A lo largo de la historia de la antropología, se han ido generando una serie de corrientes teóricas para dar explicación a los fenómenos observados.
Una de las que más importancia cobró en el pasado siglo fue el difusionismo. A continuación nos detendremos para poder conocer los rasgos que definen a esta escuela, qué novedades aportaba frente a otros movimientos ya existentes y otras importantes características.
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¿Qué es el difusionismo?
Dentro de las diferentes corrientes teóricas que tratan de dar un fundamento a los fenómenos antropológicos, el difusionismo es una de ellas. Este movimiento surgió cuando el siglo XIX daba paso al XX. La base de esta escuela, según sus defensores, es que las diferentes sociedades humanas, desde su origen, han ido creando su cultura gracias a la imitación de los grupos vecinos, como otras tribus, pueblos o ciudades.
Por lo tanto, la cultura de un determinado grupo o etnia estaría nutrida por lo que han ido observando en otras comunidades, que a su vez lo observaron en otras más allá. Según el difusionismo, por lo tanto, el resultado final es una mezcla de partes muy pequeñas de conocimiento compartido entre los diferentes pueblos, principalmente debido a su cercanía geográfica.
El difusionismo surgió en contraposición al evolucionismo, otra corriente que cobró fuerza a lo largo del siglo XIX y que defendía la progresiva complejidad que una cultura iría adquiriendo, debido a la creatividad del ser humano. Por el contrario, el difusionismo atribuye dicha complejidad a la mera exposición a otras culturas cercanas con las que va compartiendo e intercambiando elementos.
Uno de los principales promotores de esta escuela fue Friedrich Ratzel, geógrafo alemán. La postura de Ratzel respecto a las grandes invenciones del hombre era que no tenían lugar en diferentes lugares de forma paralela, sino que siempre surgían en un sitio concreto y desde ahí comenzaba su difusión hacia zonas vecinas y así sucesivamente hasta abarcar todo el mundo conocido.
Friedrich Ratzel logró influir en otros autores, como su alumno, Leo Frobenius, quien continuó desarrollando la base teórica del difusionismo. Frobenius habló de los llamados círculos culturales, o kulturkreise, en alemán. Según este autor, existían una serie de estos círculos primigenios, que pertenecerían a las culturas ancestrales a partir de las cuales casi todos los conocimientos se habrían ido extendiendo hacia otras zonas, a veces muy lejanas.
El difusionismo extremo
Si llevamos la teoría de los círculos culturales al extremo y seguimos la idea del difusionismo hasta su esencia más pura, encontramos los textos de autores como Grafton Elliot Smith, hiperdifusionista, que defendía la idea de que la civilización del Antiguo Egipto fue el origen cultural de todas las demás, independientemente de su distancia geográfica.
Se trata de una afirmación realmente ambiciosa, pues según la teoría de Grafton, incluso las civilizaciones americanas precolombinas habrían sido influidas por Egipto. La explicación que este autor propone es la de una peregrinación de centenares de sacerdotes egipcios que tuvo lugar hace siete milenios, buscando la fuente de la vida a lo largo y ancho del globo. Este movimiento facilitó la difusión de la cultura y conocimientos de Egipto a otros lugares.
Grafton sugiere que desde Asia, algunos de estos sacerdotes podrían haber logrado llegar al continente americano y transmitir partes de su cultura a los hombres que luego levantarían las civilizaciones inca o azteca, donde se han observado ciertos paralelismos que son los que este autor sostiene como prueba de su planteamiento para así justificar un hiperdifusionismo.
Esta vertiente de la escuela también se conoce como difusionismo monocéntrico, pues en este caso estarían planteando una versión de los círculos culturales en la que solo habría existido uno en un primer momento, y desde ahí se habrían transmitido los conocimientos hacia otros lugares, creando a su vez nuevos círculos.
Otros autores que defienden el difusionismo extremo han propuesto que la agricultura, como una de las principales innovaciones en la historia de la humanidad, es algo que solo se descubrió una vez y que progresivamente se fue extendiendo entre todos los pueblos existentes. Dicho descubrimiento habría tenido lugar en la región conocida como el Creciente Fértil, en el Levante Mediterráneo.
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El difusionismo policéntrico
Sin embargo, otros autores se muestran más cautos y hablan de un difusionismo policéntrico, es decir, de unas pocas áreas principales a partir de las cuales todos los conocimientos e invenciones se han ido propagando. No serían muchas pero tampoco sería una sola, como en la teoría del Antiguo Egipto. Algunos de los antropólogos que representaron esta teoría fueron Fritz Graebner o Wilhelm Schmidt.
Estos autores señalan diferentes puntos en el Viejo Mundo donde se podrían ubicar los primeros círculos culturales. Los sitúan en las cuencas de los principales ríos de África y Asia, como son el Nilo, el Tigris, el Éufrates, el Indo o el Huang He, también conocido como río Amarillo. Pero además, incluyen otros puntos de América donde pudieron formarse esas primeras áreas de influencia. Proponen la zona de los Andes y también Mesoamérica.
En cualquier caso, la mayoría de los autores difusionistas coinciden en la importancia de las tierras cercanas al mar Mediterráneo y al océano Índico como origen de los primeros y principales círculos culturales. Sería desde estas regiones desde donde el ser humano se habría expandido, en todos los sentidos, tanto geográfica como culturalmente.
Según estas teorías, las grandes aportaciones tecnológicas que habrían permitido los cambios de era se habrían producido en estas zonas y desde ahí se habrían compartido progresivamente con los núcleos de población cercanos hasta propagarse por todos los rincones civilizados del mundo. De esta manera se habría pasado de la Edad de Piedra a la Edad del Hierro, por ejemplo.
Otro autor que abordó el difusionismo policéntrico fue el estadounidense Clark Wissler, que añadió una nueva dimensión a esta teoría. Según este antropólogo, los círculos culturales tendrían más influencia y trasmitirían de forma más eficiente sus conocimientos a las zonas más cercanas. Por lo tanto, cuando más nos alejásemos de estas regiones, esta influencia se iría debilitando y las aportaciones serían más tenues.
Este mecanismo funciona a nivel geográfico pero también a nivel temporal, ya que las innovaciones culturales tardan un determinado tiempo en desplazarse desde un centro cultural hasta las zonas más alejadas. Por lo tanto, cuando más cerca de dicho círculo encontremos un determinado rasgo, podríamos asumir que esa característica en cuestión es más antigua que otra similar encontrada en una región más periférica.
Sin embargo, este mecanismo de la difusión propuesto por Wissler tuvo algunas críticas de autores que consideraban que dicho autor no estaba teniendo en cuenta un factor importante a la hora de establecer su razonamiento. La cuestión que sustentaba estas críticas es que no todos los conocimientos, costumbres, innovaciones o rasgos de una cultura se tienen por qué transmitir a la misma velocidad.
También representó al difusionismo el arqueólogo australiano Vere Gordon Childe. Dicho autor habló de la transmisión cultural entre los pueblos indoeuropeos pero también estableció un foco principal en la Antigua Grecia como círculo cultural que se transmitió a todas las sociedades bañadas por el mar Mediterráneo.
Childe defendía un difusionismo más moderado en el que una parte de la cultura, efectivamente, se transmitiría entre diferentes sociedades, mientras que otras innovaciones llegarían por las propias condiciones a las que estuviera sometida una determinada sociedad. En ese sentido, el autor estaría combinando los postulados del difusionismo con ideas de corte marxista.
Finalmente, como ejemplo de un difusionismo llevado al extremo, encontramos las teorías de Thor Heyerdahl, etnógrafo noruego. Heyerdahl realizó una serie de expediciones en bote entre regiones muy alejadas para tratar de demostrar empíricamente que civilizaciones muy antiguas tenían a su alcance los medios para haberse desplazado y puesto en contacto con otras sociedades.
Si esto fuera así, cobrarían fuerza los principios del difusionismo monocéntrico que habíamos visto anteriormente, en los que, por ejemplo, el Antiguo Egipto podría haber sido la cuna cultural de las principales innovaciones que más tarde se exportarían a lugares muy alejados.
El difusionismo hoy en día
A día de hoy, el difusionismo se ha integrado parcialmente en la antropología como base teórica para los llamados préstamos culturales entre diferentes sociedades. Por tanto, se acepta que todos los elementos de la cultura humana se pueden transferir a otro grupo humano pero esto no quiere decir que necesariamente tenga que ocurrir.
De hecho, existen culturas que prefieren un cierto aislamiento frente al resto de sociedades para así poder preservar ciertas costumbres y tradiciones sin que sufran la influencia o modificaciones por parte de culturas externas. Por lo tanto, a día de hoy podríamos concluir que el difusionismo ha servido para explicar algunos fenómenos de la antropología pero no se ha convertido en una escuela predominante.
Referencias bibliográficas:
- Harris, N.; del Toro, R.V. (1999). El desarrollo de la teoría antropológica: historia de las teorías de la cultura. Siglo Veintiuno Editores.
- Restrepo, E. (2016). Escuelas clásicas del pensamiento antropológico. Cuzco: Vicente Torres Editor.
- Scarduelli, P. (1977). Introducción a la Antropología Cultural. Editorial Villalar.