Las 7 principales secuelas psicológicas del Bullying

Estas son las principales secuelas del Bullying que pueden afectar a la salud mental durante años.

Secuelas psicológicas del Bullying
Las secuelas que el acoso escolar deja en niños y niñas, sobre todo si no se interviene psicológicamente.Unsplash.

El Bullying es una de las situaciones más difíciles que un niño o adolescente puede vivir. Supone el rechazo del grupo de iguales en un momento en el que se está construyendo la base de la identidad y buscando satisfacer la necesidad de afiliación.

El Bullying incluye conductas diversas: desde la agresión física explícita al uso de insultos o desprecios, así como la exclusión del juego y de las actividades compartidas, o la difusión de falsos rumores sobre la víctima.

Como consecuencia de todo ello la persona puede ver resentida su salud emocional, los sentimientos que alberga respecto a sí misma y el modo concreto en el que se relaciona con los demás; pudiendo extenderse hasta la edad adulta.

Seguidamente haremos una revisión detallada de las secuelas del Bullying, siendo este un asunto de gran interés en la actualidad por la irrupción de las nuevas tecnologías (internet) y de formas de acoso asociadas cuyo impacto todavía desconocemos en gran parte.

Las secuelas del Bullying

El Bullying es una forma de acoso persistente, que no responde a causas identificables y que genera un elevado grado de estrés en quien lo vive. Por este motivo, se vincula a la aparición de problemas afectivos y conductuales cuya presencia puede extenderse a lo largo de toda la vida, aunque adoptando rostros diferentes en cada periodo.

En este artículo revisaremos algunas de las secuelas del Bullying más comunes, con el fin de facilitar su pronta identificación, articular las medidas necesarias para atajar la situación y ofrecer una ayuda psicológica que minimice el impacto sobre la vida del chico o la chica que lo sufre.

1. Déficit en habilidades sociales

El desarrollo óptimo de nuestras habilidades sociales requiere de espacios de seguridad en los que se pueda desplegar el juego simbólico durante la infancia, o las primeras relaciones de intimidad y confidencia en la adolescencia. Ambos periodos vitales son una oportunidad para el autoconocimiento y para la práctica de los aspectos básicos de la reciprocidad social, inherentes a cualquier vínculo de amistad o de compañerismo.

La irrupción del Bullying limita las opciones de las que el niño dispone para poner en juego los fundamentos de la cognición social, la cual posteriormente permitirá construir habilidades básicas para interactuar con los demás.

Ante estas circunstancias es posible que opten por asumir actitudes extremas en el continuo entre la pasividad y la agresividad, mostrándose vulnerables o beligerantes en un esfuerzo desesperado por proteger su imagen o incluso su integridad física.

Estas dificultades pueden precipitar que en la vida adulta se tenga miedo al rechazo, o que se perciba la situación de interacción social desde una reserva preventiva que se asemeje a la timidez (pese a que no lo sea realmente). Es importante recordar que las secuelas del Bullying trascienden a los años, dificultando la capacidad de adaptarse a entornos distintos al escolar (laboral, familiar, etc.) e imponiendo "zancadillas sociales" que finalmente podrían requerir un abordaje terapéutico.

2. Rechazo del grupo de iguales

La necesidad de afiliación es básica en el ser humano, superada solo por la seguridad física y por el acceso a las funciones básicas para la supervivencia (nutrición, por ejemplo). En este sentido, el rechazo que pueden experimentar los niños y/o adolescentes genera una huella indeleble y produce sentimientos de pérdida de control y desamparo, que condicionan los fundamentos del apego que se forjó durante su primera infancia.

Las víctimas de Bullying son más vulnerables a experimentar nuevas situaciones de acoso, por parte de compañeros diferentes a los que originalmente iniciaron todo el problema. Este injusto fenómeno (extensamente contrastado por la Psicología Social) obedece al hecho de que buscar "enemigos" tiende a fortalecer los lazos que mantienen la cohesión grupal, y quienes han sufrido estas formas de violencia suelen ser percibidos como objetivos fáciles para este propósito.

Las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, como los teléfonos móviles o las redes sociales, propagan estas agresiones a escenarios distintos a los de la escuela o el instituto (e incluso la universidad).

El abuso a través de cualquiera de estos medios puede atravesar los límites de los centros educativos e inmiscuirse profundamente en la vida de la víctima, convirtiendo en potenciales testigos a un creciente número de personas anónimas. Todo ello, hace que sus efectos nocivos se multipliquen de un modo exponencial.

3. Baja autoestima

La percepción que tenemos sobre nosotros mismos es, durante toda la vida, susceptible a la opinión de los demás sobre quiénes somos. La autoimagen es un proceso muy complejo, en el cual confluyen dimensiones individuales y sociales para orientarnos en el esfuerzo por comprender cuál es nuestro papel y aquello que nos diferencia como seres humanos.

No obstante, la importacia de la perspectiva ajena es particularmente relevante en el periodo de edad en el que suelen vivirse las situaciones de Bullying.

El desprecio o el insulto, así como la agresión física y el rechazo manifiesto, son percibidos como una señal de inadecuación por parte de quien los recibe. Se trata de un conjunto de mensajes que construyen un sentido íntimo de la vergüenza, y que incluso pueden promover el sentimiento de culpa y el cuestionamiento permanente de lo que somos o valemos. Esta duda se afianza a medida que el tiempo pasa, condicionando la autopercepción y agrediendo la autoestima en última instancia.

La autoeficacia es otra de las dimensiones vinculadas directamente a la autoestima, que se relaciona con la creencia en la capacidad de llevar a cabo con éxito una tarea concreta. Una de las secuelas del Bullying es que las víctimas desarrollen la inquebrantable certeza de que no son “adecuadas" para relacionarse con los demás, considerando que van a ser repudiadas ante todo intento de acercamiento y forjando una especial predisposición para el desarrollo de ansiedad social.

4. Fracaso académico y rechazo a ir a la escuela

Una de las primeras señales sugerentes de que algo ocurre es el rechazo a acudir a la escuela o el instituto. Muchos de los chicos y chicas que sufren este tipo de acoso llegan a fingir encontrarse mal para evitar su asistencia a clase, simulando síntomas de una supuesta enfermedad. Otras veces, la expectativa de ir al colegio genera sensaciones físicas reales, compatibles con una ansiedad intensa; y que incluyen cefaleas, dolor difuso o trastornos del sistema digestivo.

Los niveles de ansiedad pueden provocar un declive de los recursos cognitivos requeridos para enfrentar los desafíos académicos más exigentes. A su vez, el ausentismo persistente puede ocasionar que se pierda el ritmo de los contenidos que se enseñan durante la clase, relacionándose todo ello con la obtención de malas calificaciones que impiden el acceso a los itinerarios curriculares que se desean para el futuro.

La pérdida de motivación por los estudios no tarda en aparecer, deseándose intensamente abandonar este periodo vital para incorporarse a un mercado de trabajo en el que las cosas puedan desarrollarse de modo diferente. No obstante, el simple cambio de escenario en el que discurre el día a día es insuficiente para saciar el dolor emocional que acompaña a quienes tuvieron que vivir tan desgraciada situación, extendiéndose generalmente a otros ámbitos de la vida cuando no se articula un tratamiento adecuado.

5. Depresión y ansiedad

Una de las secuelas del Bullying que genera más dificultades es el desarrollo de trastornos del estado de ánimo y de ansiedad, siendo especialmente común la depresión mayor. La expresión clínica de este cuadro adquiere un cariz único en este periodo de edad, pudiendo manifestarse en forma de irritabilidad. Por este motivo, la tristeza que lo acompaña tiende a proyectarse hacia el exterior, enmascarándose como un problema diferente al que realmente es (a menudo la familia los confunde como problemas de la conducta).

Más allá de la ansiedad social, sobre la que se ha hablado anteriormente, el Bullying también puede precipitar una activación autonómica constantemente elevada. Así, la víctima se encuentra alterada fisiológicamente de forma persistente, lo que supone un terreno abonado para los primeros episodios de pánico. Esta circunstancia requiere de atención inmediata, pues de lo contrario puede fraguarse en un trastorno más complejo y duradero.

Otros problemas que se han descrito de forma consistente en los niños que sufren Bullying son el sentimiento de soledad indeseada y de aislamiento, así como cambios en el patrón alimentario y en el sueño. Si bien todos los síntomas citados pueden ocurrir en el contexto de una depresión mayor adolescente, también se pueden presentar aisladamente y requerir intervención. La incapacidad para disfrutar de las cosas que anteriormente eran gratificantes es también un fenómeno común.

6. Autolesiones

Estudios muy recientes han revelado que la experiencia de Bullying en la escuela puede aumentar el riesgo de conductas autolesivas durante la adolescencia tardía, sobre todo en las chicas.

La mayor parte de los casos de daño autoinfligido persiguen aliviar el estrés, o comunicarlo a través de vías punitivas, siendo pocos los casos que constituyen un conato de suicidio por sí mismos. Se estima que las personas que padecieron Bullying tienen un riesgo cinco veces mayor de hacerse daño a sí mismas en un momento posterior de la vida.

7. Ideación suicida

Estudios de metaanálisis indican que padecer Bullying incrementa la presencia de ideación suicida y de conductas autolíticas. El colectivo que sufre un riesgo mayor de incurrir en este tipo de pensamientos y acciones es el de los jóvenes que sufren y ejercen Bullying (ambas situaciones simultáneamente), que además muestran una prevalencia más importante de trastornos emocionales (ansiedad, depresión, consumo de sustancias y maltrato dentro del hogar).

Se ha descrito riesgo acentuado de ideación suicida en chicos y chicas adolescentes que, además de sufrir una situación de Bullying, se sienten incomprendidos en sus hogares o en la escuela. En estos casos se usa el concepto de doble victimización para referir un impacto agravado para la situación de abuso, como resultado de la pasividad de los organismos que deberían velar por la seguridad del niño, o por la desprotección de las figuras de cuidado.

Referencias bibliográficas:

  • Melissa, K. Vivolo-Kantor, A., Polanin, J.R., Holland, K.M., DeGue, S., Matjasko, J.L… Reid G. (2014). Bullying and Suicidal Ideation and Behaviors: A Meta-Analysis. Pediatrics, 135(2), 496 - 509.
  • Smith, P.K. (2016). Bullying: Definition, Types, Causes, Consequences and Intervention: Bullying. Social and Personality Psychology Compass, 10(9), 519 - 553.

Doctor en Psicología Clínica

Joaquín Mateu-Mollá (Valencia, 1985) es Psicólogo General Sanitario y Doctor en Psicología Clínica por la Universidad de Valencia. Cuenta con estudios de postgrado en Psicopatología (Máster Oficial), y se dedica tanto a la docencia como a la investigación y la divulgación científica.

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