Cada vez menos padres leen cuentos para sus hijos, y eso es un problema

La tendencia de leer cada vez menos para los pequeños de la casa puede afectar a su desarrollo.

Cada vez menos padres leen cuentos para sus hijos, y eso es un problema
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Visualiza a un padre o una madre sentada al lado de la cama de su hijo/a. Ha llegado la hora de que los más pequeños de la casa descansen después de un largo y agotador día. Los padres leen un cuento mientras los hijos/as escuchan atentamente y, poco a poco, se van quedando dormidos/as.

Parece que esta tierna imagen es cada vez más difícil de encontrar en los hogares de nuestra sociedad. Lo que antes era, en muchos hogares, una parte más de la rutina nocturna, hoy en día es, lamentablemente, una práctica esporádica y poco habitual.

Estos datos han despertado preocupación entre los expertos en desarrollo infantil y a lo largo de este artículo explicamos por qué. Hablamos sobre la importancia de leer a los más pequeños de la casa, las consecuencias de no hacerlo y por qué está sucediendo. Por último, planteamos ideas para revertir esta situación.

¿Por qué es fundamental que los padres lean a sus hijos?

Si bien es cierto que tradicionalmente en muchos hogares existía la costumbre de leer a los niños y las niñas —especialmente antes de ir a dormir—, probablemente se hacía de forma instintiva. Es decir, no se hacía por sus beneficios porque la mayoría de ellos se desconocían.

Sin embargo, hoy en día sí disponemos de una amplia evidencia científica que pone de manifiesto las diferentes aportaciones que está práctica tiene para el desarrollo infantil. En primer lugar, es necesario destacar que los momentos de lectura compartida fomentan el fortalecimiento del vínculo y la conexión, así como también promueven las rutinas saludables a nivel familiar.

Por otro lado, diversos autores han observado que la lectura compartida mejora el vocabulario y la comprensión auditiva de las criaturas. Con esta actividad, son expuestos a un lenguaje más complejo que el del habla cotidiana y esto favorece el desarrollo de habilidades metalingüísticas y fonológicas.

Se observó que las criaturas expuestas a diversas estructuras lingüísticas y a un amplio vocabulario desde edades tempranas tienden a tener un mayor desempeño en la lectura y la escritura posteriormente. En este sentido, leer en voz alta es una de las formas más efectivas para promover la alfabetización temprana y el gusto por la lectura.

Así pues, la lectura compartida es una actividad que permite la ampliación y el enriquecimiento del vocabulario, pero también potencia las habilidades cognitivas, emocionales, sociales y comunicativas de los niños y las niñas.

¿Qué ha cambiado? Las razones detrás del desinterés

Las causas que originan esta problemática son diversas. Una encuesta realizada por HarperCollins UK puso de manifiesto que menos del 50% de los padres que pertenecen a la generación Z disfrutaba de leer a sus hijos. Muchos de ellos expresaron que lo consideraban una actividad aburrida y que lo veían más como una tarea académica que como una oportunidad para conectar, fortalecer el vínculo y divertirse con sus hijos/as.

Inevitablemente, esta percepción —y la consecuente falta de momentos de lectura compartida— tiene un impacto en las criaturas. Según los datos obtenidos en la encuesta, solo un tercio de los niños/as de entre 5 y 10 años leen por placer, mientras que en 2012 lo hacían más de la mitad.

Otro aspecto importante es que muchos de estos padres y madres revelaron que confiaban en el uso de aplicaciones educativas, vídeos o audiolibros para fomentar el aprendizaje de sus hijos/as. Sin duda, el cambio cultural entre generaciones es significativo y, en este caso, la incorporación de la tecnología en nuestra vida diaria también interfiere.

¿Por qué esto es un problema? Consecuencias de dejar de leer en voz alta

Muchos padres, madres y cuidadores viven sobrepasados con el ritmo de vida actual. El estrés del día a día, la falta de tiempo y las exigencias por cumplir con las responsabilidades llevan a muchas familias a considerar que la lectura como actividad diaria no es una prioridad.

En otras ocasiones, parece ser que los adultos no confían del todo en sus habilidades lectoras y tienen miedo de no saber hacer la experiencia lo suficientemente interesante para las criaturas. Si a todo esto le añadimos que hoy en día disponemos de muchas aplicaciones en las que se pueden escuchar historias narradas. Pese a que la tecnología no puede reproducir la riqueza emocional y lingüística que se da en una sesión de lectura compartida, su uso es práctico.

Es cierto que el uso de la tecnología —siempre que se utilice de forma adecuada (limitada en el tiempo, bajo supervisión, etc.)— puede aportar beneficios. Sin embargo, en este caso, relega a la lectura compartida y eso puede generar un impacto negativo en el desarrollo del lenguaje. De la misma forma, también puede afectar al ámbito emocional y al establecimiento de vínculos.

La falta de lectura compartida en edades tempranas puede derivar en un vocabulario más restringido, una menor adquisición del lenguaje y una menor motivación por la lectura a corto, medio y largo plazo. Todo esto, a su vez, puede tener un impacto negativo en el rendimiento académico.

Por otro lado, a nivel emocional se está perdiendo una gran oportunidad de compartir tiempo que permite la conexión y el fortalecimiento del vínculo entre adultos e infantes. La narrativa compartida abre puertas a crear espacios de conversación y seguridad emocional.

¿Qué podemos hacer para recuperar el hábito de la lectura compartida?

Al hablar de niños y niñas, debemos tener siempre presente que aprenden más de lo que nos ven hacer que de lo que les decimos. Es decir, nosotros, como adultos, somos el principal modelo que van a integrar y reproducir.

Es importante que le demos un nuevo significado a la lectura. En lugar de verla como una actividad académica y de aprendizaje, es interesante plantearla como una actividad que nos permite crear espacios y momentos de conexión y vínculo con nuestros hijos e hijas.

Podemos retomar este hábito haciendo pequeños cambios. Se puede empezar por incorporar tiempos cortos de lectura (5-10 minutos al día), turnarse con otros cuidadores y alternar quién elige el cuento o la historia para leer, por ejemplo.

Además, también puede utilizarse la tecnología para ayudar a hacer la transición con aplicaciones de audiocuentos (y escucharlos juntos) o aplicaciones que animan a leer de forma conjunta. Aunque lo ideal es no consumir pantallas antes de ir a dormir, mientras se instaura la nueva rutina la tecnología puede ser una aliada.

  • Demopoulos, A. (2025). ‘It’s so boring’: Gen Z parents don’t like reading to their kids – and educators are worried. The Guardian.
  • Duursma, E., Augustyn, M., & Zuckerman, B. (2008). Reading aloud to children: The evidence. Archives of Disease in Childhood, 93(7), 554–557.
  • Massaro, D. W. (2017). Reading aloud to children: Benefits and implications for acquiring literacy before schooling begins. The American Journal of Psychology, 130(1), 63-72.

Al citar, reconoces el trabajo original, evitas problemas de plagio y permites a tus lectores acceder a las fuentes originales para obtener más información o verificar datos. Asegúrate siempre de dar crédito a los autores y de citar de forma adecuada.

Nerea Moreno. (2025, junio 12). Cada vez menos padres leen cuentos para sus hijos, y eso es un problema. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/desarrollo/cada-vez-menos-padres-leen-cuentos-para-hijos-es-problema

Psicóloga

Nerea Moreno es graduada en psicología, con mención en psicología clínica, por la Universidad de Barcelona. Cursó el Máster en Psicología General Sanitaria con la Universidad Autónoma de Barcelona. Posteriormente, se formó como experta en psicología de las emergencias y catástrofes. Tanto esta formación como la experiencia laboral en el campo, supusieron para Nerea el descubrimiento de un nuevo mundo: el trauma. Desde entonces, trabaja desde un enfoque integrador y no ha parado de formarse en trauma, sistema nervioso, apego, duelo y emociones.

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