¿Deben los padres revisar el móvil de sus hijos?

Muchos padres revisan el smartphone de sus hijos, pero no parece que esta estrategia sea adecuada.

¿Deben los padres revisar el móvil de sus hijos?

A estas alturas no cabe duda de que las tecnologías forman una parte inevitable de nuestra vida. Todos tenemos un dispositivo propio desde el cual contamos con acceso a internet y, con ello, a infinidad de aplicaciones y redes sociales que nos conectan con el mundo de manera inmediata.

La transición hacia una vida basada en la tecnología ha sido espectacularmente rápida. En cuestión de unos pocos años, hemos construido una realidad en la que las pantallas son necesarias para tareas tan básicas como hacer trámites bancarios, contactar con otras personas, buscar trabajo, hacer compras…

Puede que este escenario resulte nuevo y abrumador para aquellos que vivieron todos estos cambios ya en su etapa adulta e incluso en la vejez. Sin embargo, los que hoy son niños y adolescentes ya han nacido familiarizados con el manejo de las tecnologías. Por eso, vivir sin ellas es algo que no podrían contemplar ni en el más lejano de los supuestos.

En la actualidad, los jóvenes parecen vivir enganchados a sus teléfonos. La edad a la que obtienen su primer dispositivo móvil es cada vez más temprana, de forma que acceden a un mundo repleto de riesgos y oportunidades sin la madurez necesaria para poder gestionar su utilización. En esta tesitura, muchos padres se sienten agobiados y optan por revisar el móvil de sus hijos. Conocen sus claves y no dudan en ojear sus conversaciones.

La realidad es que en lo que respecta a los adolescentes y las tecnologías, lo ideal siempre será hallar un balance. En este artículo hablaremos acerca de cómo encontrar dicho equilibrio y responderemos a la pregunta de si los progenitores deben realmente revisar el móvil de sus hijos.

La edad sí importa al usar el smartphone

En términos generales, los expertos en la materia consideran que la edad mínima recomendada para poseer un móvil propio se sitúa en los 16 años. Aunque cada adolescente y su situación son únicos, disponer de un teléfono requiere un mínimo de madurez y responsabilidad. Antes de esta edad los niños pueden no tener plena consciencia de todo lo que implica el uso de un dispositivo. Además, son más vulnerables a desarrollar adicción hacia su utilización.

Aunque esto es lo que indican los expertos, la realidad es que los niños cada vez comienzan antes a tener su propio móvil. Muchos padres acceden a ofrecérselo no tanto por estar conformes, sino por presión social. Cada vez es más precoz la llegada de ese momento en el que todos los amigos y compañeros ya tienen uno, además de que hoy en día no poseer móvil se percibe como vivir en un estado de aislamiento o en la misma prehistoria. Así, los progenitores terminan cediendo, pero lo hacen inseguros y temerosos por lo que pueda ocurrir. Finalmente, pueden acabar revisando el teléfono a espaldas de su hijo para despejar sus dudas.

La importancia de educar en un uso responsable

Más allá de la edad idónea para empezar a tener un teléfono móvil, lo cierto es que muchas veces los padres también fallan a la hora de brindar una correcta educación en uso responsable de las tecnologías.

Antes de caer en el error de revisar el móvil de tu hijo adolescente, quizá sea conveniente empezar por brindar una educación acerca del uso de las tecnologías. El papel de los adultos no debe centrarse en castigar, prohibir y limitar. Más bien, debería ir orientado a ofrecer una guía por la que los hijos sepan exactamente qué riesgos hay en la red, qué pautas deben seguir para utilizar sus apps de manera responsable y bajo qué condiciones deben informar a sus progenitores para pedirles ayuda. La realidad es que muchos adultos permiten a sus hijos poseer un móvil sin nisiquiera conocer qué redes sociales utilizan o quiénes son sus amistades.

Educar a los hijos en esta dirección es una manera de protegerlos. Mira hacia otro lado y obviar todo lo que ocurre en redes implica dejarlos solos ante riesgos bastante considerables.

¿Qué te lleva a querer revisar el móvil de tu hijo?

Es importante que, como padre o madre, te plantees esta cuestión. Debes pensar acerca de lo que buscas conseguir al ojear las conversaciones de tu hijo. ¿Has observado en él un cambio de comportamiento? ¿Crees que se pasa el día pegado al móvil? ¿Simple curiosidad?

Aclarar este punto es esencial, ya que muchas veces el camino para responder a ciertas preguntas no es el de espiar tu dispositivo. Antes de invadir bruscamente su espacio de intimidad, puede ser más aconsejable que le preguntes si le pasa algo o para qué usa su teléfono.

La comunicación es clave en cualquier tipo de relación, especialmente cuando hablamos del vínculo entre padres e hijos adolescentes. Hablando de forma abierta con ellos es posible negociar, conocerlos, comprenderlos y llegar a acuerdos satisfactorios para ambas partes, sin tener que recurrir a estrategias que dan pie a tensión y desconfianza.

Aunque son menores y como tal deben tener supervisión, constituir para ellos una figura confiable en la que se puedan apoyar es preferible antes que jugar a los espías. Por supuesto, si aún tratando de comunicarte con tu hijo notas que te oculta algo importante, de manera puntual puedes revisar su móvil. Sin embargo, incluso en estos casos es mejor que tú mismo se lo pidas para que no viva esa revisión del teléfono como una traición a sus espaldas.

En algunos casos, los adolescentes se vuelcan en un uso abusivo del móvil porque encuentran en él una vía de escape. Si crees que tu hijo puede encajar en una situación así, lo ideal es que trates de estimularle y alentarle para que tenga una vida satisfactoria en la realidad. Hacer actividades agradables con él, fomentar que haga quedadas con sus amigos, que haga deporte u otras actividades extraescolares, etc. Cuando hay aburrimiento y vacío, generalmente las tecnologías acaban por ser el desahogo más accesible. Cultivar otras esferas de la vida de tu hijo hará que no tenga que recurrir a la pantalla para sentirse mejor.

A veces, también ocurre que los adolescentes poseen baja autoestima o problemas para relacionarse con los iguales. En estos casos, las redes les ayudan a crear un perfil ficticio en el que sus inseguridades se difuminan y donde pueden interactuar de manera más sencilla con los demás.

Contrato de utilización: una manera de hallar consenso y poner límites

En algunos casos, puede ser de ayuda el redactar junto al adolescente un contrato de utilización, el cual debe ser firmado por padres e hijo. El objetivo es que en dicho documento queden plasmadas una serie de cláusulas que recogen las pautas que el hijo tendrá que aceptar si desea poder hacer uso de su móvil. Dentro del contrato se pueden señalar cuestiones como el tiempo de uso o las acciones que no se deben realizar en redes bajo ningún concepto (hacer compras sin permiso, enviar fotos íntimas a otras personas…).

Estableciendo el contrato los padres pueden lograr más tranquilidad sin llegar a tener que espiar el teléfono de sus hijos. Además, así los adolescentes conocen cuáles son los límites y la forma adecuada de utilizar sus redes.

Añadido a todo lo dicho, el contrato también es flexible. Esto permite que las condiciones se puedan ir modificando acorde a las necesidades nuevas que vayan surgiendo en la familia.

La intensidad del control debe ser proporcional a la edad

Como venimos comentando, espiar el móvil de los hijos no es la mejor idea a no ser que se trate de una situación excepcional. Sin embargo, el control y los límites siempre son necesarios para educar a los jóvenes en un uso responsable de las redes.

No obstante, es importante tener en cuenta que la intensidad de este control debe ser proporcional a la edad. Así, en la adolescencia más temprana puede que sea útil aplicar un sistema de control parental o una retirada del móvil en algunas franjas horarias. Sin embargo, a medida que los hijos van creciendo lo esperable es que su deseo de autonomía también se haga más grande. Por eso, los progenitores tendrán que aprender a negociar y ser más flexibles.

Conclusiones

En este artículo hemos hablado acerca de si los padres deben revisar el móvil de sus hijos. Lo cierto es que esta es una cuestión que preocupa a muchos adultos desde hace unos años. A día de hoy, la mayoría de la gente posee un dispositivo y las redes forman parte de nuestra vida cotidiana. Los adolescentes de la actualidad ya han nacido familiarizados con los móviles y demás dispositivos, por lo que muchos parecen vivir completamente pegados a ellos.

Ante esta situación, muchos padres toman la decisión de revisar el móvil de sus hijos, tener sus claves y leer conversaciones. Sin embargo, a priori y salvo en casos excepcionales esta no es la mejor estrategia.

Los adolescentes necesitan tener supervisión, control y límites, pero también requieren un espacio de intimidad y poseer la certeza de que sus padres confían en ellos. Por eso, lo ideal es educar en un uso responsable del móvil y establecer límites claros, los cuales pueden hacerse firmes mediante un contrato acordado por las dos partes.

  • Gragera, T. “¿Deberías revisarle el móvil a tu hijo adolescente?” Yahoo Vida y Estilo.
  • Roldán, M.J. “¿Es buena idea revisarle el móvil a tu hijo adolescente?” Compartir en Familia.

Al citar, reconoces el trabajo original, evitas problemas de plagio y permites a tus lectores acceder a las fuentes originales para obtener más información o verificar datos. Asegúrate siempre de dar crédito a los autores y de citar de forma adecuada.

Natalia Menéndez Martínez. (2023, mayo 9). ¿Deben los padres revisar el móvil de sus hijos?. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/desarrollo/deben-padres-revisar-movil-de-hijos

Natalia Menéndez es psicóloga general sanitaria por la Universidad Nebrija de Madrid. Actualmente, compagina su labor como redactora con la práctica clínica con niños, adolescentes y adultos. Ha realizado su labor como voluntaria en entidades como la Fundación ANAR, donde recibe el título de Experto en Orientación Psicológica e Intervención en Crisis desde sus líneas telefónicas de ayuda. Además, cuenta con título de experto en Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA). Entiende la psicoterapia como un camino difícil y apasionante a la vez, donde la persona tiene la oportunidad de conocerse, comprenderse y evolucionar. Trabaja desde una visión integradora, situando en el centro valores como la empatía, la humanidad y la honestidad.

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