La medicina y la psicología están y estarán unidas por su función restaurativa para la salud de las personas, siendo las dos disciplinas parte de las conocidas ciencias de la salud. Normalmente, los hallazgos científicos en torno a la medicina son extrapolados o relacionados de alguna forma en la investigación psicológica o psiquiátrica. No resulta difícil comprender que algunos trastornos psicológicos pueden ser causa o consecuencia de alguna enfermedad o complicación médica.
Por ejemplo, resulta visible en la literatura científica la asociación entre la depresión y la obesidad. En algunos casos, las personas con obesidad pueden desarrollar depresión debido a las complicaciones que esta primera enfermedad ocasiona en su vida diaria, en la autopercepción, las dificultades sociales, complicaciones laborales… De la misma forma, una persona con depresión tiene mayores probabilidades de desarrollar obesidad debido al establecimiento de una vida más sedentaria o hábitos poco saludables.
Sin embargo, por lo general, en el estudio de la influencia de nuestra alimentación sobre nuestra salud, se suele enfocar la mirada en el bienestar físico y el impacto en nuestra biología de lo que comemos o bebemos. Sin embargo, un estudio publicado este mismo año, 2023, se centra en el riesgo de desarrollar depresión en función del consumo de bebidas carbonatadas azucaradas.
En este artículo, comentaremos el punto de partida de este estudio, sus hallazgos y sus limitaciones. Es importante empezar a tomar conciencia de que nuestra salud física y mental está generalmente vinculada de forma estrecha, y es importante no poner solo el ojo en el impacto sobre nuestro cuerpo de lo que comemos; también es importante considerar nuestra mente.
Bebidas carbonatadas y salud
Las bebidas carbonatadas se definen como las bebidas o refrescos fabricados principalmente con una base de agua carbonatada, edulcorantes, acidulantes, colorantes, estabilizadores de acidez y conservantes. Básicamente, una bebida compuesta principalmente por una gran porción de químicos y azúcar. Por ello, el estudio de estas bebidas ha estado principalmente centrado en su impacto negativo para la salud física de las personas.
Está ampliamente demostrado que un consumo elevado de bebidas carbonatadas azucaradas es una de las causas principales de la denominada epidemia global de obesidad. En una multitud de estudios, se ha podido etiquetar este consumo como un potencial factor de riesgo para problemas cardíacos y metabólicos. Principalmente, estos estudios hacen referencia al efecto de estas bebidas mediado por las grandes cantidades de azúcar, que hacen incrementar nuestros niveles glucémicos, conllevando la posibilidad de desarrollar resistencia a la insulina.
Casi todas las personas son conscientes de que consumir bebidas carbonatadas en exceso no es saludable, pero siempre ponemos el foco en que no son positivas para nuestro cuerpo o salud física. Sin embargo, es importante tener en cuenta que nuestros hábitos, la forma en la que comemos y nos relacionamos con los alimentos tienen también un impacto en nuestra salud mental e incluso, en algunos casos, estas conductas hacia la alimentación son explicadas por patrones mentales.
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Entendiendo el trastorno depresivo
Para seguir y entender la relación propuesta por el estudio que comentaremos en este artículo, es importante arrojar luz sobre qué es la depresión y bajo qué perspectiva la estudia esta investigación. La depresión considera uno de los principales problemas de salud pública, siendo una causa global de desajuste de años de vida entre muchas personas alrededor de todo el mundo.
La depresión se entiende como un trastorno psicológico y emocional caracterizado principalmente por una emocionalidad de tristeza persistente, que conlleva generalmente una pérdida de interés y de atención a las actividades con las que antes de la vivencia del trastorno se solía disfrutar. Esto hace que sea muy difícil tener una vida normalizada en sociedad, ocasionando problemas para mantener apoyos sociales, una vida laboral estable y la búsqueda de actividades satisfactorias.
Como ya hemos comentado previamente, existen multitud de evidencias que han relacionado enfermedades fisiológicas con la depresión, tales como los desórdenes metabólicos o la resistencia a la insulina. Se ha demostrado que pacientes prediabéticos y diabéticos tienen una mayor asociación con la depresión, y su vez, la comunidad científica pone de manifiesto la influencia de este trastorno emocional para el desarrollo y mantenimiento de estos problemas psicofisiológicos.
Evidencias del vínculo entre depresión y bebidas carbonatadas
Centrándonos ahora en el estudio principal que da relevancia a este artículo, esta investigación llevada a cabo en Corea se centró en estudiar la asociación entre el consumo de bebidas carbonatadas azucaradas y la depresión. La peculiaridad y lo que da relevancia a esta investigación es que no centraron el estudio en personas con problemas metabólicos o diabéticos; quisieron conocer la asociación entre estas bebidas y la depresión sin tener en cuenta ningún otro desorden fisiológico.
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Metodología
Este estudio fue llevado a cabo siguiendo una metodología longitudinal. Los estudios longitudinales consisten básicamente en la medida de un fenómeno durante un intervalo de tiempo determinado. Normalmente duran varios años, y a través de diferentes momentos de recogida de información, tienen la intención de representar la realidad de un fenómeno de una forma más consistente y estable en el tiempo. Esta investigación se extendió durante casi 6 años, con una muestra de 87115 personas.
La edad media de estos participantes fue de 40 años, siendo además dos tercios de la muestra hombres. Solo el 29% de participantes consumía bebidas carbonatadas azucaradas más de una vez por semana.
Resultados
Teniendo en cuenta la porción de la muestra con mayor consumo de bebidas carbonatadas azucaradas, este grupo se correspondía con el de menor edad y dominado por hombres, consumiendo más de cinco bebidas carbonatadas a la semana. Estos participantes fueron los que mayores niveles de glucosa, consumo de alcohol, ingesta calórica y consumo de tabaco presentaron. A su vez, tuvieron también los menores grados de actividad física y, curiosamente, la menor proporción de participantes casados/as o en una relación amorosa.
Poniendo la mirada a la pregunta de investigación principal, comparando los grupos que nunca o casi nunca consumían bebidas carbonatadas con los que sí lo hacían, el riesgo de presencia de sintomatología depresiva aumentaba de forma proporcional al consumo de bebidas carbonatadas. No solo las personas que consumían bebidas carbonatadas eran más susceptibles a sufrir depresión que los que no consumían, sino que además se observaban diferencias significativas entre los que consumían pocas bebidas a la semana (uno, dos o tres) frente a los que consumían cuatro o más de cinco.
La conclusión principal del estudio es que demostraron que un consumo elevado de bebidas carbonatadas azucaradas sí podía asociarse de forma significativa con el riesgo de sufrir síntomas depresivos, además de describir un patrón a nivel dosis – respuesta (a mayor dosis, más riesgo). Esta asociación fue independiente del riesgo de obesidad, desórdenes metabólicos o resistencia a la insulina. Además, la relación entre el consumo de bebidas carbonatadas azucaradas y el riesgo a la depresión fue observado de forma idéntica entre géneros. Por lo tanto, los resultados de este estudio refuerzan la hipótesis principal; sí se demostró una relación entre el alto consumo de bebidas carbonatadas y la probabilidad de desarrollar depresión.
Además, este no es el primer estudio que pone esto a prueba y de manifiesto. Un estudio llevado a cabo en Australia demostró que las personas consumidoras de más de medio litro de refrescos al día tenían un 60% más de probabilidades de tener depresión, ideas suicidas y problemas mentales que quienes no consumen estas bebidas.
La explicación que este estudio propone para sus hallazgos son los efectos de las bebidas carbonatadas azucaradas sobre el sistema nervioso. Se ha estudiado en ratas en condiciones experimentales que un consumo elevado de fructosa puede llevar a comportamientos ansiosos y depresivos. Eso se debe a los cambios que estas sustancias tienen sobre la microbiota y la metabolización neuronal, contribuyendo a alteraciones desadaptativas en el sistema nervioso central.
Un tema en revisión y estudio
Pese a que este estudio sí haya demostrado la existencia de una relación entre el consumo de bebidas y refrescos carbonatados azucarados y la probabilidad de desarrollar depresión, no puede tomarse como un hecho al 100% probado. Es importante tener en cuenta que un estudio mide una realidad concreta, pero estos hallazgos requieren revisiones constantes y puestas a prueba en contextos diferentes para poder ser entendidos como realidades. Por ejemplo, este estudio pone de manifiesto sus limitaciones en cuanto al consumo de bebidas carbonatadas presentado en este estudio frente al que hay en otros países. En Estados Unidos, se han encontrado resultados similares para menor consumo de bebidas carbonatadas, por lo que haría falta llevar a cabo estudios transculturales. Además, se debe tener en cuenta una muestra centrada en personas adultas y sanas; no pueden extrapolarse estos resultados a la población general, a ancianos o a adolescentes.
Es interesante cómo la ciencia estudia diferentes fenómenos cada día para explicar realidades hasta el momento desconocidas. Es importante tener estos hallazgos en cuenta y reconocer la validez que nos dan como humanos. Solo mediante la ciencia somos capaces de avanzar, de detectar patrones nocivos para nosotros y para las personas de nuestro alrededor y aprender estrategias y conductas centradas en el autocuidado y el establecimiento de patrones conductuales saludables.