que no queremos tener que enfrentarnos y, por ello, durante la toma de decisiones aparece este miedo.
Sin embargo, si este miedo es demasiado elevado, impidiéndonos decantarnos por una u otra opción, tenemos un problema. En la vida hay que escoger y, aunque no estemos seguros, tarde o temprano tendremos que decantarnos por una opción. No podemos demorar más la decisión porque, de lo contrario, puede que la situación actual empeore, haciendo que las opciones antiguas ya no sean válidas y sean sustituidas por unas nuevas, lo cual nos puede hacer adentrarnos en una nueva situación de indecisión.
El miedo a la toma de decisiones puede ser tan elevado que lleguemos a evitar de forma exagerada tener que tomar una decisión. Ponemos en marcha una respuesta pasiva, decidiendo esperar a que la situación se arregle por sí misma, confiando en que sea el tiempo quien solucione el problema o que reduzca las opciones originales y nos facilite la toma de decisiones.
Al dejar de afrontar aquello que nos genera miedo pensamos que esta emoción acabará desapareciendo por sí sola, pero realmente esto no es así. El miedo a las consecuencias continua y, aunque creamos que esas consecuencias ya no van a ser responsabilidad, lo cierto es que no escoger es también una decisión y por lo tanto somos responsables de ello. Además, en este caso nos podemos encontrar en una situación peor, en la como no hemos sido nosotros quienes han escogido nos adentramos en una situación de mucha incertidumbre sin saber qué es lo que va a pasar.
Otra de las conductas relacionadas con el miedo a la toma de decisiones es la dilación de la decisión motivada por la idea de que necesitamos obtener más información para decantarnos por una opción. Es cierto que esperar a que tengamos más información sobre un determinado asunto nos puede favorecer, haciendo que tomemos una decisión mejor fundamentada. Sin embargo, también puede pasar que esto sea una excusa, y que realmente el motivo detrás no sea un interés por tener una visión más amplia sino demorar la toma de decisiones escudándose en que todavía no se tiene suficiente información.
Es normal que cuando tenemos que decidir sobre algo muy importante nos quedemos bloqueados. Por nuestra mente van pasando todo tipo de pensamientos negativos y catastrofistas sobre lo mal que puede ir si nos decantamos por un camino u otro, haciendo que el miedo nos paralice y nos lleve a una situación de duda constante, haciendo hesitar sobre absolutamente todas las opciones. Al no saber qué hacer nos quedamos bloqueados, lo cual nos provoca un elevado nivel de ansiedad.
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¿Cómo gestionar esta indecisión?
Si bien sentir un poco de miedo y ansiedad mientras se está tomando una decisión es normal, esto deja de serlo cuando nos imposibilita continuar con nuestras vidas por completo. No nos decidimos, quedándonos bloqueados y sintiendo mucha ansiedad, lo cual supone un problema que se debe aprender a manejar. Son varias las estrategias que nos pueden servir para gestionar el miedo a la toma de decisiones.
1. Identificar ese miedo
El miedo es una emoción necesaria, un sentimiento que nos ayuda a prevenir un peligro. Es natural tenerlo cuando estamos en una situación en la que tenemos que decidir. Sin embargo, si intentamos negarlo, huir de él, este se hará más grande, haciéndonos demorar por largo tiempo nuestra toma de decisiones, trayendo consigo únicamente malestar y potenciales consecuencias negativas a causa de la dejadez.
Hay que escuchar, aceptar, atreverse a sentir y entender ese miedo, sabiendo que lo sentimos porque nos encontramos en una situación en la que tenemos que decidir sobre algo que traerá, como todo en esta vida, sus consecuencias. Escucharlo nos ayudará a comprender su sentido, a saber a qué le tenemos miedo y facilitará que asumamos las consecuencias futuras de nuestra opción.
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2. Aceptar la incertidumbre
La incertidumbre está presente siempre en nuestras vidas. Hay que entender que ante la toma de decisiones hay un cierto grado de control, pero no podemos controlarlo todo puesto que hay circunstancias que escapan de nuestras manos.
Por eso hay que tolerar la incertidumbre, entender que en la vida siempre hay cosas que se escapan de nuestro control y del de los demás. Hay que confiar más en nuestra capacidad para escoger y, también, en nuestra capacidad para afrontar las consecuencias de nuestras decisiones.
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3. ¿Qué es lo peor que puede pasar?
La ansiedad y el miedo presentes durante la toma de decisiones hacen que nuestra mente sea invadida por una lluvia de pensamientos pesimistas. Se nos vienen a la cabeza todo tipo de catástrofes, situaciones en las que no nos queremos encontrar, escenarios que queremos evitar a toda cosa. A veces son tantos los pensamientos que pasan por nuestra cabeza que no nos da ni tiempo para procesarlos.
Una buena forma de afrontarlos es preguntarse “¿Qué es lo peor que puede pasar?” Cuando nos hacemos esta pregunta le podemos poner cara y nombre a nuestros miedos, asociarlos a unas consecuencias concretas y vemos que puede que no sean para tanto y que lo mejor que podemos hacer es tomar una decisión de una vez.
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4. Aprender a sentirse capaz de tomar buenas decisiones
El miedo a la toma de decisiones y la respuesta pasiva de esperar a que sea el tiempo que decida por nosotros puede adentrarnos en una situación muy limitante. Al no vernos capaces de decidir por nuestra propia cuenta corremos el riesgo de perder muchas buenas oportunidades de crecimiento y bienestar, además de atraparnos en una sensación de indefensión sintiendo que lo que nos pasa no depende de nosotros.
En la vida hay que tener muy mala suerte para que todo lo que decidamos nos salga mal. Cierto que hay momentos en los que se cometen errores, pero si se medita profundamente sobre la decisión a escoger esto sucede con menos probabilidad. Por esto hay que aprender a sentirse capaz de tomar buenas decisiones, ser conscientes de que siempre y cuando reflexionemos sobre aquello que vamos a hacer es bastante probable que tengamos más consecuencias positivas que negativas.