Cleopatra: biografía de la legendaria reina de Egipto

¿Cómo era cleopatra y qué vida tuvo esta famosa faraona de ascendencia griega?

Cleopatra

Plutarco la describió en su Vidas paralelas como el origen de todos los males de Marco Antonio. Para los historiadores Virgilio y Horacio era prácticamente una ramera, una mujer ambiciosa y manipuladora en extremo, exactamente lo contrario que Octavia, la prudente y devota esposa romana de Marco Antonio. Esa fue la imagen de Cleopatra que pervivió durante muchos siglos, testimonio en el que se basaron los sucesivos dramas que se escribieron sobre ella.

La historia, como se suele decir, la escriben los vencedores. Y da la casualidad de que todos estos historiadores que hemos citado (a excepción de Plutarco, que es posterior, pero que recoge el testigo de sus antecesores) vivieron en la época de Octavio Augusto, el acérrimo enemigo de la reina de Egipto y de su marido Marco Antonio. Resulta obvio, pues, que tras la sonada derrota de los amantes en la batalla naval de Actium (31 a.C.), Augusto tratara de dejar una imagen corrompida de su rival.

Entonces, ¿quién fue realmente Cleopatra VII? ¿Es coherente la idea que tenemos de ella con lo que fue en realidad? Acompañadnos a descubrirlo.

Breve biografía de Cleopatra, reina de Egipto

Al hablar de Cleopatra, probablemente la imagen que nos viene a la cabeza sea la de una espléndida Elizabeth Taylor, que interpretó a la reina de Egipto en la célebre película de Mankiewicz que, por cierto, fue un sonoro fracaso. Precisamente, el filme se basaba en lo que Plutarco dejó escrito sobre la soberana. Veamos cómo era realmente esta reina de Egipto a lo largo de esta biografía de Cleopatra.

Cómo era Cleopatra

Pocas son las imágenes fidedignas de la reina que nos quedan para poder mirarla directamente a los ojos. En una de ellas, una exquisita cabeza de mármol conservada en el Altes Museum de Berlín, los expertos creen ver los rasgos de la reina egipcia, pues se asemejan a los de las efigies de las monedas que ella acuñó.

Si es cierto que la retratada es Cleopatra, su imagen real dista mucho de la que la leyenda nos ha transmitido de ella; en la cabeza de mármol vemos a una mujer más bien humilde, con un sencillo peinado “a la romana” y unas facciones de lo más corrientes, que destilan prudencia, inteligencia y sabiduría. En otras palabras, nada podemos detectar en esta cabeza que nos haga pensar en la femme fatale^ en la que tanto énfasis pusieron sus detractores. ¿Quién era, pues, Cleopatra?

Una reina griega en el Antiguo Egipto

A pesar de ser la reina del país del Nilo, Cleopatra pertenecía a una dinastía macedónica, descendiente de Ptolomeo Lagos, general de Alejandro Magno que, tras la muerte de éste, se quedó en Egipto e instauró la dinastía ptolemaica. Es decir que, por cultura familiar, Cleopatra era griega, no egipcia. Su mismo nombre así lo indica: Cleopatra es un nombre griego que viene a significar “gloria de su padre”. Este padre era el rey Ptolomeo XII que, en la época de nacer su hija, mantenía relaciones más o menos cordiales con Roma.

Nuestra protagonista había nacido hacia el año 68 a.C. en Alejandría, la ciudad fundada por Alejandro Magno que, en aquellos días, era la capital de Egipto. La urbe era tan magnífica que cualquier viajero que se detuviera en ella quedaba prendado de su belleza y esplendor cultural: el famoso faro, una de las siete maravillas del mundo antiguo, se erguía majestuoso en el puerto, y su enorme biblioteca (que se calcula pudo llegar a albergar unas 100.000 obras) era la envidia de todo Occidente.

Cleopatra no estaba destinada a heredar el trono de Egipto, pues tenía dos hermanas mayores: Arsínoe y Berenice. Quiso el destino que su camino hacia el poder se viera despejado cuando, estando el padre en Roma cerrando tratos con los romanos, estas hijas mayores conspiraran contra él, deseosas de preservar la autonomía egipcia.

Ptolomeo XII se enteró de la traición y no dudó en ejecutar a sus propias hijas. Cleopatra se salvó de la sentencia porque se probó que no había participado en la conjura y que siempre había permanecido fiel a su padre. De este modo, cuando Ptolomeo XII falleció, la joven ascendió al trono como Cleopatra VII. Sin embargo, existía una condición indispensable para que su poder como soberana se ratificara: debía casarse con su hermano menor Ptolomeo y correinar con él.

Alianza y romance con Julio César

El incesto era una práctica común en la dinastía ptolemaica, herencia más que probable de las ancestrales costumbres de los monarcas egipcios, que solían desposarse con hermanas e hijas. La idea que se escondía tras esta práctica era que, a través de estos lazos consanguíneos, se reforzaba la divinidad de la monarquía.

Cleopatra tiene dieciocho años cuando, junto a su hermano-esposo (que reinará bajo el nombre de Ptolomeo XIII), sube al trono de Egipto. Como era de esperar, las rencillas no tardan en aparecer; los consejeros que manipulan al joven Ptolomeo (que tiene sólo diez años) conspiran para derrocar a Cleopatra y coronar al niño-faraón como único soberano de Egipto. Con este fin, y decididos a atraerse el favor de los romanos para que les apoyen en su guerra civil, asesinan a Pompeyo, que ha recalado en las costas egipcias huyendo de su mortal enemigo, Julio César. Después, envían a César la cabeza de Pompeyo como presente.

Craso error el de los consejeros del faraón-niño; porque Julio César, ante la visión de su enemigo asesinado a traición, monta en cólera. Si hay algo que los romanos no pueden tolerar es la muerte poco honrosa, y la de Pompeyo lo ha sido. Sí, piensa César; era mi enemigo, mi rival por el poder de Roma, pero merecía morir en el campo de batalla, no a manos de unos “vulgares” egipcios. Cegado por la furia y enardecido por la brutal creencia en la superioridad romana, César persigue sin cuartel a los culpables.

Este era el momento que Cleopatra estaba esperando. Deseosa de atraerse a César hacia su causa, acude a visitarlo; según Plutarco, escondida dentro de una lujosa alfombra. Cuando los sirvientes la desenrollan, ante César aparece una atractiva joven de veintipocos años. El resto es de sobras conocido, y ha sido cantado por innumerables poetas a lo largo de la historia.

Algunos historiadores ponen en duda el romance entre César y Cleopatra. Es decir, sí que existió una relación afectiva, pero actualmente se baraja la posibilidad de que lo que en realidad moviera a ambos personajes fuera más la ambición política que el amor.

Cleopatra y Julio César

En el caso de César, y tal y como sostiene la historiadora Rosa María Cid (ver bibliografía), es posible que su romance con Cleopatra no fuera más que una manera de mostrar su superioridad para con Egipto. De hecho, la reina viajó en aquellos días a Roma, sin que se sepa todavía cuál fue la causa exacta del viaje; ¿establecer pactos políticos? ¿Asistir al desfile triunfal de César? Esto último habría significado humillarse ante los romanos, cosa que parece poco probable viniendo de una reina tan celosa de las libertades de su pueblo. Sea como fuere, es gracias al apoyo de César que Cleopatra derrota a su hermano y se corona como la única soberana de Egipto. Quizá la humillación era el precio que tuvo que pagar para alcanzar el poder, quién sabe.

Mientras, en el año 48 a.C., la reina ha dado a luz a un hijo de César, Ptolomeo Filópator, más conocido como Cesarión, el único hijo biológico que tendrá el dictador. Esto la pone en una situación delicada, puesto que el niño se convierte, ya desde su nacimiento, en enemigo directo de Octavio, sobrino de César y designado como su sucesor. Cuando Julio César fallece en la conjura de los idus de marzo del año 44 a.C., Cleopatra se encuentra que no solo ha perdido a su amante, sino también a su aliado político. Está sola frente al ambicioso Octavio.

El nuevo y definitivo amor: Marco Antonio

Corre el año 43 a.C. En Roma, los asesinos de César se enfrentan en una nueva guerra civil con los partidarios de Octavio. El segundo triunvirato, formado por Marco Antonio, Octavio y Lépido, no ha tenido éxito; las relaciones entre el primero y el segundo son cada vez más agrias, especialmente desde que Marco Antonio, que tiene bajo su poder la parte oriental del imperio romano, se encuentra con Cleopatra en Egipto. Octavio y los suyos lo toman como una afrenta al poder de Roma.

Pero ¿cómo y por qué se ha producido el encuentro? En Tarso, actual Turquía, Cleopatra recibe al romano ataviada como la diosa Afrodita. Parece ser que la atracción es inmediata, y que ambos inician una apasionada relación que durará más de diez años. En Roma, la esposa de Marco Antonio, Fulvia, se rebela contra semejante traición e inicia una verdadera guerra contra su marido. Octavio la secunda; la afrenta es demasiado grande. Marco Antonio no solo ha traicionado a Roma estableciéndose en Egipto y solazándose con su reina, sino que además ha osado repudiar a su esposa romana. Octavio ve en todo ello la excusa perfecta para desembarazarse de su antiguo aliado.

La encarnación de la diosa Isis

Mientras, en Egipto, Cleopatra ha cambiado de política. Si bien siempre fue una reina muy preocupada por preservar la cultura milenaria de Egipto (se dirigía a sus súbditos en egipcio antiguo en lugar de usar el griego), no olvidemos que provenía de una dinastía macedónica, por lo que culturalmente se encontraba mucho más cercana a Grecia y Roma. Pero tras la muerte de César, la reina se orientaliza, dejando de esta forma muy claro dónde descansan sus simpatías.

Es en esta época cuando Cleopatra toma los atributos de la diosa Isis, la divinidad femenina por excelencia de la tierra de Egipto, dadora de vida y protectora de las mujeres y de los partos. Característica de la época es la representación de la Isis lactans, es decir, la diosa nutriente que da el pecho a su hijo Horus, que descansa sobre sus rodillas. Una imagen que, por cierto, pasó más tarde al cristianismo en la iconografía de la galactotrofusa, es decir, la Virgen de la leche.

En el templo de Dendera, en el medio Egipto, encontramos uno de los mejores ejemplos de Cleopatra como diosa. Está dedicado a la diosa Hathor, y en los relieves del templo aparece Cleopatra junto con Cesarión, replicando la imagen de Isis con su hijo Horus. Esta campaña de propaganda es extremadamente importante, puesto que Cleopatra no se está mostrando como una griega extranjera, sino como una egipcia (y no una egipcia cualquiera, sino nada menos que como su diosa más importante), y su hijo Cesarión, hijo de un romano, está siendo equiparado al dios halcón, Horus.

Todo esto testifica la inteligencia y la incuestionable validez política de la soberana de Egipto, así como su innegable cultura. Ya hemos dicho que se dirigía a sus súbditos en egipcio; pero es que, además, hablaba nueve lenguas más. Cleopatra era una mujer extremadamente erudita, conocedora no sólo de la cultura griega, heredada de sus ancestros, sino también de la del país sobre el que reinaba. Una soberana siempre pendiente de las necesidades de su pueblo, que intentó utilizar su prudencia, su talento político y sus indudables encantos para situarse, a ella y a Egipto, en la mejor de las posiciones.

El fin de una reina

La relación con Marco Antonio no fue ni mucho menos constante ni homogénea. Los amantes se separan brevemente en 40 a.C.; una vez fallecida Fulvia, la primera esposa, el romano vuelve a su patria para desposarse con la hermana de Octavio, en un desesperado intento de congraciarse con él. Despechada y a la expectativa, Cleopatra queda en Egipto y da a luz a los hijos de Marco Antonio, los gemelos Cleopatra Selene y Ptolomeo Helios.

Sin embargo, en parte por la pasión que siente hacia la reina egipcia, en parte porque en Roma ya nadie le apoya, Marco Antonio regresa junto a Cleopatra en el año 37 a.C. Puede que su unión entonces ya sea más una alianza política que una relación amorosa, lo que no impide a Cleopatra darle al romano otro hijo, Ptolomeo Filadelfo.

Y es aquí cuando se rompen definitivamente los pocos lazos que quedaban entre Octavio y su antiguo aliado político. Marco Antonio, establecido definitivamente en Egipto y desposado finalmente con Cleopatra, realiza las conocidas “donaciones de Alejandría”, por las que dona algunas tierras a los hijos habidos con la reina. Esto es un insulto definitivo hacia la República romana, puesto que Marco Antonio no tiene poder alguno para decidir sobre ello. Además, en el testamento que deja, el romano expresa el deseo de ser enterrado en Alejandría, junto a Cleopatra, lo que acaba de confirmar su “traición” a Roma.

La guerra no se hace esperar. En la famosa batalla naval de Actium, acaecida en septiembre del año 31 a.C., las tropas de Octavio derrotan estrepitosamente a las de Marco Antonio y Cleopatra. Los amantes se baten en retirada hacia Egipto, pero su suerte ya está echada. Octavio ha vencido, y a ellos solo les queda una cosa: morir con honor.

¿Cómo murió Cleopatra?

Los relatos que nos han quedado sobre el fin de los amantes más parecen sacados de una tragedia griega que de la realidad, pero, al fin, son los únicos testimonios que tenemos para saber qué sucedió. Según Plutarco, Marco Antonio se dio muerte con el filo de su espada. Enterada la reina, y resuelta a no seguir con vida para evitar la humillación que Octavio le tiene preparada (desfilar como trofeo de guerra en el recorrido triunfal del romano), Cleopatra decide también acabar con su vida. Llama a sus más fieles criadas, que le traen una cesta con higos, entre los que se esconde un áspid, una de las serpientes más mortales de Egipto. Entonces, vistiendo sus mejores galas, Cleopatra se tumba y extiende el brazo entre las frutas. La mordedura del animal y su potente veneno hace el resto.

¿Se trata de la realidad, o es solo leyenda? ¿Se suicidó Cleopatra, o fue asesinada, como muchos historiadores sospechan? La teoría del asesinato no es demasiado verosímil; si Octavio tenía pensado humillarla ante el pueblo de Roma, no tiene sentido alguno que acabara con su vida antes de salir de Egipto. La teoría del suicidio queda, pues, reforzada, aunque la historia de la cesta de higos parece más un adorno de Plutarco que un hecho real. Puede que, simplemente, la reina ingiriera un veneno común para darse muerte.

De sus hijos, poco se sabe. A pesar de que intentó protegerlos, a sabiendas de que, tras su muerte, Octavio se ensañaría con ellos, no consiguió salvar a Cesarión, que fue asesinado por ser el heredero de César y, por tanto, el verdadero obstáculo para la ambición de Octavio. Terminaba la República y empezaba el Imperio, con Octavio Augusto como primer emperador de Roma.

  • García Fleitas, M.L. (2013), Plutarco y Cleopatra. Apuntes sobre el personaje de Cleopatra VII en el drama europeo del s. XVI, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Ediciones Clásicas
  • Novillo López, M.A. (2022). Breve historia de Cleopatra, ed. Nowtilus.
  • Plutarco (2007). Vidas paralelas. Demetrio-Antonio, Alianza editorial
  • La verdadera historia de Cleopatra, conferencia de la historiadora Rosa María Cid para la Fundación Juan March.

Periodista

Licenciada en Humanidades y Periodismo por la Universitat Internacional de Catalunya y estudiante de especialización en Cultura e Historia Medieval. Autora de numerosos relatos cortos, artículos sobre historia y arte y de una novela histórica.

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