En los años noventa apareció una de las primeras películas en las que se describía con detalle un caso de agorafobia. La psicóloga que protagoniza esta pieza de ficción siente ansiedad por el mero hecho de salir de su apartamento unos segundos para alcanzar el periódico.
Por supuesto, y por muy llamativa que parezca la escena, no deja de ser un recurso para presentar a uno de los personajes principales. No sirve para entender en qué consiste este trastorno de ansiedad, sino que nos confronta con un caso extremo de agorafobia para que veamos hasta qué punto puede poner al límite la calidad de vida de una persona y comprendamos la conducta de esa persona. A la vez, evidencia el hecho de que las crisis de ansiedad producidas por este trastorno pueden llegar a ser muy impactantes y estar presentes en muchas de las esferas de la vida de un ser humano.
Pero, a pesar de que la agorafobia resulte tan impactante y sus consecuencias puedan llegar a ser tan palpables, no se puede decir que sea fácil de entender en qué consiste. Leer lo que viene a continuación puede ayudar a la hora de formarse una imagen algo más detallada de este tipo de fobia, y de paso conocer sus principales síntomas, causas y formas de tratar la agorafobia.
Agorafobia, ¿miedo a los espacios abiertos?
Habitualmente se da por supuesto que la agorafobia consiste en un miedo irracional a los espacios abiertos, como las grandes avenidas, los parques o los entornos naturales. La propia etimología de la palabra sugiere una relación entre la fobia y las plazas (ágoras, palabra proveniente del griego), y es fácil tomar por agorafobia ciertos casos de personas a las que simplemente no les gusta salir de casa o con problemas relacionados con el aislamiento social.
Sin embargo, no es del todo cierto que la agorafobia equivalga al miedo a los espacios abiertos o públicos. Se trata de una manera de sentir miedo y angustia cuyo origen es algo más abstracto que la simple visualización de este tipo de entornos.
El hecho de percibir espacios abiertos o muy concurridos juega un papel a la hora de desencadenar ataques de pánico en personas con agorafobia, pero el miedo no es producido por estos espacios de por sí, sino por las consecuencias de encontrarse expuesto a ese lugar. Este matiz es clave y muchas veces se pasa por alto.
Entonces... ¿qué es la agorafobia? Definición
Una primera aproximación superficial al concepto de agorafobia consiste en definirla como un trastorno de ansiedad que se expresa al notar que no se está en un contexto seguro en el que sea posible recibir ayuda ante una crisis. Es decir, que sus síntomas se basan en una fuerte angustia producida por situaciones en las que la persona que la sufre se siente desprotegida y vulnerable a crisis de ansiedad que escapan a su control. La raíz del problema es algo así como un miedo al miedo. Y eso hace que una vez se ha entrado en la dinámica de temer a los síntomas de la agorafobia, eso favorezca su aparición. Es un trastorno que muchas veces se fundamenta en la profecía autocumplida, o pescadilla que se muerde la cola ligada al miedo y la ansiedad.
El temor angustioso que experimenta alguien con este trastorno de ansiedad se fundamenta, básicamente, en la anticipación de los ataques de pánico. Por lo tanto, allí donde hay agorafobia también hay un bucle basado en el miedo. Un círculo vicioso de pensamientos recurrentes del que es difícil escapar.
De algún modo, la agorafobia se alimenta a sí misma a través de la anticipación tanto de las sensaciones desagradables asociadas a estas crisis como de los peligros que conlleva perder el control sobre los propios actos. Por tanto, el modo en el que se expresa este sentimiento de angustia también reproduce la estructura de un bucle: se teme no el espacio abierto, sino la posibilidad de sufrir un ataque de pánico o una crisis de ansiedad por el hecho de estar ahí, y a la vez las consecuencia de estar en ese lugar cuando eso ocurra.
En definitiva, la agorafobia consiste en el miedo a la pérdida de control sobre la propia activación fisiológica y en los resultados a los que esto puede conducir, además del miedo a las sensaciones subjetivas de malestar que eso produciría en tiempo real. Esto es lo que explica que los ataques de ansiedad puedan aparecer no sólo en grandes espacios, sino también en un ascensor o cualquier lugar que no sea la propia casa. La agorafobia suele expresarse en cualquier sitio que se perciba como especialmente inseguro, es decir, en el que tenemos menos control sobre las cosas.
El mito de la agorafobia como un compartimento estanco
Por lo dicho anteriormente podemos llegar a una conclusión: los síntomas de la agorafobia no son siempre los mismos, y sus desencadenantes pueden tener formas muy diversas. Las situaciones y los sitios que pueden producir angustia o ansiedad no son ni estereotípicos ni iguales en todas las personas diagnosticadas con este trastorno, como sería de esperar si la agorafobia se expresara de manera similar a como se expresa en la cultura popular el miedo de los vampiros a los crucifijos. De hecho, a veces ocurre que se dan ataques de ansiedad incluso cuando la persona está en un lugar "seguro", debido a causas internas no relacionadas con cómo se percibe el entorno.
A causa de esta variabilidad, es habitual que las personas con agorafobia sean diagnosticadas también con otros desórdenes, como el trastorno de pánico o el trastorno por estrés postraumático, ya que varios de sus síntomas pueden solaparse. Como vemos, existen confusiones habituales sobre los síntomas y signos de este trastorno psicológico.
Diagnóstico y síntomas
A grandes rasgos, algunas de las características que presentan las personas con agorafobia son:
- Estar expuestos a lugares abiertos, muy concurridos o poco familiares produce un fuerte sentimiento de angustia.
- Este sentimiento de angustia es lo suficientemente intenso como para que la persona adopte la estrategia de vivir evitando este tipo de lugares, a pesar de que esto repercute negativamente en su calidad de vida.
- Estos brotes de ansiedad y angustia no pueden ser explicados por otros trastornos ya diagnosticados.
- La posibilidad de llamar la atención de desconocidos o de hacer el ridículo por culpa de una crisis de ansiedad también juega un papel importante.
Es muy importante remarcar el hecho de que esta información sólo es orientativa y que sólo un especialista puede diagnosticar caso a caso cuándo existe un caso de agorafobia y cuándo no.
A la hora de diagnosticar este tipo de trastornos es fundamental tener en cuenta si la persona percibe lo que le ocurre como algo que limita su calidad de vida y que, por tanto, es incapacitante. Es decir, que la existencia o no de agorafobia no depende únicamente de los síntomas, sino también del contexto en el que se dan, tanto en lo subjetivo (¿cree el paciente que es problemático?) como en lo objetivo (aparecen los síntomas cuando la ansiedad es injustificada?).
Es por eso que hay que considerar hasta qué punto cualquier persona sin problemas de ansiedad puede presentar en mayor o menor medida cualquiera de estas características generales asociadas a la agorafobia.
Causas
Una cosa es describir un trastorno, y otra muy distinta es hablar sobre sus causas. Sobre esto, es frecuente creer que las fobias en general, entre las que se encuentra la agorafobia, aparecen simplemente a causa de un estilo de vida estresante, o que son la expresión de algún tipo de trauma o conflicto interno que se expresa simbólicamente a través del miedo a los espacios abiertos.
Sin embargo, actualmente este tipo de explicaciones no resultan muy útiles (y en el caso de la segunda ni siquiera se puede demostrar por los fundamentos epistemológicos de esa aproximación), entre otras cosas porque pasan por alto las posibles causas orgánicas. Es decir, las que tienen que ver con las funciones biológicas que determinan nuestros pensamientos y nuestros estados de ánimo.
Si bien es cierto que no se sabe qué es lo que causa exactamente la agorafobia, se ha detectado una vinculación entre este tipo de trastorno y los niveles de serotonina anormalmente bajos en ciertas partes del cerebro. Estos niveles bajos de serotonina pueden ser causa de una mutación genética, pero también pueden deberse a una descompensación química originada por ciertas experiencias o por el consumo de ciertas sustancias, o bien ser producto de todo esto a la vez.
Independientemente de si ese hallazgo termina siendo acertado o no para explicar los mecanismos que hay detrás de este trastorno, lo que está claro es que no existe una sola causa de la agorafobia, sino varias, tal y como ocurre en prácticamente cualquier fenómeno psicológico, patológico o no.
La agorafobia aparece y se expresa a través de factores biológicos y genéticos, pero también culturales y basados en los aprendizajes que ha llevado a cabo cada persona y que constituyen sus recuerdos. Psicológicamente, los seres humanos somos de naturaleza bio-psico-social, y lo mismo ocurre con los trastornos mentales.
Tratamiento
Una vez ha sido diagnosticada, la agorafobia puede ser tratada tanto desde la intervención psicológica como a través de los fármacos. A continuación veremos cuáles son estos dos tipos de tratamiento para la agorafobia, pero es importante recalcar que solo un profesional de la salud mental está autorizado para llevar a cabo una terapia eficaz.
1. Tratamiento con fármacos
En el tratamiento farmacológico suelen utilizarse tanto antidepresivos (ISRS) como ansiolíticos (clonazepam y diazepam). Sin embargo, estos medicamentos sólo deben tomarse bajo estricta supervisión médica y sólo con receta, y en cualquier caso no se utilizan para curar el trastorno, sino para sobrellevar sus síntomas.
También es importante tener en cuenta que, como siempre pasa con los fármacos, pueden producir importantes efectos secundarios y adversos, como por ejemplo la aparición de síndrome serotoninérgico. Esto ocurre porque, tal y como ocurre con todos los fármacos en general, los usados para combatir los síntomas de las fobias no solo actúan sobre las partes del cerebro involucradas en mantener alto el nivel de ansiedad, sino que impactan en todo el organismo en general, y esto puede producir un desajuste dependiendo de las predisposiciones genéticas y biológicas del individuo.
Por ello, siempre existe un cierto riesgo al usar estas sustancias ya sea contra la agorafobia o contra cualquier otro trastorno psicológico, y es tarea de los profesionales de la salud mental determinar si el peligro es lo suficientemente bajo como para usar cierta dosis, y de qué manera debe ser usada.
2. Terapia psicológica
En cuanto al abordaje psicoterapéutico, destacan las intervenciones fundamentadas en la Terapia Cognitivo-Conductual. Es un tipo de terapia cuyos beneficios han sido comprobados científicamente.
Las ventajas de esta opción es que sus beneficios tienden a perdurar más en el tiempo que los efectos de los fármacos tras las últimas dosis, es una intervención breve y no tiene efectos secundarios al no actuar directamente sobre la regulación de hormonas y neurotransmisores.
Entre sus inconvenientes en comparación al tratamiento farmacológico se encuentran la relativa lentitud con la que aparecen los progresos y la necesidad de que la persona con agorafobia se encuentre en disposición de colaborar y alcanzar los objetivos propuestos en la terapia. Esto es importante, porque progresar con este tipo de intervenciones supone esforzarse y enfrentarse a situaciones desagradables para ir generando una mayor resistencia a aquello que se teme, con supervisión profesional y en un ambiente controlado.
Desde la perspectiva Cognitivo-Condutual se trabajará tanto sobre las creencias que la persona tiene acerca de su trastorno como sobre sus hábitos y acciones cotidianas, para que los cambios llevados a cabo en ambas dimensiones, la mental y la comportamental, se refuercen entre sí. Además, también es frecuente recurrir a técnicas de relajación para entrenar en la capacidad de gestionar la ansiedad.
En muchos casos se recomendará utilizar a la vez la intervención farmacológica y la psicológica, para paliar los efectos inmediatos de este trastorno de ansiedad y a la vez entrenar al paciente para que sea capaz de exponerse cada vez más a las situaciones temidas y de gestionar la sensación de nerviosismo. Sin embargo, esto solo ocurrirá si se considera estrictamente necesario, y los fármacos solo deben ser consumidos bajo indicación médica.
Referencias bibliográficas:
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