7 bulos sobre la Antigua Roma (y por qué no son verdad)

Te traemos algunas historias sobre el mundo romano que no son ciertas.

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La antigua Roma ha sido, especialmente desde que Hollywood la incluyó entre sus argumentos preferidos, objeto de muchas historias que no siempre son ciertas (o no del todo). Todos tenemos en mente a Julio César diciendo a Bruto aquello de “¿Tú también, hijo mío?” mientras caía víctima de un apuñalamiento, o al “malvado” Nerón incendiando Roma por un poema. También bastante extendido está el bulo de que los romanos se obligaban a vomitar para seguir comiendo en sus “rocambolescas” orgías, o que Livia, la esposa de Octavio Augusto, era una psicópata envenenadora.

Pero ¿qué hay de verdad en todo ello? A veces, poco; otras, nada. En el artículo de hoy, y siguiendo el magnífico estudio del historiador Néstor F. Marqués Fake news de la antigua Roma (ver bibliografía), te traemos 7 bulos sobre la antigua Roma y la explicación de por qué no son verdad.

Mitos sobre la antigua Roma que es necesario desmentir

Como siempre, parte de la “culpa” de que estos bulos se hayan consolidado en la imaginería popular la tienen las novelas y el cine. Nada malo hay en la ficción, por supuesto, siempre y cuando el lector sea consciente de que se trata de eso, ficción.

En el caso de la supuesta envenenadora Livia Drusila, su fama de madrastra malvada le vino con la (magnífica, por otro lado) novela de Robert Graves Yo, Claudio (y, sobre todo, con la no menos magnífica serie de la BBC en ella basada). Nerón, por su parte, adquirió fama de incendiario con la espléndida novela ¿Quo Vadis? de Henryk Sienkiewicz, y con la película a todo color que se realizó en 1951.

No obstante, no siempre han sido las películas y las novelas las causantes de la consolidación de los bulos sobre Roma. De hecho, estas ficciones extraen la información de fuentes mucho más antiguas que, además, durante muchos siglos se consideraron verídicas. Hablamos de escritores romanos como Dión Casio o Suetonio, que dejaron constancia en sus escritos de una serie de mitos que han quedado, ya para siempre, como hechos fehacientes e incuestionables. Veamos a continuación 7 de estos mitos.

1. “¿Tú también, hijo mío?”

William Shakespeare (1564-1616), el insigne bardo inglés, tiene mucha responsabilidad en el hecho de que este mito se haya perpetuado. En su obra Julius Caesar recoge la muerte del dictador, donde pone en sus labios la famosa frase, justo antes de caer acribillado a puñaladas (a los pies de la estatua de su eterno enemigo Pompeyo, por cierto).

El hecho de que César llamara “hijo mío” a Marco Junio Bruto, uno de los conspiradores, hizo pensar que, efectivamente, Bruto era hijo de César. Sin embargo, y tal y como recoge el historiador Néstor F. Marqués en la obra ya citada, la fuente más cercana a los hechos, la de Suetonio, nos dice que el dictador dijo solamente: “¿También tú, hijo?”.

Se trata, en realidad, de una frase muy parecida, pero que, recogida en griego en el original, utiliza un vocablo que los hombres maduros utilizaban para referirse a los más jóvenes, en una especie de vocativo afectuoso desde la experiencia que otorga la senectud. En todo caso, Marco Junio Bruto no era hijo de César, a pesar de que en muchas obras de ficción (incluido el archiconocido cómic de Astérix) insistan en lo contrario.

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2. Orgías, vómitos y bacanales

Si por algo son conocidos los romanos es por sus colosales banquetes, donde abundaba la comida, el vino y, por supuesto, el sexo. De extender su fama de “libidinosos” se encargaron sobre todo los cristianos, muy interesados en poner un punto y aparte entre esos romanos paganos y la nueva Roma cristiana.

Detengámonos un instante en la etimología de la palabra orgía. Se trata del plural de orgium, unos rituales de índole sagrada dedicados al dios Dionisos, introducidos en el pueblo romano a través de los griegos. Se trataba de unos ritos mistéricos reservados a unos pocos iniciados, que fueron perseguidos en el siglo II a.C. por el estado romano, de forma parecida a lo que poco después sucedería con los cristianos.

Al caer en desgracia estos rituales, empezaron a proliferar los bulos acerca de ellos, que proclamaban que sus adeptos eran unos promiscuos y que se entregaban a un desenfreno sexual sin límites. Debemos recordar que la moral romana, en este sentido (y a pesar de lo que nos han contado) no era tan diferente a la moral cristiana. El bulo estaba servido.

Por cierto, la mentira recogía la historia inverosímil que los participantes de las orgías se obligaban a vomitar para seguir comiendo. Séneca, en uno de sus escritos, comentaba que “comen para vomitar y vomitan para seguir comiendo”, lo que, sin duda, iba dirigido a ciertas personas en concreto (siempre ha habido personas excesivas), e incluso puede ser simplemente una exageración del propio escritor para enfatizar estas costumbres exageradas.

El mito se popularizó a partir de un vocablo en latín, vomitoria, que presuntamente era el lugar donde los romanos se retiraban a vomitar, mediante la introducción de una pluma en la garganta, toda la comida ingerida hasta entonces. En realidad, los vomitoria eran las salidas de los anfiteatros (vomitare quiere decir expulsar), palabra que, por cierto, sigue presente en muchos campos de fútbol modernos.

3. Los cristianos, ¿a los leones?

Otra historia clásica referente al mundo romano es la persecución de los cristianos. A pesar de que dicha persecución sí que se dio en momentos concretos (especialmente, bajo el mandato de Diocleciano), fueron muchas las épocas en que la convivencia entre cristianos y paganos fue bastante pacífica, y las autoridades no intervenían en contra de su culto.

De hecho, parece ser que el emperador Adriano estuvo a punto de financiar templos públicos en los que adorar a Cristo como un dios más, aunque no se tiene constancia de que esto se llevara a cabo. Sí se sabe que no emitió ningún documento (o, al menos, no ha llegado hasta nosotros) de persecución, como tampoco lo hizo Domiciano, uno de los emperadores más denostados por la historiografía cristiana.

En suma, sí es cierto que los cristianos fueron perseguidos en época romana, pero no lo es menos que los autores cristianos posteriores exageraron dicha persecución. Por otro lado, los mártires cristianos no fueron ejecutados en el circo, como mucha gente cree, sino en el anfiteatro. El circo romano estaba reservado para las carreras de cuadrigas.

4. ¡No voy a ser menos que César!

Muy extendida está también la historia de que Augusto añadió un día más al mes de agosto (dedicado a él mismo) para no ser menos que Julio César, cuyo mes (julio) tenía 31 días. Esta sería la supuesta explicación de por qué estos dos meses, que van seguidos en el calendario, tengan la misma duración. De nuevo, otro bulo, que, según recoge Néstor F. Marqués, fue plasmado por escrito por Juan de Sarcobosco, un monje del siglo XIII. Fue en realidad el mismo César el que modificó la duración del mes de agosto (llamado Sextilis antes de Augusto), mucho antes de que Octavio fuera siquiera alguien importante.

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5. Livia, la “envenenadora”

Hablando de Octavio Augusto, no podemos realizar una lista de bulos romanos sin mencionar la fama que se le adjudicó a su esposa, Livia Drusila. Probablemente todos recordaréis a una estupenda Siân Phillips que, en la serie Yo, Claudio de la BBC, interpretaba a una malvada y calculadora Livia, cuyo único objetivo era sentar a su hijo Tiberio en el trono imperial, sin importar a quien tenía que llevarse por delante. En la serie (y en la novela original, sea dicho de paso) se refleja cómo consiguió envenenar a su esposo Augusto mojando de veneno los higos que él solía coger personalmente del árbol.

La historia ya suena, de por sí, demasiado novelesca. No existe ninguna prueba fehaciente de que Livia estuviera detrás de las muertes que se le adjudican en la novela y en la serie. Lo que sí sabemos es que fue una mujer sumamente inteligente y muy dotada para la política, algo que la misógina sociedad romana no podía concebir. Por ello (y como, al parecer, sucedió más tarde con Mesalina, la esposa del emperador Claudio, acusada de ser una “insaciable meretriz”), las fuentes romanas se encargaron de hacerla pasar a la historia como un ser absolutamente pérfido…

6. Incendiar Roma por un poema

Otra de las imágenes que tenemos en mente acerca de la antigua Roma es la de Nerón subido en lo alto del Palatino, contemplando, lira en mano, el incendio de Roma del que él era autor. La historia ha trascendido, pero ¿es real?

De nuevo, no existen pruebas acerca de ello. Sabemos que el emperador no se encontraba en la ciudad cuando se produjo el incendio. También sabemos que, una vez advertido y regresado a Roma, desplegó una ayuda general para socorrer a los damnificados. Sin embargo, el hecho de que aprovechara los solares que quedaron tras la destrucción para construir numerosos edificios (entre ellos, la Domus Aurea, un impresionante complejo palaciego) pudo avivar los rumores de su autoría.

Eximir a Nerón de este crimen no significa eximirlo de los que sí cometió. Pero no podemos adjudicarle tan a la ligera algo de lo que no tenemos pruebas, algo en lo que ni siquiera las fuentes contemporáneas se ponen de acuerdo.

7. Sexo entre hombres, ¿generalizado?

Terminamos este breve recorrido por los bulos sobre la antigua Roma hablando sobre el sexo entre hombres. A menudo, y por contraposición a la estricta moral judeocristiana al respecto, tenemos en mente que los romanos eran sumamente permisivos en cuanto a la homosexualidad. Sin embargo, esto no es exactamente así.

Si bien es cierto que las costumbres privadas de los ciudadanos no incumbían al estado, no estaba para nada bien visto una relación homosexual en la que el hombre “dominante” fuera penetrado. ¿A qué nos referimos con dominante? Según lo que creían los romanos, al que poseía un estatus superior. Por ejemplo, podía aceptarse que un esclavo fuera penetrado por su señor, pero de ninguna manera se dejaba sin reprobación que fuera el señor el sujeto pasivo en una relación semejante.

Por otro lado, la moral romana era bastante estricta y, en muchos casos, puede compararse con la cristiana. Las “desviaciones” sexuales eran consideradas execrables; por ello, cuando se quería denostar a un personaje público, las fuentes le atribuían todos los “desenfrenos” imaginables. Como siempre, las fuentes históricas hay que tomarlas con sumo cuidado.

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  • MARQUÉS, N. F. (2023), Fake news de la Antigua Roma, Espasa
  • BEARD, M. (2021), Doce césares: la representación del poder desde el mundo antiguo hasta la actualidad, Ed. Crítica
  • GONZÁLEZ GUTIÉRREZ, P. (2021), Soror: mujeres en Roma, Desperta Ferro Ediciones
  • SUETONIO (2010), Vida de los césares, Austral

Periodista

Licenciada en Humanidades y Periodismo por la Universitat Internacional de Catalunya y estudiante de especialización en Cultura e Historia Medieval. Autora de numerosos relatos cortos, artículos sobre historia y arte y de una novela histórica.

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