Ojos abiertos ante el abuso sexual en la infancia

Un repaso a las señales que ayudan a detectar casos de abuso sexual infantil.

Ojos abiertos ante el abuso sexual en la infancia

En la primera entrega de la serie de artículos dedicados al abuso infantil en la infancia enfatizábamos la sensación de abandono, soledad, oscuridad y embotamiento en la que vive el niño o niña víctima de abusos. En la segunda nos detuvimos en la dificultad para el cuidador de percatarse de lo que está sucediendo, a veces delante de sus propios ojos, ojos que por diferentes motivos resulta muy difícil abrir.

En este tercer artículo nos queremos centrar en las señales que nos permitan ver, que puedan ayudarnos, o al menos orientarnos, a la hora de descubrir si un menor de nuestro entorno esta sufriendo abusos. Conductas, síntomas que cualquier cuidador sensible debería atender y preguntarse que le puede estar sucediendo a ese niño o niña para que se comporte o sienta de esa manera.

La importancia de detectar a tiempo el abuso sexual infantil

En primer lugar, nos gustaría dejar constancia de que, en muchas ocasiones, más de las que se cree, el niño intenta o suele hablar de lo sucedido y contarlo, pero también es cierto que dicha llamada de socorro igual no es suficientemente explícita y sus mensajes llegan a través del juego, de dibujos, o también en intentos de contar.

Pero, incluso si se llega a contar, muchas veces es desoído, no atendido, o minimizado, o se pone en duda su historia, por lo que dicha llamada es pocas veces recogida por los cuidadores, tal y como relatábamos en el artículo anterior.

Destacar igualmente que, según las cifras ofrecidas en diferentes estudios, solo entre el 2% y 8% de los niños mienten a la hora de contar que han sufrido algún tipo de abuso sexual. Por lo tanto, nos deberíamos preguntar; tanto cuidadores, como profesionales y juristas, si estamos ante ese raro como mucho 8%.

Así pues, creer al niño en principio no es ninguna estupidez, y escudarse en los habituales: “cosas de niños”, “los niños tienen mucha imaginación”... no deja de ser una actitud cómoda que minimiza y evita hacerse responsable de lo que está sucediendo, con consecuencias funestas, pues se convierten en un trauma secundario al propio a abuso y que hace que la confusión aumente y que la capacidad de contar lo sucedido por parte de la víctima quede dañada para siempre.

¿Cómo detectar las señales?

Evidentemente no esperamos encontrar las mismas señales en niños de preescolar que en los de primaria o los adolescentes.

En el caso de los niños muy pequeñitos y dada precisamente la dificultad de los mismos de tener una mínima consciencia de lo que sucede, debemos estas atentos a signos físicos que, aunque no son muy comunes, es bueno investigar, del tipo: enrojecimiento, erupciones o hinchazón en el área genital, infecciones de orina y similares, así como la irritabilidad o el ánimo decaído. A veces encontraremos somatizaciones persistentes como dolores crónicos de cabeza o de estómago.

En cualquier caso, en estas edades, una de las señales más comunes es la sexualización excesiva de la conducta y del lenguaje, como adoptar posturas sexualizadas, presentar una actitud sexual con sus juguetes y/o hablar y dar detalles de aspectos sexuales, o dirigirse a los demás de manera sexualizada.

Entre los 6 y 12 años es esperable encontrar los mismos signos fisiológicos antes mencionados que abarcarían aspectos como: dolor, sangrado, secreción u otro trauma físico en genitales, ano o boca, infecciones genitales en niñas o enfermedades de transmisión sexual, dolor recurrente al orinar o defecar, o incluso, dificultad al tragar.

Sin embargo, las señales más frecuentes son psicológicas. El niño de pronto comienza con pesadillas o insomnio sin explicación aparente. Se muestra distante o distraído en situaciones extrañas. Aparecen cambios repentinos en el apetito (aumento o disminución), así como en el humor; ira, miedo, inseguridad, retraimiento, etc. En ocasiones deja pistas que propicien en el entorno conversaciones de contenido sexual. Muestra miedo nuevo o inusual a ciertos lugares o personas. Se niega a hablar sobre secretos que comparte con algún mayor. Escribe, dibuja, juega o sueña con imágenes sexuales o aterradoras. Habla de un amigo nuevo mayor con el que se ha encontrado. De pronto, sin motivo aparente, tiene dinero, juguetes u otros regalos. Se ve a sí mismo o a su cuerpo como repulsivo, sucio o malo. Presenta comportamientos, lenguaje y conocimientos sexuales propios de los adultos.

En la adolescencia se suele tomar una mayor conciencia de lo que ha sucedido y/o está sucediendo. Es una etapa en la que vuelve a tomar protagonismo el egocentrismo propio de etapas más infantiles y se van a apropiar de la responsabilidad y culpa de lo sucedido, generando y aumentado la vergüenza y el rechazo hacía sí mismo. El inicio de relaciones amorosas puede ser un activador de la experiencia traumática, pudiendo llevar conductas de evitación y miedo extremo a las relaciones sexuales o en otras ocasiones a conductas de riesgo, donde se utiliza la sexualidad como medio de recibir afecto y atención.

En ocasiones, los mismos cambios propios de la adolescencia a nivel madurativo favorecen o propicina que se generen denuncias y se intente poner limites a esa conducta abusivo. Esto siempre es más fácil si cuentan con un compañero que les apoya y les comprende, con un entorno de seguridad o con un apoyo terapéutico adecuado.

¿Qué hacer?

Si se observa la más mínima señal de sospecha, puede ser el resultado de abuso sexual o de otro problema en la vida del adolescente. Tomémonos tiempo para hablar y busquemos ayuda. Si reconocemos varios indicadores en un adolescente que conocemos o si el adolescente revela que ha sido víctima de abuso sexual, llamemos a la policía o a los servicios de protección infantil y busquemos ayuda de inmediato.

En el caso de los adolescentes, obviamente, pareciera esperable poder indagar de manera más abierta sobre lo que está ocurriendo, pero la experiencia demuestra que la confusión y obscuridad propia de otras edades de la infancia, sucede también en la adolescencia, por lo que no podemos conformarnos con que el adolescente no cuente o niegue que esté sucediendo nada con él.

Contarlo muchas veces es el inicio de un nuevo infierno, el sistema familiar se puede tambalear, la vulnerabilidad de uno queda al descubierto en una etapa muy compleja. Así que no es nada inverosímil que se desdigan de lo dicho ante la visibilidad que genera su denuncia, visibilidad cargada de tensión e incomprensión, algo que es muy difícil de manejar. Por lo tanto, es comprensible que negarlo sea una vía para que acabe la presión, la visibilidad, el dolor. En consecuencia, una negación no nos debe relajar y acomodarnos ante el "ah, no ha ocurrido, menos mal".

Es por eso que debemos tener en cuenta todas las variables y sobre todo una mirada empática y reflexiva que vaya más allá de nuestro asombro y miedo. Señales que podemos encontrar: señales de depresión o ansiedad, comportamientos autodestructivos, pensamientos o intentos de suicidio, abuso de drogas y alcohol, promiscuidad sexual, huida de casa, miedo a la intimidad o cercanía, dinero extra o regalos sin explicación, etc.

Todas estas señales obviamente no siempre tienen una relación directa con un abuso sexual y pueden ser secundarias a muchos otros eventos traumáticos, decir simplemente que, en muchas ocasiones, ante la sospecha, pueden resultar elementos clarificadores. Ya atenderlas y prestarles atención, sea cual sea la causa, puede ser el inicio para salir de una situación que escapa a su control.

En cualquier caso, nadie, ningún cuidador debería enfrentar solo este tipo de situaciones. Recordemos que el abuso sexual siempre se produce en un contexto de aislamiento para el niño o adolescente. Es por ello que recomendamos encarecidamente hablar siempre con alguien de confianza, pedir consejo y ayuda terapéutica especializada y educarse sobre abuso sexual infantil mediante los recursos existentes en su área de residencia.

Es bueno tener en cuenta las señales detalladas en este artículo, así como sentirse cómodo a la hora de hablar sobre el tema. La mayoría de las veces el niño no revelará lo sucedido a la primera, e incluso evaluará la actitud del adulto a la hora de contar. Si este le trasmite calma y confianza será más fácil el contarlo. A veces revelar un abuso lleva al niño semanas, meses o incluso años. Sea como fuere, para ello tenemos que tener una comprensión razonable de la sexualidad, así de las etapas de desarrollo sexual en lo niños y adolescentes según edades y mostrarnos siempre calmados, seguros y empáticos con la víctima.

Autores: Javier Elcarte & Cristina Cortés, psicólogos especialistas en trauma. Fundadores y directores de Vitaliza.

Equipo de profesionales interdisciplinar comprometidos con una visión integral de la psicología teniendo en cuenta la relación mente-cuerpo. Cuenta con especialistas formados en los últimos avances en neurociencia, neuropsicología e integración emocional: neuropsicólogos, psicólogos, psiquiatra, sexóloga, terapeuta de juego, terapeuta ocupacional, etc. Además de participar el la intervención psicológica, imparten periódicamente cursos y supervisiones en las especialidades de Neurofeedback, Mindfulness, Apego y trauma. Sus servicios van dirigidos tanto a adultos como a la población infanto-juvenil, abarcando desde el reequilibrio emocional hasta la resistencia al estrés, pasando por la salud mental perinatal, la terapia de pareja, la superación de adicciones, la rehabilitación cognitiva y los programas de entrenamiento en excelencia.

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