Los cuatro acuerdos, de Miguel Ruiz, es uno de mis libros de cabecera porque gracias a leerlo he podido comprender mejor ciertos comportamientos (tanto míos como de los demás), y este conocimiento me ha ayudado a ganar mucha más seguridad en mí misma y mucha tranquilidad.
No quiero destriparos el libro; lo que sí quiero es que os entren muchas ganas de leerlo, y para eso voy a destacar los principales puntos que trata este maravilloso libro.
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Cuatro compromisos para madurar
De manera resumida, los cuatro acuerdos que dan nombre a esta obra son los siguientes.
1. Sé impecable con tus palabras
A lo largo de las líneas de esta obra, el autor nos explica el poder que realmente tienen las palabras: tanto las que decimos a los demás, como las que recibimos y las que, en silencio, nos dedicamos a nosotros mismos.
Las palabras tienen impacto en nosotros. Aquello que nos decimos que somos es lo que nos convierte en lo que realmente somos, y no al revés. Por eso debemos ser muy cuidadosos con cómo nos tratamos y con lo que sinceramente pensamos de nosotros mismos.
“Di solamente lo que quieres decir”, recomienda Don Miguel Ruiz. Evita decir cosas que no piensas simplemente por encajar en un grupo, por parecer “normal”. Además, no hables por hablar, porque como antes explicaba, las palabras tienen un impacto real sobre los demás y lo que para uno puede no significar nada, para otro puede tener mucho valor, tanto en un sentido positivo como en el contrario.
2. No te tomes nada personalmente
Este apartado del libro es revelador, pues nos cuenta cómo lo que otros dicen y opinan sobre nosotros solo les define a ellos, pues “lo que los demás dicen y hacen es una proyección de su propia realidad”.
Recuerda si en alguna ocasión te has enterado de lo que otros opinaban de ti. Quizás te ha sentado mal, te has sentido ofendido u ofendida… Duele ser criticado, nos afecta la opinión que otros tienen sobre nosotros, pero hemos de ser conscientes de que lo que otros piensen de uno no es la realidad de quienes somos, pues sus opiniones están distorsionadas por su propia realidad, su perspectiva y su juicio.
Entender esto puede resultar en cierto modo sencillo, pero llevarlo a la práctica requiere de mucho esfuerzo diario, y de tener mucha paciencia. Como cualquier hábito saludable que queremos adoptar, debemos ser pacientes y constantes hasta ir viendo resultados.
Quizás llegue un día en el que las opiniones de los demás no nos importen, ese día es cuando seremos realmente libres, dueños de nosotros mismos y capaces de ser quién realmente somos.
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3. No hagas suposiciones.
Tal y como dice el autor, “encuentra la valentía necesaria para preguntar y expresar lo que realmente quieres”.
¿Cuántas veces has sacado tus propias conclusiones sin siquiera preguntar? ¿Cuántas veces no te han entendido bien, y por no aclarar las cosas se han creado malos entendidos? Con lo fácil que es preguntar para aclarar un asunto, nos empeñamos en sacar nuestras propias conclusiones precipitadamente y, por lo general, suelen ser nefastas.
¿Por qué cuando un amigo deja de llamarnos, tendemos a pensar que ya no le interesamos o que se ha olvidado de nosotros? ¿Y si está sufriendo mucho estrés en el trabajo y se ha “olvidado” hasta de su madre? Si preguntamos, obtenemos respuestas, y éstas suelen estar mucho más cerca de la realidad que nuestras propias conclusiones.
“Tendemos a hacer suposiciones sobre todo. El problema es que, al hacerlo, creemos que lo que suponemos es cierto. Juraríamos que es real. Hacemos suposiciones sobre lo que los demás hacen o piensan. [...] Este es el motivo por el cual siempre que hacemos suposiciones, nos buscamos problemas”.
Por otro lado, en este apartado del libro también se nos explica la importancia de decir lo que pensamos, de no guardarnos nuestros sentimientos, de no tener miedo a expresarnos. ¿Cuántas relaciones no habrán llegado a ocurrir por el miedo al rechazo? Piensa incluso en la de cosas que has dejado de decir por miedo a que se rían de ti, a no saber explicarte bien o, incluso, por vergüenza.
4. Haz siempre lo máximo que puedas.
Lo máximo que uno puede hacer dependerá siempre de las circunstancias, pues uno no puede hacer lo mismo un día que se levanta con energía, que cuando tiene gripe. Tampoco podemos hacer lo mismo al final del día cuando estamos agotados mentalmente que recién levantados; depende incluso de nuestro estado anímico. Pero lo que Miguel Ruiz nos explica es que hagamos siempre lo máximo que podamos, entendiendo nuestras circunstancias y adaptándonos a ellas, pero lo máximo que podamos en cada caso.
Cuando uno hace lo máximo que puede evita lamentarse. ¿Sabes eso de que lo importante es participar? Pues sí, eso es lo importante, pero sabiendo que lo hiciste lo mejor que pudiste, que diste todo lo que estaba en tu mano dar, pues gracias a ello vas a evitar juzgarte a ti mismo e incluso maltratarte con frases del tipo “soy un fracaso”, “debería haberme esforzado más”, “soy un vago/a”...
Y estos son, en resumidas cuentas, los cuatro acuerdos que definen este libro. Es un libro que en mi opinión todos deberíamos leer, pues se aprende mucho del comportamiento humano y ahonda en la forma de actuar que por ley general aprendemos las personas.
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