Llevo días pensando en una pequeña conversación que tuve el domingo. Teníamos un plan familiar de comida y museo con otra familia. Nos conocimos con el nacimiento de nuestras primeras hijas y las segundas llegaron a nuestras vidas el mismo año. Estamos en momentos vitales parecidos y los planes conjuntos nos funcionan y los disfrutamos mucho.
Esperando la comida él nos dice: “He dejado el trabajo”. En una milésima de segundo, mi mente ya lo ha colocado en otra empresa con mejores condiciones, un cambio voluntario. Por ello, le respondo “Y dónde estás ahora?” “De momento en casa”. Mi mente recula: entiendo que no estoy en el carril que corresponde. Él tranquilamente nos explica que tuvo una discusión con un compañero que le generó tanta ansiedad que cogió la baja y, después de un mes, le argumentó a la empresa que él ya no podía continuar. Parón y cambio de dirección. Ya no busca trabajo, por el momento, se va a dedicar a gestionar las propiedades familiares situadas en otro país en pleno duelo, con el dolor que el proceso comporta, nos explica. Ahí mi mente ya hizo crack: no había dado ni una.
Quizá os preguntéis por qué sigo pensado en esto. Yo también me lo he preguntado. A la primera conclusión que he llegado es al nuevo modelo de masculinidad que se presentaba frente a mí. Un hombre que puede parar, un hombre que puede reconocerse vulnerable y puede dar un paso al lado si lo necesita. Pensarlo así me llena de esperanza y me conecta con las nuevas masculinidades crecientes. La segunda conclusión a la que he llegado es a la naturalidad con la que trató el problema de salud mental, sin tabúes, nombrándolo, dándole un espacio e incluyéndolo como una parte más de su historia, sin silencio y sin drama. Aquí conecto con un cambio social que estamos viviendo. A pesar del estigma que aún existe con la salud mental, hoy hay personas que hablan de ella sin tapujos y como una vivencia más, acercando dos mundos que nunca estuvieron lejos. La tercera y última conclusión se relaciona con la necesidad de escucharnos y priorizarnos, de poder parar si lo necesitamos para atendernos en momentos de mayor sensibilidad, para finalmente podernos cuidar.
El mundo está cambiando. Cada día más personas libres, sin corazas, pudiendo simplemente ser sin guión o papel preestablecido. Cada día más personas que con sus acciones cotidianas ponen foco y alumbran aquello que era oscuro y visibilizan lo que antes era escondido y repudiado. Cada día más personas conectadas consigo mismas, escuchándose y cuidándose; dándose aquello que necesitan.


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