El deporte y cualquier actividad física moderada es recomendada a todas las edades. En las sociedades occidentales son demasiados los casos de personas sedentarias, y el mejor remedio para prevenir enfermedades asociadas a la falta de ejercicio es, precisamente, moverse.
Sin embargo, lejos de lo que se suele pensar, más ejercicio no tiene por qué ser mejor. Hay un límite, y este resulta ser complicado de discernir, aunque los problemas que puede suponer para la salud física y mental son lo suficientemente graves como para no ignorarlos
A continuación vamos a descubrir cómo nos afecta emocional y comportamentalmente un estilo de vida caracterizado por un exceso de actividad física.
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¿Cómo nos afecta psicológicamente el exceso de actividad física?
El deporte suele ser visto como un buen hábito de salud. Y lo es, sin abusar. La práctica frecuente de actividad física es algo muy positivo para nuestra salud, recomendado a prácticamente todas las edades y siempre ha sido visto como un factor de protección frente a todo tipo de enfermedades, especialmente las óseas y cardiovasculares. El deporte, combinado con una buena alimentación, previene la aparición del sobrepeso y la obesidad, condiciones médicas que incrementan todo tipo de patologías.
Pero no solo afecta positivamente sobre la salud física, sino que también ser físicamente activo se asocia con un mayor bienestar psicológico. Si bien la afirmación de que el deporte cura la depresión es desproporcionada, sí que se sabe que el ejercicio físico es un factor de protección frente a problemas psicológicos como la depresión, la ansiedad o el estrés. Además, se ha visto que las personas que realizan deporte con frecuencia tienen un mayor rendimiento cognitivo, con unas mejores concentración, atención y memoria.
Sin embargo, no todo es tan positivo. Una cosa es la práctica regular y otra, muy distinta, es padecer una adicción al deporte, una condición en la que se lleva un estilo de vida demasiado activo, hasta el punto de que condiciona no solo la salud física, incrementando el riesgo de padecer lesiones, sino que también puede afectar negativamente la salud mental. Las adicciones nunca traen nada bueno, y la al ejercicio físico no es la excepción.
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Los riesgos psicológicos del deporte
Como íbamos comentando, la actividad física se ha asociado a beneficios para la salud física y mental. Si bien sí que existen algunos riesgos físicos con la práctica regular de deporte, como la deshidratación y las lesiones, estas lesiones físicas son menos probables haciendo deporte que los múltiples problemas médicos y psicológicos asociados a llevar una vida totalmente sedentaria. La inactividad puede llevar a ganar peso, padecer enfermedades cardiovasculares y otras condiciones médicas asociadas a una salud deteriorada y menor bienestar.
Una de las posibles causas detrás de llevar un estilo de vida sedentario o muy inactivo puede ser presentar un trastorno mental, especialmente la depresión, condición mental que entre sus síntomas se encuentran la falta de motivación y la pérdida de interés en actividades que antes resultaban placenteras. No son pocos los casos de personas que han caído en una depresión y que han abandonado por completo sus aficiones deportivas.
Sin embargo, resulta que también existe el riesgo de practicar demasiado deporte, afectando psicológicamente de una forma diferente en comparación con no hacer nada de actividad física pero de una forma casi tan grave o peor. Por muy factor de protección que pueda ser el deporte para la salud mental, de llevarse al extremo esta actividad física se convierte en sí misma un factor de riesgo, incrementando la posibilidad de padecer depresión y trastornos de ansiedad, sobre todo entre atletas profesionales.
No son pocos los ejemplos de deportistas profesionales que evidencian cómo nos afecta psicológicamente un estilo de vida demasiado activo. Si bien cabe decir que no es del todo justo usarlas como ejemplo como advertencia para las personas no profesionales, sí que muestran muy bien qué es lo que pasa cuando el deporte se ha convertido constante en la vida de una persona y se ha convertido en algo demasiado prioritario.
El ejemplo más sonado y reciente que se nos viene a la cabeza es el caso de Simone Biles. No hay duda que esta gimnasta olímpica está en forma física, pero debido al haber estado sometida a mucha presión y a entrenamientos muy duros se ha visto obligada a poner por delante su salud mental antes que a su carrera profesional, algo que ha servido a otros deportistas a tomarse un descanso ellos también. Además, el caso de Biles, junto con otras como Naomi Osaka, han servido para desestigmatizar los problemas de salud mental en el mundo deportivo.
Un caso muy anterior a ellas fue el de Michael Phelps. Este nadador olímpico había hecho públicos sus problemas con la depresión asociados a una carrera deportiva extremadamente estricta con prácticamente cualquier aspecto de su vida. Phelps compartió su malestar psicológico varios años después de las competiciones aprovechando que estaba libre de la neutralidad impuesta en los Juegos Olímpicos con sus participantes.
No tuvieron tanta suerte otros, como el futbolista alemán Robert Enke, quien a pesar de tener una vida exitosa en el mundo deportivo acabó con su vida arrojándose a las vías de un tren en 2009. Jeret Peterson, atleta olímpico de esquí acrobático, se suicidó apenas un año después de haber conseguido la medalla de plata en los Juegos de Invierno de Vancouver (2010). Dave Mirra, el mejor atleta en la historia del BMX freestyle, acabó con su vida en 2016, afectado de una depresión relacionada con encefalopatía traumática crónica.
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La encefalopatía traumática crónica
No podemos hablar de los riesgos de tener un estilo de vida demasiado activo sin mencionar la encefalopatía traumática crónica. También llamada demencia pugilística, se trata de una condición neurológica en el que, debido a haber padecido múltiples impactos en la cabeza, el cerebro se ve dañado y se presentan todo tipo de síntomas emocionales y cognitivos:
- Problemas para pensar.
- Conducta impulsiva y abuso de sustancias.
- Inestabilidad emocional: depresión, ira, cambios bruscos de humor.
- Agresividad
- Pérdida de memoria a corto plazo
- Problemas para planificar.
- Inestabilidad emocional.
- Pensamientos y conductas suicidas.
- Apatía generalizada: falta de expresividad e interés emocional.
- Torpeza, lentitud, rigidez, problemas de coordinación…
Siendo justos, esta enfermedad no necesariamente tiene que ser causada por un estilo de vida demasiado activo. Algunas personas víctimas de malos tratos o que han sufrido un accidente de coche padecen esta problemática, pero es especialmente común entre practicantes de deportes de contacto, como las artes marciales o el fútbol. Si se practica con mucha regularidad estos deportes y encima no se toman las adecuadas medidas para evitar el daño cerebral cabe la posibilidad de padecer encefalopatía traumática crónica.
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La adicción al deporte
Un riesgo asociado con la práctica excesiva de actividad física pero que recibe poca atención es la adicción al ejercicio, infravalorada por muchos y vista como una virtud por tantos otros. Se cree que esta particular adicción afecta al 3% de la población mundial en mayor o menor medida y que supone problemas a nivel psicológico para individuos que, físicamente, están sanos. Dado que las personas que la padecen apenas son capaces de dejar de hacer ejercicio corren el riesgo de padecer problemas físicos con el tiempo, como desgaste de ligamentos, rotura de huesos o esguinces.
La investigación científica ha demostrado que la adicción al ejercicio, al igual que con cualquier otra conducta compulsiva, se mantiene por sus efectos que mejoran el estado de ánimo. Estos efectos van desde poder manejar un poco la ansiedad hasta reducir los efectos de la ira, la depresión y el aburrimiento.
En lo físico, el deporte ejerce un doble efecto: por un lado mejora la fuerza muscular y condición aeróbica y, por el otro, la apariencia física. En lo psicológico, mantiene un buen estado de ánimo e incrementa la autoestima no solo por verse mejor, sino porque la persona se siente orgullosa de sí misma por haberse mantenido constante y no haber fallado a lo largo de su camino por conseguir haber sido constante y disciplinado siguiendo un régimen de ejercicio regular.
Luego está el factor social. En el mundo occidental el canon de belleza masculino y el femenino privilegian a las personas que hacen ejercicio por encima de quienes no. Si bien a los hombres se les pide estar musculados y a las mujeres estar delgadas, en ambos géneros, tras haber hecho ejercicio constante durante una temporada y notar los resultados, se reciben todo tipo de halagos. En el caso contrario, esto es engordar, no se recibiría halago alguno y lo más probable es que se recibieran críticas, algunas de ellas muy crueles, camufladas bajo preocupaciones por su salud.
Y es precisamente debido a esto que, cuando se ve a una persona con una adicción al ejercicio físico, lejos de preguntarse si hay un problema, se la considera todo un referente de esfuerzo, constancia y de salud. Los adictos al ejercicio, lejos de ser criticados por su entorno social o darles un toque sobre la necesidad de descansar, son elogiados por su dedicación o su apariencia por amigos, familia, entrenadores, compañeros de equipo e incluso los medios como las redes sociales. Esta validación y atención solo refuerzan los esfuerzos del adicto al ejercicio.
Las personas que son adictas al ejercicio puede que sean adictas a una segunda o incluso tercera adicción como tabaco, alcohol, drogas, trabajo, comida o sexo. Entre ellas también puede estar la adicción a los esteroides y otras sustancias para aumentar la masa muscular. Sea cual sea, la comorbilidad con otras adicciones incrementa la gravedad de la adicción al deporte.
Algunos estudios han relacionado los trastornos de la conducta alimentaria y la adicción a la cafeína y las compras con la adicción al ejercicio físico. El consumo adictivo de cafeína se relacionaría con un deseo de incrementar el desempeño físico, tomándola en pastillas o bebiendo grandes cantidades de café o té, una práctica que no es tan rara entre deportistas. Como la cafeína es una sustancia que genera tolerancia y dependencia, la persona requeriría de cada vez más cantidades para notar sus efectos potenciadores.
En cuanto a los trastornos de la conducta alimentaria, una de las explicaciones sería la obsesión con conseguir los objetivos deportivos deseados, tanto relacionados con la fuerza como con el cuerpo. Tanto los hombres como las mujeres pueden caer en dinámicas de obsesión por lo que comen, rechazando cualquier alimento que salga de su dieta y que parezca que podría alejarlos en la consecución de sus metas deportivas. La vigorexia, especialmente en hombres, sería el punto de unión entre la adicción por el ejercicio unido con un trastorno de la conducta alimentaria.
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¿Cómo se puede saber si una persona presenta adicción al ejercicio?
Determinar su una persona presenta adicción al ejercicio o tiene un estilo de vida demasiado activo es tarea de médicos y psicólogos especializados en el deporte. De puertas para fuera es complicado saber si alguien se está pasando con el deporte, pues dependerá de muchos factores, entre ellos si se siente bien haciéndolo, si está sufriendo lesiones causadas por abusar del ejercicio o si hay algún tipo de trastorno mental que lo potencie. Como señales generales que indican que una persona podría tener una adicción al ejercicio tenemos las siguientes:
- Hacer ejercicio intenso diariamente y a niveles excesivos
- Hacer ejercicio a pesar de estar lesionado o padecer una enfermedad
- Necesitar más y más ejercicio para poder sentirse bien con uno mismo
- Si no se realiza la cantidad de ejercicio deseada, el afectado se siente frustrado y de muy mal humor
- El humor del afectado depende casi en exclusiva de cuánto ejercicio al día realiza
- No tomarse días o semanas de descanso físico por miedo a perder el progreso hecho
- Continuar con un plan de ejercicio vigoroso a pesar de las consecuencias negativas en las relaciones sociales y obligaciones laborales y académicas.
Aunque todavía sea poco conocida, hay cada vez más sensibilización acerca de la adicción al deporte y cómo nos afecta psicológicamente un estilo de vida demasiado activo. Gracias a ello ha sido posible la elaboración de herramientas diagnósticas y de cribado como el Exercise Addiction inventory Short Form, un cuestionario de seis preguntas que determina si una persona presenta riesgo de padecer una adicción al ejercicio físico.
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Conclusiones
Si bien la práctica de ejercicio físico suele estar recomendada, su abuso puede suponer varios problemas a nivel psicológico causados directa o indirectamente por la práctica del mismo. Ya sea por la presión del ejercicio en sí como si es recibiendo impactos en el cráneo, especialmente entre deportistas profesionales, se pueden producir varios problemas psicológicos como la depresión, la ansiedad o el estrés, además de cambios de humor e ideación suicida.
En algunos casos, llevar un estilo de vida demasiado activo acaba evolucionando en una adicción al deporte que se puede combinar con otras adicciones, tanto a sustancias como conductuales, y trastornos de la conducta alimentaria. La práctica abusiva de deporte, lejos de ser condenada socialmente, puede ser fomentada, haciendo que la persona que es adicta a la actividad física no se plantee parar sino justo lo contrario, continuar haciendo más ejercicio y con mayor intensidad para recibir más reconocimiento social, un poderoso refuerzo que puede asentar todavía más la adicción.