Con la irrupción de la educación virtual muchos padres han tenido que ayudar a sus hijos a aprender conceptos que, por culpa de no disponer de un profesor presencial, no acababan de comprender del todo.
Si bien los contenidos de primaria y los primeros años de secundaria son relativamente sencillos, los de la asignatura de matemáticas son de los más complicados de enseñar, sobre todo si tenemos en cuenta que son muchos adultos quienes se han olvidado por completo de fórmulas que ahora les toca aprender a sus hijos.
Aquí vamos ver algunas pautas para entender cómo ayudar a tus hijos a aprender matemáticas, sobre todo evitando que a nuestros retoños le dé cierto miedo y hasta asco tener que estudiarlas.
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¿Cómo ayudar a tu hijo o hija a estudiar y aprender matemáticas?
Todos los padres quieren que sus hijos aprendan y que sean más listos e inteligentes que ellos mismos. Cada familia quiere que la siguiente generación la supere tanto en oportunidades como en conocimientos, y por ello confían en que la escuela, como fuente de aprendizaje que es, les brinda todo lo que necesiten saber para que puedan crecer sanos y acabar siendo individuos autónomos y funcionales cuando llegue la adultez.
Sin embargo, a raíz de la pandemia, sobre todo durante los meses de confinamiento, muchos padres han tenido que incluir en su día a día algunas de las labores que hacían los profesores de sus hijos. Si bien las clases pasaron de presenciales a virtuales, la educación primaria y secundaria tiene muchos contenidos que solo se pueden entender claramente si los explica alguien cara a cara, sin dispositivos por en medio.
Por este motivo muchos padres se han visto en la obligación de tener que explicarles a sus hijos los contenidos de clase, más o menos defendiéndose tratando de recordar unos conocimientos que dejaron atrás hace tantos años. Todas las asignaturas tienen contenidos que cuestan un poco de recordar, pero una de las que más se les resisten a los padres de hijos de todas las edades es las matemáticas. El problema no es únicamente recordar cómo se hacían ciertas operaciones, sino que también cuesta explicarlas.
Por fortuna para muchos padres que a día de hoy siguen peleándose con la asignatura de los números, fórmulas y cálculos, aquí presentamos una serie de consejos que les servirán para ayudar a sus hijos a aprender las matemáticas.
1. Aprender juntos
Como decíamos, muchos son los padres que tienen problemas para recordar las matemáticas. Esta es una de las asignaturas que más cruzada teníamos, incluso cuando llegamos a la edad adulta, momento en el que no son pocos quienes o bien se olvidan de lo que una vez llegaron a entender o, directamente, es que ni lograron aprenderlo.
Sin embargo, ahora que nos toca explicárselo a nuestros retoños nos vemos en la obligación de aprenderlo sí o sí. Como padres debemos vernos como acompañantes en el camino del saber de nuestros hijos más que sus guías, y las matemáticas son un buen ejemplo de ello porque mientras se lo intentamos explicar a nuestro retoño las vamos aprendiendo de nuevo.
Una muy buena táctica para que nuestros hijos aprendan rápido y se lo pasen bien por el camino es hacer como que los dos lo estamos aprendiendo, algo que en realidad no está alejado de la realidad. Es cierto que como padres tenemos el deseo natural de proveer ayuda a nuestros hijos con nuestra experiencia, pero esto resulta imposible si no dominamos aquello que tenemos que explicar.
Es mejor aceptar que hay cosas que tenemos que aprender todavía o, por lo menos, repasarlas. Si se está ante algo que no se domina se debe ser sincero con nuestro hijo y decirle que ese método o ejercicio es nuevo para nosotros, pero que podemos trabajar juntos para entenderlo y aprenderlo.
2. Empezar por lo más sencillo
Aprender algo nuevo, sobre todo si se trata de un concepto matemático, puede ser algo muy abrumador. Dada la complejidad con la que muchos estudiantes y padres ven a las matemáticas, lo adecuado es ir empezando por lo más sencillo, yendo poco a poco asegurándose de que vamos entendiendo todo lo que estamos consultado. Al principio merece la pena ser conservadores y no asumir que nuestro hijo o hija domina conceptos de las lecciones anteriores.
Dependiendo de la edad de nuestro hijo, podemos comprobar si realmente lo está entendiendo de una forma entretenida, calmada y educativa. Sobre todo si se trata de niños pequeños es fundamental usar objetos físicos, como piezas de juguete, botones, monedas o cualquier otra cosa para ver si está entendiendo procesos como sumar, restar, dividir, pares, múltiplos de un número…
Muchos niños ven a las matemáticas como algo bastante abstracto y les da miedo. En estos casos, para evitar que ese miedo vaya a más, es mejor no hacerles contestar un ejercicio para demostrar que lo saben o preguntarles en voz alta si saben cómo hacer lo que se le pide.
Si el niño da señales de que las matemáticas le gustan quizás hará todo esto encantado, pero en caso de que no sea así lo único que conseguiremos es que le dé más miedo si le preguntamos de una forma tan invasiva. Cada padre y madre debe conocer las fortalezas y debilidades de su hijo o hija y, en caso de que las matemáticas sean una de ellas, enseñarlas de la forma menos angustiante posible.
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3. Hacerlas útiles
Todo lo que se enseña en la escuela acabará siendo útil algún día, en mayor o menor medida. Si bien las matemáticas son de las que más utilidad diaria le podemos sacar, no son pocos los niños que las siguen viendo muy abstractas, tanto que se preguntan para qué les va a servir, sobre todo teniendo en cuenta que existen las calculadoras.
Obviamente hay ciertos cálculos matemáticos que si se aprenden a hacer mentalmente son una habilidad interesante pero no algo que se le pueda encontrar una utilidad diaria, a no ser que se sea matemático de profesión. Por ejemplo, saber dividir 354.345 entre 21.987 sin tener que apuntarlo en un papel es algo que no va a ser muy común en nuestra vida cotidiana.
Pero esto no quiere decir que a lo largo de nuestras vidas no tengamos que hacer ningún cálculo mental. Son muchas las situaciones cotidianas en las que tendremos que calcular rápidamente para poder salir del paso, como puede ser estar en el supermercado con un presupuesto de 40€ y ver qué es lo que podemos comprar para poder comer esta semana.
La mejor manera de enseñar matemáticas es hacerlas útiles. Una de las corrientes de su enseñanza en la actualidad es la de convertir a los aprendices en “resolvedores de problemas”, volviéndolos habilidosos a la hora de razonar y aplicar lo que han aprendido en su vida diaria.
Podemos ver si han interiorizado los conceptos haciendo de tareas cotidianas como son comer, limpiar o hacer la compra auténticos ejercicios matemáticos. Por ejemplo, podemos pedirles que nos calculen cuánto arroz vamos a necesitar para 6 personas si sabemos que una necesita 50 gramos, o preguntarles cuántos octavos hay en un cuarto de pizza y demás ejercicios de por el estilo.
4. Evitar generar miedo
No son pocos los padres que les confiesan a sus hijos que las matemáticas nunca se les ha dado bien. Esto, que puede ser visto como una confesión inocente, es muy perjudicial en el aprendizaje de las matemáticas y hacer que algo que en sí no tiene por qué ser difícil de aprender se convierta en una auténtica odisea para el pequeño.
El problema real no es que haya una especie de gen maligno que hace que toda la familia sea mala con las matemáticas, sino que se ha generado una cultura del miedo hacia las matemáticas. Como en la familia tienen mala fama los más pequeños crecen en un entorno en el que las matemáticas son incluso vistas como un objeto fóbico.
Esto se refleja muy fácilmente a la hora de enseñar matemáticas. Si papá o mamá han tenido malas experiencias con las matemáticas es muy probable que entren incluso en pánico cuando tratan de explicarlas a sus retoños.Enseñar conceptos matemáticos que no se dominan puede generar lo que coloquialmente se llama ansiedad a las matemáticas, el miedo irracional a cualquier aspecto matemático.
El riesgo de este miedo es que el miedo puede ser traspasado a tu hijo y tener consecuencias en su desempeño académico, además de hacer que tema tanto a las matemáticas que realmente lo pase muy mal en la asignatura. Incluso puede influir en sus decisiones en la vida como decidir no estudiar aquello que le gustaría hacer por el simple hecho de que tiene alguna asignatura con números.
Un truco bastante simple es evitar pensar que efectivamente estamos haciendo matemáticas, simplemente estamos enseñándole a nuestro hijo o hija a aprender herramientas útiles para la vida. Podemos hasta darle un nombre más amistoso, como por ejemplo “resolución de problemas” o “herramientas de cálculo”, cualquier cosa que sirva para reflejar las habilidades que se van a aprender.