Si preguntamos al lector el nombre de alguna de las reinas que tuvo el antiguo Egipto, probablemente sabrá más de una. Y es que la fascinación que sobre nosotros ejerce esta civilización milenaria no deja de crecer, espoleada por novelas, películas y leyendas.
En general, es necesario distinguir a las reinas en tanto que consortes principales del faraón (como la hermosa Nefertari o la poderosa e influyente Tiy) de las mujeres que ostentaron el gobierno por pleno derecho, como la famosa Hatshepsut, Cleopatra o la mismísima Nefertiti, de la que existen sospechas que apuntan a que, tras la muerte de Akhenatón, reinó en solitario.
Es importante tener en cuenta, si deseamos ser escrupulosos con la historia, que estas reinas que ostentaron el poder por ellas mismas no pueden llamarse "faraonas". Este título era inexistente en el antiguo Egipto, puesto que el rol de gobernante era un rol masculino. En todo caso, estas reinas, como Hatshepsut, serían también faraones.
Si te interesa el tema, sigue leyendo. Hoy te explicamos la historia de 5 reinas del antiguo Egipto que debes conocer y que marcaron, de alguna manera, la historia.
5 reinas del antiguo Egipto: desde Hatshepsut hasta Cleopatra
La cronología del antiguo Egipto es muy larga; más de 3.000 años, que van desde el Egipto arcaico hasta la era romana. En todas estas etapas históricas se han sucedido varias dinastías reales y, en ellas, han existido reinas que han destacado por uno u otro motivo. Veamos a continuación algunas de las más importantes.
1. Hatshepsut (mediados del II milenio aC), faraón por derecho propio
Nuestra primera protagonista consiguió reinar por derecho propio y en solitario; es decir, como faraón. Hatshepsut fue la única hija que sobrevivió al matrimonio real formado por Tutmosis I y su esposa principal, Ahmose. Sin embargo, quien tomó el relevo en el trono de Egipto no fue ella, sino su medio hermano Tutmosis, nacido de Tutmosis I y una esposa secundaria.
Era muy habitual que los faraones tuvieran más de una esposa. En general, existía una esposa principal, la Gran Esposa Real, pero, además de ella, en el harén cohabitaban las esposas secundarias y las concubinas, junto a sus hijos e hijas. Todo ello provocaba, claro está, más de una rivalidad e intriga por el poder.
Hatshepsut fue casada con su medio hermano, que ascendió al trono con el nombre de Tutmosis II. Solo le dio una hija, Neferura, mientras que una de las esposas secundarias del nuevo faraón había dado a luz al que sería Tutmosis III. La historia parecía condenada a repetirse.
Pero la ambición de Hatshepsut era grande. No estaba dispuesta a dejar escapar la oportunidad de ostentar el poder, por lo que, a pesar de que su hijastro ya había accedido al trono, la reina se autoproclamó Faraón de las Dos Tierras. Como los sacerdotes la apoyaban, Tutmosis III tuvo que retirarse y dejar el gobierno de Egipto en manos de su tía.
Hatshepsut reinó como faraón y, como tal, se hizo retratar con atributos masculinos: en sus representaciones plásticas aparece con la barba de faraón y sin pechos. Jean-François Champollion (1790-1832), el famoso egiptólogo que descifró el lenguaje jeroglífico, se quedó muy sorprendido al ver los atributos masculinos con que la reina se representaba y que, al mismo tiempo, se hiciera nombrar con apelativos femeninos.
Pero Hatshepsut no hizo sino consolidarse en un rol que era exclusivamente masculino. Realizó verdaderos malabares para conservar su identidad femenina y compaginarla con su título de faraón, que mantuvo hasta que su hijastro Tutmosis recuperó las riendas del gobierno egipcio.
2. Tiy (c. 1398 a - 1338 aC), la inteligente compañera
Encontramos el nombre de esta reina escrito de diferentes maneras: Tiy, Tiyi, Tiya, Teje... Esto es algo común en los nombres egipcios, puesto que la escritura egipcia es consonántica (es decir, solo reproduce las consonantes y las vocales semi consonánticas), por lo que los egiptólogos han tenido que rellenar los huecos de las vocales a su libre albedrío. En general, existe un consenso para utilizar la letra e (de ahí que existan tantos nombres egipcios en los que predomina esta vocal), pero no siempre sucede así.
Tiy no era de origen real o, al menos, los registros encontrados no apuntan hacia ello. Parece ser que fue, eso sí, de la nobleza egipcia, emparentada con Yuya, jefe de carros de guerra. Su madre, Tuyu, poseía el título de ‘Adorno real’, lo que da una idea de su estatus.
Por causas que todavía se desconocen, la joven Tiy fue la escogida para desposarse con el futuro faraón, Amenhotep III. En el momento de su enlace, ella tenía unos doce años, mientras que su esposo era un adolescente de catorce, algo habitual entre las parejas reales del antiguo Egipto.
Tiy y Amenhotep conformaron una pareja sólida y muy unida. De hecho, Tiy tuvo un enorme ascendiente sobre su marido, hasta el punto que aparecía junto a él en todas las representaciones y, lo que es todavía más sorprendente, en el mismo tamaño que él. La reina Tiy fue la madre de Akhenaton, el ‘faraón hereje’ y, por tanto, suegra de la hermosa Nefertiti, de la que hablamos a continuación.
3. Nefertiti (c. 1370 a. C.-c. 1331 a. C.), la esposa del ‘faraón hereje’
Posiblemente sea, junto con Cleopatra, una de las reinas de Egipto más conocidas, y también una sobre la que más se ha especulado y fantaseado. Y es que el busto de la hermosa Nefertiti, ejecutado por Tutmose, escultor real y conservado en el Museo Egipcio de Berlín, sigue despertando fascinación y misterio a partes iguales.
¿Quién fue Nefertiti? Su nombre significa “La bella que llega” o “La bella ha llegado”, un epíteto que demuestra dos cosas: la primera que, efectivamente, a Nefertiti se la consideraba muy hermosa; y, segundo, que puede que no fuera autóctona de Egipto, y de ahí la idea de ‘llegada’. Algunos historiadores se decantan por identificarla con Taduhepa, una princesa del reino de Mitanni que fue enviada a la corte del faraón como regalo diplomático, algo que, por otro lado, era muy común; muchas de las esposas y concubinas del harén real eran de procedencia extranjera.
En cualquier caso, Nefertiti se casó con Amenhotep, el hijo de Amenhotep III y su esposa Tiy, cuando tenía unos diez u once años. A la muerte del faraón, el esposo de Nefertiti alcanzó el poder con el nombre de Amenhotep IV, nombre que habría de cambiarse más tarde por el de Akenatón, en honor a la nueva fe que él mismo había alentado en Egipto; un monoteísmo sin precedentes que elevaba al disco solar, Atón, como única divinidad, y que destruía de un plumazo el poder ostentado por clero de Amón. A partir de la revolución religiosa, el faraón y su esposa serían los únicos intermediarios entre el sol y sus súbditos.
La vida de Nefertiti está más o menos documentada hasta que, súbitamente, cuando la reina debía tener unos cuarenta años, su nombre desaparece de los registros. Existen varias teorías para explicar esto:
- Una primera, quizá la más lógica, es su muerte, aunque es extraño que no se mencione el hecho;
- Una segunda teoría que sostiene que la reina cayó en desgracia y que su nombre fue destruido, en medio de una damnatio memoriae;
- Por último, existen historiadores que apuntan a que el nombre de la reina dejó de aparecer, simplemente, porque se lo cambió por otro: nada menos que el de Smenkare, el misterioso faraón que sucedió a Akenatón.
En todo caso, lo cierto es que Nefertiti fue, además de una mujer bellísima, un apoyo constante para su esposo en la peligrosa revolución que estaba emprendiendo. El monoteísmo instaurado por Akenatón, por el que fue llamado a posteriori ‘el faraón hereje’, fue aniquilado en época de Tutankamón, y el culto a Amón y al resto de dioses, restituido.
4. Nefertari (¿? – 1.255 aC), ‘por la que brilla el sol’
Ramsés II idolatró a Nefertari, su Gran Esposa Real, a la que mandó representar en el bellísimo templo de Abu-Simbel, con su mismo tamaño. Y es que esta reina, que poseyó el título de ‘por la que brilla el sol’, mantuvo siempre intacta la devoción de su esposo y, por supuesto, su influencia en él.
Los orígenes de Nefertari, como parece ser común en nuestra lista de reinas, son oscuros. No se sabe cuál es su procedencia, si bien algunos eruditos apuntan a que descendía de la Dinastía XVIII y que, por tanto, tendría sangre real. En cualquier caso, se casó con Ramsés cuando ambos eran casi niños (otra situación común), y durante un tiempo compartió el rango de Esposa Real con otra mujer, la reina Isis-Nefert, a quien finalmente desbancó en el corazón del faraón.
Cuando Nefertari falleció, un desconsolado Ramsés II la enterró en una tumba del Valle de las Reinas, una de las más hermosas que se conservan, la QV66. Además de sus extraordinarios frescos, en sus paredes podemos ver una dedicatoria del faraón hacia su adorada esposa muerta, un testimonio inmortal del afecto que se profesaron: “Mi amor es único, no puede tener rival; ella es la mujer más bella que ha vivido”.
5. Cleopatra (69-30 aC), la leyenda de la femme fatale
Cleopatra VII es uno de los personajes más maltratados de la historia. Tradicionalmente considerada una intrigante y una auténtica femme fatale, capaz de acostarse con quien fuera para obtener poder o conservarlo, lo cierto es que la mayor parte de su leyenda surgió a partir de Plutarco y sus Vidas paralelas. Pero, ¡oh, casualidad!, resulta que todos los escritores romanos que hablaron de ella eran adictos a Augusto... el enemigo por antonomasia de la reina.
¿Qué hay de cierto en la historia de Cleopatra? Debemos situar a esta reina en un periodo muy diferente a los anteriores que hemos tratado en este artículo, puesto que Cleopatra pertenece a la dinastía de los Ptolomeos, los descendientes del general macedonio que acompañó a Alejandro Magno en su conquista del mundo. Es decir, Cleopatra es reina de un Egipto helenizado, a pesar de que todavía conserva muchas de sus antiguas tradiciones.
De hecho, a los dieciocho años, Cleopatra se casa con su medio hermano Ptolomeo, al más puro estilo de los faraones egipcios. En la rivalidad que pronto surge entre ellos y sus respectivos adeptos, Cleopatra se acerca a Roma e inicia un romance con Julio César, de quien tendrá un hijo, Cesarión. Es gracias a este acercamiento que la reina consigue ser la única gobernante de Egipto.
Cleopatra sigue ligada a Roma y a las propias luchas intestinas de la República romana. Marco Antonio, el rival de Octavio, será su gran amor y se convertirá en su marido. Ambos fallecerán, según Plutarco, por su propia mano, para darse una muerte honrosa tras la derrota de Actium (31 aC). Con la desaparición de la reina, desaparecía también el Egipto libre e independiente de sus ancestros, y la tierra del Nilo se convertía en provincia romana.


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