Es con toda certeza uno de los grandes mitos de todos los tiempos. Cuando escuchamos la palabra vudú, religión vudú o la famosa frase de “te voy a hacer vudú”, no es que pensemos en algo positivo precisamente. A lo largo de la historia se nos ha presentado esta creencia como algo maligno, algo relacionado con el mismísimo diablo y que sirve para perjudicar a las personas que odiamos, de manera física especialmente. Es una especie de hechizo, para que se entienda.
No obstante, desde hace ya poco más de una década, especialmente señalando el año 2003 -fecha en que se hizo oficial la religión Vudú en Haití- que se ha empezado a esclarecer lo que realmente deriva de esta mitología que ha sido distorsionada hasta el ridículo, tal y como apuntan los expertos. Millery Polyné y Elizabeth McAlister, son dos expertos en la materia que han ayudado a realizar distintos estudios historiográficos para desmitificar la “mala prensa” que padece el vudú.
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¿En qué consiste la religión Vudú?
Según apunta Polyné, un estadounidense de origen haitiano que llegó al Estado de Florida (EE.UU.) en los años noventa, cuando tan sólo tenía 14 años, ya se quedó impresionado por los comentarios y perjuicios que se venían reproduciendo cuando su persona estaba presente a la hora de socializar. “Ni siquiera yo conocía a fondo mi propia religión”, afirma el autor. Fue a raíz de esos paradójicos momentos cuando decidió aprovechar su curiosidad y estudiar historia afroamericana y del Caribe, donde imparte clases como profesor en la Universidad de Nueva York.
Como suele ocurrir en este tipo de casos, donde el desconocimiento y una mala proyección de una cultura lejana resulta poco atractiva de ser investigada, rápidamente interiorizamos lo primero que se nos brinda detrás de una pantalla, especialmente si es una serie o película. Existen también cientos de miles de obras literarias que no han ayudado precisamente a despejar estas leyendas negras que todavía persiguen a la religión vudú.
Nada más lejos de la pura realidad, toda la fantasía que se ha generado por la indústria citada ha quedado desmentida de manera flagrante. Resulta que los orígenes del vudú hay que encontrarlos en el período de los siglos XVI y XVII, cuando las potencias europeas seguían en su empeño de colonizar a las extensiones de ultramar para seguir comerciando con esclavos e importar riquezas de las islas caribeñas, tales como el tabaco, el azúcar o el ron.
De la mano de misioneros franceses, la religión vudú es descendiente directamente del catolicismo romano, y algunos de sus preceptos son compartidos con el cristianismo occidental. Tienen un Dios que manda a espíritus que obren en la tierra visible mediante el ser humano de carne y hueso. Curiosamente, el vudú no cree ni en el cielo ni en el infierno. Simplemente creían en la buena obra y paz que los ancestros habían encomendado a los que profesaban esta religión.
Una manipulación intencionada
La historia siempre se repite y, como se suele afirmar, la escriben los vencedores. Y este no iba a ser la excepción. Teniendo en cuenta que el vudú proviene de la época colonial y de esclavitud, los negros que padecían estas injusticias se refugiaban en una religión que les permitía mantener cualquier atisbo de esperanza y confort. Fue en este momento cuando los franceses libraron toda una batalla propagandística para evitar cualquier tipo de revolución que permitiera la emancipación de sus lacayos.
En efecto, la religión vudú fue en algunos momentos un acto revolucionario que puso en jaque en más de una ocasión a las fuerzas imperialistas del momento. Por ello, algunas fuerzas globales influyentes como la Iglesia, políticos haitianos y científicos blancos, empezaron a organizar un relato criminalizador en contra de esta creencia. Ritos satánicos, ceremonias carnívoras e idolatría a monstruos es la imagen que se exportó de la isla a Occidente.
Después de la independencia de Haití allá por el siglo XVIII, los pobres lugareños no se quitaron de encima toda esta palabrería. Habiendo sufrido todo tipo de vejaciones por los franceses, llegó el turno de los norteamericanos que, curiosamente, se independizaban del imperio inglés poco antes que los caribeños. Faustin Wirkus, almirante del ejército estadounidense, vio un potencial enorme en las riquezas a explotar dentro de Haití, así como instalar bases navales permanentes para dominar los mares de centroamérica.
El tsunami de Haití
Sigue siendo fresco el recuerdo de los fatales acontecimientos naturales que padeció la isla en el año 2010, cuando en un día tranquilo una gigantesca ola engullía toda la costa, llegando a la zona repleta de hoteles y resorts turísticos ubicados en primera línea de mar. En la actualidad, la zona sigue siendo considerada catastrófica, así como el país más pobre del mundo según un informe de las Naciones Unidas.
Tampoco en esa ocasión se salvaron los haitianos de sufrir improperios y calumnias por su condición de practicar la religión vudista. Sin ir más lejos, el evangelista y polémico estadounidense Pat Robertson, afirmó que el desastre natural había sido un castigo de Dios por haber pactado con el diablo en el año 1791. Unas desafortunadas declaraciones que no hacen más que incitar el odio y racismo hacia una población ya muy desgraciada.
Referencias bibliográficas:
- Hurbon, Laënnec (1993 / primera edición en francés: 1984). «El bárbaro imaginario». México DF: Fondo de Cultura Económica (traducción de Jorge Padín Videla).
- Pancorbo, Luis (1993). «"Reflejos del vudú", "El Canal de la Tortuga". En: Río de América». Barcelona: Laertes (pp. 303).
- Seabrook, William (2005). «La isla mágica». Editorial Valdemar. Colección: El Club Diógenes / CD-229 (Traducción de José Luis Moreno-Ruiz).
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