A día de hoy, internet es esencial para el desarrollo tanto individual como global en todos los ámbitos de la sociedad, desde el entretenimiento hasta el desempeño laboral, pasando por la obtención de conocimiento, socialización, búsqueda de pareja y otras muchas cosas más. Según el documento Digital around the world in 2019, 4.388 millones de personas navegan en la red en todo el mundo, lo que implica un 57% de penetración global.
China está a la cabeza en lo que al número de usuarios se refiere (8.000.000), mientras que Etiopía se encuentra en la cola, pues solo un 1,9 % de toda la población de la región ha entrado en internet en algún momento de su vida. A día de hoy, el acceso a la red no es una cuestión de gustos y preferencias, sino de condición social. Las zonas de bajo ingreso se caracterizan por una ínfima tasa de usuarios, y eso va acompañado de un pobre desarrollo tanto económico como social.
Internet es esencial para el impulso económico y el crecimiento como individuos, pero también tiene sus consecuencias. En el año 2020, se estimó que, de media, pasamos unas 6 horas y 54 minutos conectados a la red, trabajando, chateando, conociendo y muchas cosas más. Lo más normal es que, cuando algo nos duele, busquemos en la red qué puede pasarnos para quedarnos tranquilos, ¿verdad? Con base en esta premisa, veremos en qué consiste el problema del sesgo de confirmación al buscar síntomas por Internet.
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¿Qué es el sesgo de confirmación?
El sesgo de confirmación es un concepto que parte de una premisa sencilla: los seres humanos tenemos la tendencia de adquirir o evaluar nueva información de una forma que es consistente con las ideas preexistentes. Esto se traduce en que, como especie, solemos buscar activamente aquello que refuerza lo que ya pensábamos antes de embarcarnos en la búsqueda de conocimiento y, por ende, desestimamos de forma rápida aquello con lo que no estamos de acuerdo.
Todos somos “culpables” (o víctimas) de este sesgo, pues para escribir estas líneas, todo autor buscará estudios que describan cómo funciona el sesgo de confirmación, no si este existe o no en primera instancia. Además, la cosa se pone aún más interesante cuando descubrimos que el sesgo de confirmación no afecta solo a cómo buscamos la información, sino que también trastoca la forma de percibirla y lo que recordamos (aprendemos) de ella.
El sesgo de confirmación en la búsqueda, procesamiento y recuerdo de información desemboca en 4 eventos concretos. Estos son los siguientes:
- Polarización de la actitud: sobre todo en ámbitos ideológicos, el ser humano tiende a interpretar las evidencias selectivamente para apoyar sus propias creencias. No siempre se trata de un mecanismo de manipulación, pues es algo inherente. Cuanto más sabemos, más polarizada es nuestra opinión sobre un tema (en general).
- Perseverancia de la creencia: aunque la evidencia inicial en la que se fundamenta una creencia se demuestre como falsa, el ser humano tiende a seguir creyendo en ella cuando ya ha cimentado sus ideas.
- Efecto de primacía: la primera evidencia que se encuentra es la que se adopta y se le da más importancia que a las subsecuentes, aunque esto no tenga un sentido concreto.
- Correlación ilusoria: la creencia de que dos eventos están vinculados, aunque no exista ninguna evidencia que lo muestre.
Estas ramificaciones terminológicas provienen todas de la misma raíz: el sesgo de confirmación y cómo percibimos la información. De forma inherente, buscamos lo que ya nos da la razón, y esto puede convertirse en un problema en todos los niveles: científico, político, social y, como veremos a continuación, también médico.
El sesgo de la confirmación y la sintomatología del paciente
Es fácil aplicar toda esta teoría en el ámbito sintomatológico de un paciente. Si a una persona le duele la cabeza, puede buscar en internet qué es lo que causa este dolor. Seguramente, en el apartado de “síntomas” de toda página gubernamental verificada (como la Clínica Mayo o la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos) aparecerán muchas posibles causas de este signo clínico, pero, casi siempre, el paciente fijará su atención en el peor de todos ellos.
Aquí entra en juego otro fenómeno, conocido como “sesgo de negatividad” o efecto negativo. No vamos a detenernos mucho en su teoría, pues nos basta con saber que, según esta postulación, ante dos eventos de la misma intensidad pesa mucho más la cosa mala que la neutral o positiva.
De forma inherente, nuestra especie se fija en las cosas malas, seguramente por la impronta genética que heredamos de los antepasados que antaño pisaron la Tierra. La observación de los eventos negativos en la naturaleza aumenta la supervivencia, pues aquellos que detectan posibles peligros aprenden a actuar de forma prematura cuando la amenaza es real.
Así pues, de todos los posibles síntomas para el dolor de cabeza, es posible que el paciente se quede con el tumor cerebral, ya que es la peor de las opciones disponibles. A partir de aquí, comenzará a buscar información únicamente sobre esta patología y, de forma inconsciente, estará seleccionando solo aquella que sostenga su creencia ya instaurada: “tengo un tumor cerebral”.
Dependiendo del grado de ansiedad y vulnerabilidad del paciente, este puede comenzar a somatizar sus emociones. Cree que algo le duele, así que se preocupa, sufre y el cuerpo muestra un dolor orgánico sin causa física real para canalizar estos sentimientos negativos. Es el pescado que se muerde la cola: “me preocupo porque algo me duele y me duele algo porque me preocupo”.
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El sesgo de la confirmación y la hipocondría
Hasta ahora, nos hemos movido en terrenos teóricos, pero toca llevar estas postulaciones a la práctica. Portales médicos estiman que hasta el 30% de los pacientes que acuden a los centros de atención primaria no tienen una causa orgánica para su dolor. Además, según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, del 4 al 9% de los pacientes en la práctica médica muestran rasgos hipocondríacos.
Desde un punto de vista psicológico, la hipocondría se define como una condición en la que la persona está excesivamente preocupada por la idea de tener una enfermedad grave. El paciente dedica una parte considerable de su tiempo a buscar posibles síntomas de “su enfermedad” en internet, suele presentar cuadros de ansiedad generalizada y/o depresión, no se queda tranquilo a pesar de los diagnósticos médicos y se auto chequea constantemente para confirmar que sus síntomas son reales.
Así pues, vemos como dos corrientes convergen en un mismo punto: se podría decir que el sesgo de negatividad y el sesgo de confirmación al buscar síntomas por internet favorecen la aparición de ansiedad e hipocondría, pues facilitan al paciente dedicar una cantidad enfermiza de su tiempo en corroborar la idea autoimpuesta de que tiene una patología grave.
Romper el ciclo es posible
Romper este ciclo que se retroalimenta (algo me duele-busco síntomas-me preocupo-me duele más) es posible, pero siempre con la ayuda psicológica pertinente. Las terapias cognitivo-conductuales ayudarán al paciente a controlar sus impulsos, dejar de autoanalizarse continuamente y, sobre todo, no buscar la sintomatología de su malestar en portales de la red y visitar al médico cada vez que sienta que algo no va bien.
Tomas Santa Cecilia
Tomas Santa Cecilia
Psicologo Consultor: Master en Psicología Cognitivo Conductual
La premisa general es simple: si sientes un malestar persistente, acude al médico, pero si ya te han dicho que todo está bien, no busques más motivos de preocupación. Los seres vivos somos sistemas abiertos y, como tales, es normal que a veces nos duela algo o veamos algún desajuste fisiológico esporádico. Esto en casi ningún caso es signo de una enfermedad grave, así que mantén la calma y no te abalances al teclado. Si ves que esto no es posible, acude a buscar ayuda psicológica. No nacemos aprendidos y saber controlar nuestros impulsos es clave para poner fin al sesgo de confirmación.