Mi hijo no me escucha: guía para conseguir que sí lo haga (sin gritar)

Entender cómo funciona el cerebro infantil es clave para conseguir un cambio, apuntan los expertos.

Mi hijo no me escucha: guía para conseguir que sí lo haga (sin gritar)
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Muchas madres y padres nos frustramos al hablar a nuestros hijos y notar que no recibimos respuesta ni atención. ¿Es rebeldía? ¿No nos respetan? ¿Podría haber un problema auditivo? Antes de perder los nervios, es importante entender cómo funciona el cerebro infantil.

“Es desesperante”, explica María, madre de dos niños de 4 y 7 años. “Repito como un loro todo, acabo gritándoles y me siento fatal, muy frustrada. Se ha instalado un círculo vicioso en el cual, si no les grito o amenazo, no me escuchan, y si les hablo normal, directamente me ignoran”, relata. Las palabras de esta madre seguramente resuenen en muchos hogares. ¿Por qué nuestros hijos parecen no querer escucharnos?

El neuropediatra Manuel Antonio Fernández sugiere que, en la mayoría de los casos, la dificultad no está en la voluntad de los niños, sino en los adultos que desconocen los procesos mentales que rigen su comportamiento. “Hay que entender que, desde un punto de vista neurológico y madurativo, nuestros mecanismos de autocontrol van evolucionando a lo largo de la vida”, explica a Psicología y Mente. “Cuanto más crecemos, más capacidad tenemos para responder de forma adecuada a los estímulos del día a día, en proporción a lo gratificantes que sean a corto plazo esos estímulos para mí”, detalla.

Un estudio de la Universidad de Harvard muestra que, a los 5 años, el cerebro de un niño solo está preparado en un 25 % para habilidades de función ejecutiva como el control de impulsos, la regulación emocional y la toma de decisiones.

Así reacciona el cerebro infantil ante los gritos

Para sorpresa de nadie, los gritos no ayudan. De hecho, un volumen alto activa el sistema de defensa del cerebro. Una investigación de la Universidad de Yale reveló que los niños expuestos a gritos frecuentes presentaban niveles de cortisol hasta un 30 % más altos, lo que puede afectar negativamente la memoria, el aprendizaje y la estabilidad emocional.

Los niños pueden dejar de escuchar cuando se grita o se usan ciertas frases. La amígdala —centro emocional del cerebro— detecta estrés o repetición y activa el modo de lucha, huida o parálisis. La corteza auditiva baja la prioridad del lenguaje repetitivo o cargado emocionalmente, y la corteza prefrontal, que gestiona la planificación y el razonamiento, “se desconecta” en situaciones de alta tensión. Este mecanismo genera una desconexión involuntaria durante la comunicación diaria.

Cómo lograr que nos escuchen

Entonces, generalmente el error reside en que no nos estamos adaptando a la edad del niño en cuanto a las exigencias “de tono de voz, de distancia a la hora de hablarle, de intensidad del estímulo”, explica Fernández.

“Cuanto más pequeño sea un niño, más tenemos nosotros que adaptarnos a sus características para conseguir que nos preste atención: ponernos a su altura, estar cerca, conseguir que nos mire a la cara cuando le hablemos, confirmar que ha escuchado lo que le hemos dicho —señala el neuropediatra—. Muchas veces, por ejemplo, queremos que los niños nos hagan caso a distancia y los llamamos desde otra habitación”, apunta.

Frases que apagan y activan la escucha

Para la especialista en crianza Amelia Reed, hay frases que apagan la escucha, como si al decirlas nuestros hijos se pusieran unos auriculares imaginarios. Estas expresiones provocan reacciones emocionales y cierran la puerta a la atención.

Las cuatro más comunes, según Reed, son: “¿Cuántas veces te lo tengo que decir?”, “Nunca escuchas”, “¿Por qué no me haces caso?” y “Te lo he dicho mil veces”. Estas frases —explica la experta— no funcionan porque son repetitivas (el cerebro las descarta como ruido), están cargadas emocionalmente (generan estrés) y pueden sonar humillantes, lo que pone al niño a la defensiva.

En contrapartida, Reed propone usar expresiones que activan los sistemas de atención si se usan de forma intencional, como si el niño se quitara los auriculares. Por ejemplo:

“Necesito que me mires un segundo.” “Cuando estés listo, quiero contarte algo importante.” “¿Puedo pedirte ayuda?” “Esto es importante para mí, ¿puedo contar con tu atención?”

En estos casos, el tono de voz lo es todo, según la coach. Un tono calmado y bajo fomenta la cooperación, mientras que un tono agudo o apresurado se percibe como una amenaza.

Además, el “ingrediente secreto” que propone la experta es, después de esa primera frase, hacer una pausa de tres segundos antes de dar la instrucción. Esto dispara el reflejo de orientación, genera expectativa y da tiempo a la corteza prefrontal para activarse. Finalmente, cuando el niño ha respondido, es importante reforzar positivamente: “Gracias por escuchar” o “Qué bien que me entendiste a la primera”.

Guiones según la edad y estrategias específicas

Según la edad, Reed propone distintas estrategias. Por ejemplo, a los más pequeños, pedirles que nos miren, cantar las instrucciones, usar gestos y narrar lo que hacen. A los de 3 a 5 años, preguntarles: “¿Puedo contarte algo especial?”, dar elecciones, usar juego simbólico y felicitar la atención.

Con los niños de primaria (6 a 8 años), pedirles ayuda “como a un capitán de equipo”, usar lenguaje en primera persona plural o hacer retos cronometrados. Con preadolescentes (9 a 12 años), acercarnos y decirles: “¿Puedo preguntarte algo sin molestarte?”, usar humor o negociar. Finalmente, con adolescentes (13 años en adelante), Reed recomienda preguntar si es buen momento para hablar, pedir permiso antes de dar instrucciones, tratar con respeto y usar recordatorios escritos si es necesario.

¿Qué hacer cuando no funciona?

Si te ignora, acércate, toca su hombro, repite calmadamente. Si responde mal, señala: “Veo que no te gustó. Aun así, necesito que lo hagas”. Si se niega, da opciones: “Sé que no te apetece. ¿Lo hacemos ahora o en dos minutos?”.

Si, aplicando todas las estrategias, sentimos que el niño no nos escucha, puede que haga falta ayuda profesional, pues podría tratarse de una cuestión auditiva, de déficit de atención u otro problema. En ese caso, el doctor Fernández explica que “es importantísimo consultar con un neuropediatra, que valorará no solo la parte conductual y cognitiva, sino también los parámetros biológicos y neurológicos”, concluye.

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Rosario Gabino. (2025, junio 12). Mi hijo no me escucha: guía para conseguir que sí lo haga (sin gritar). Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/desarrollo/mi-hijo-no-me-escucha-guia-para-conseguir-que-si-lo-haga-sin-gritar

Periodista

Periodista licenciada por la Universidad del Salvador de Buenos Aires, en Argentina. Ha trabajado para diferentes medios digitales, periódicos, radios y televisión. Durante 13 años trabajó para la BBC en Buenos Aires y Londres, donde se especializó en temas de salud, bienestar y psicología.

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