¿Qué es necesario para poder conciliar el sueño? Una condición sine qua non es mantener una buena higiene del sueño. Cuidar las rutinas de forma que favorezcamos la somnolencia, evitar luces o ejercicio físico, una temperatura adecuada, todo el silencio que podamos obtener, etcétera. También necesitamos sentirnos relajados y sin molestias físicas, algo que no consiguen las personas con síndrome de las piernas inquietas.
Estas personas, en cuanto reposan el cuerpo comienzan a sentir una serie de sensaciones de tronco para abajo que les impide dormir y les obliga a mover las piernas para intentar aliviar las molestias. Las molestias se largan para volver en el momento en el que la persona vuelve a estar en reposo.
Síntomas del síndrome de las piernas inquietas
Los pacientes con síndrome de las piernas inquietas, al sentir molestias o cosquilleos en sus piernas, tienen la imperiosa necesidad de moverlas para terminar con los picores que interfieren con el reposo. El tipo de sensaciones que alguien con piernas inquietas puede sentir es amplio, desde picores, dolores muy leves, sensaciones táctiles vibrantes, pequeños pinchazos que se van desplazando, etcétera.
En raras ocasiones ocurre también en los brazos, en el pecho o incluso en la cara. Además, las sensaciones suelen ser indistintamente bilaterales, esto es, pueden ocurrir en ambos lados del cuerpo sin ningún tipo de criterio. Algunos pacientes describen una cierta alternancia, como si cuando desaparecen las sensaciones de un lado se moviesen al otro lado del cuerpo.
Estas sensaciones producen mucha incomodidad, y cuanto más tiempo espere el individuo a que se vayan más irritado se vuelve. Por esto estas personas, siempre que están en reposo sentadas o tumbadas, mantienen en movimiento sus piernas. De esta forma las molestias desaparecen durante el tiempo que se encuentran en movimiento. Sin embargo los síntomas vuelven cuando uno quiere reposar del todo, entrando en un círculo que difícilmente se rompe.
Curso del trastorno
Una de las características del síndrome de las piernas inquietas es que va fluctuando. Las molestias no se presentan igual durante todo el día, sino que por la mañana con frecuencia desaparecen para volver a presentarse hacia la tarde y la noche. Por esto, las personas sin síndrome de las piernas inquietas tienen muchos problemas tanto de conciliación como de mantenimiento del sueño.
Tampoco están presentes todos los días. En la mayoría de casos, que son leves, aparecen una o dos veces a la semana, que ya son suficientes para perturbar el sueño y buscar ayuda profesional. En los casos más severos se habla de una ocurrencia de más de dos veces a la semana. En ocasiones ocurren ciertos períodos de remisión en los que los síntomas desaparecen por completo durante semanas o meses. Sin embargo esto es una característica de los estadios más tempranos de la enfermedad; la tendencia de los síntomas es a empeorar a medida que pasa el tiempo.
Causas
El primer eslabón en la cadena causal normalmente es desconocido. La mayoría de casos tienen un origen incierto, si bien existen instancias de síndrome de las piernas inquietas transmitido de forma genética. La hipótesis actual baraja la posibilidad de que los circuitos de dopamina de los ganglios basales no estén funcionando adecuadamente. Al parecer aquellas personas que ya tienen una alteración dopaminérgica en este lugar, como en el caso de la enfermedad de Parkinson, tienen un riesgo sensiblemente mayor de padecer piernas inquietas.
Existen algunos factores médicos que se han relacionado con la aparición de piernas inquietas, pero no explican la totalidad de los casos. Estos factores incluyen:
- Déficit de hierro
- Ciertas medicaciones como antieméticos
- Uso de alcohol, nicotina o cafeína
- Estar en el tercer trimestre del embarazo
- Neuropatía
Tratamientos posibles
El manejo de la enfermedad es sintomático, no existe una cura definitiva. Sin embargo, el tratamiento sintomático ya es muy exitoso por sí solo. Para la mayor parte de los casos los cambios en la rutina diaria ya pueden ser muy beneficiosos. Tener un horario regular de sueño, hacer ejercicio de forma continuada durante las mañanas o bañar las piernas en agua caliente o muy fría por la noche puede ser suficiente para prevenir la aparición de esos molestos cosquilleos.
Existen también fármacos eficaces como los anticonvulsivos, que son casi primera línea de tratamiento farmacológico debido a sus efectos dopaminérgicos, o los propios agentes dopaminérgicos que se administran en enfermedades donde estos circuitos sean disfuncionales como en la enfermedad de Parkinson. Sin embargo, el uso prolongado de esta medicación parece empeorar los síntomas. Este fenómeno se detiene en cuanto se retira el fármaco dopaminérgico.
Otros fármacos como los opioides o las benzodiacepinas pueden ser útiles ya que ayudan a conciliar el sueño, pero realmente no tienen ningún efecto sobre la presencia de molestias y cosquilleos en las piernas. Además, no se recomienda el uso de benzodiacepinas más allá de las primeras dos o tres semanas, pues tienen gran potencial adictivo. De forma que tal vez sólo servirían como rescate en aquellos días en los que a pesar de seguir todos los consejos y tomar la medicación adecuada, las molestias permanecen.