Los elementos del Estado son aquellas instituciones y entidades que permiten que la organización territorial funcione manteniendo una cierta armonía y estabilidad entre colectivos y clases sociales.
En este artículo veremos en qué consisten los elementos del Estado, que fundamentalmente son el gobierno, la población, la coerción, el territorio y la soberanía, y el rol que juega cada una de estas partes en el transcurso de la vida civil, política y económica de los países.
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Los elementos del Estado, explicados
Para entender cuáles son los elementos del Estado, antes hay que tener claro qué es un Estado.
Si bien existen muchas definiciones para esta palabra, así como teorías creadas para explicar su naturaleza y funciones principales, la mayoría de concepciones de lo que es un Estado coinciden en que es un modo de organización política y social en la cual se crea un sujeto soberano (un colectivo capaz de tomar decisiones acerca de lo que se hace en un determinado territorio) y se establecen normas que permiten la división social del trabajo.
Esta división del trabajo consiste en un sistema por el cual especializarse en una profesión permite tener acceso a una red de apoyo creada por otras personas que trabajan en otros ámbitos. De esta manera, el Estado supone la salida definitiva del modo de vida de los cazadores-recolectores, en el cual no existen muchos trabajos especializados y el comercio está muy limitado.
Así, el Estado es la consecuencia del establecimiento de un complejo sistema de pactos entre muchos colectivos diferentes. Por eso, los elementos de estado son diferentes facetas de este grupo social extendido capaz de involucrar a miles de individuos (algo que no pasa con el otro principal sistema de organización social: la familia).
Visto esto, repasemos de manera resumida cómo son los elementos del estado, y qué los caracteriza.
1. Territorio
El territorio es la condición previa, fundamental y más necesaria para la aparición del Estado. No hay que olvidar que los estados existen siempre ligados a una realidad material, porque está muy vinculado al control de qué recursos se explotan y cómo son procesados y comercializados. Por eso, su ámbito de influencia puede ser ubicado en un mapa.
Además, el territorio es lo que permita que exista el asentamiento de una población; evidentemente, sin personas tampoco hay organización social (por lo menos, no una que sea humana).
El poder acoger a muchas personas de manera estable, por otro lado, hace que el Estado pueda proporcionar un entorno en el que sea posible contraer pactos y cerrar acuerdos de manera relativamente segura, y también da pie al surgimiento de un fenómeno ligado a la aparición de los estados: la aparición de la propiedad privada.
Y es que si el territorio es uno de los elementos del Estado es también porque permite generar consenso acerca de qué parcelas de territorio son propiedad de quién.
Una vez que ciertas personas o familias pasan a dominar algunos terrenos y los recursos que hay en ellos, pueden negociar con estos, ofreciendo la posibilidad de comprarlos o de trabajar en ellos a cambio de algo, y de esa forma van surgiendo otros productos susceptibles de convertirse en propiedad privada.
2. Población
Tal y como hemos visto, la población también es un elemento imprescindible para que puedan existir los estados. Además, es necesario que esta sea relativamente numerosa, porque de otra manera apenas se tendrá posibilidad de crear un marco de comercio, asignación de propiedad privada e influencia política o militar.
Cuando hay muchas personas viviendo en un territorio, no solo aparece la posibilidad de especializarse en una profesión muy específica y aliarse con otros compatriotas que actúan como una red de apoyo social. Además, se generan dinámicas culturales que cohesionan estos colectivos: surgen hábitos y costumbres comunes, idiomas o maneras de hablar, símbolos compartidos, sistemas de valores similares, etc.
Esta clase de fenómenos antropológicos y sociológicos actúan como un pegamento social que mantienen a las personas unidas más allá de las obligaciones a las que los ciudadanos del Estado se acogen por obligación legal. Y como los hijos e hijas de los pobladores de un Estado nacen inmersos en este sistema de organización, pasan a formar parte de él incluso antes de darse cuenta de ello. En definitiva, la población no es solo una parte imprescindible del Estado; también permite que este tenga continuidad, gracias ap paso de una generación a la siguiente.
Además, la población también tiene implicaciones en el potencial económico de un país. Por ejemplo, si en un Estado la mayoría de los habitantes no tienen recursos para vivir bien, seguramente costará poco dinero darles empleo, y esto influye en los acuerdos que el gobierno realiza con otros países. Por otro lado, si con el paso del tiempo se han asentado muchas empresas extranjeras en el territorio del Estado y la población local ha ido aprendiendo sobre los métodos de trabajo y las tecnologías de estas organizaciones, es posible que puedan generar sus propias empresas capaces de competir con las de fuera, y esto también tendrá un impacto en la organización social y política del lugar.
Por otro lado, no hay que confundir el concepto de población con el de ciudadanos. Normalmente, por ciudadanos se entiende el colectivo de personas que tienen los derechos y deberes de quien puede tener una cierta participación política en el Estado, mientras que en la población se incluye también a los considerados como extranjeros y, en general, individuos con menos derechos que el resto.
3. Gobierno
Tal y como hemos visto, un Estado es una forma de organización social y de organización política. El gobierno es la entidad en la que se concentra la gestión y toma de decisiones sobre esta última.
Existen diversos mecanismos por los que el gobierno puede tomar decisiones e implementarlas en un territorio y población, pero en los últimos siglos estos suelen surgir de diversos órganos de gobierno que trabajan de manera coordinada pero paralela, de manera que no sea un grupo reducido de personas el que tenga la última palabra en todo. La principal división entre estos órganos de gobierno queda concretada en la separación de poderes propuesta por Montesquieu y reivindicada aún hoy en día: poder ejecutivo, poder legislativo y poder judicial.
Velar por la independencia de estos tres tipos de poderes sirve fundamentalmente para garantizar que todo el mundo se someta a las normas de convivencia de la misma forma, sin que se puedan crear excepciones ad hoc para mantener a una élite fuera del alcance de la ley.
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4. Soberanía
La soberanía es el consenso acerca de quién decide qué sobre qué territorio. Es, en resumidas cuentas, el poder supremo del que emanan todos los demás, y por ello va relacionado con la noción de la autoridad. Al ejercer la soberanía, se toman decisiones acerca de lo que debe hacerse dentro de los límites territoriales y diplomáticos de un Estado, y en ocasiones, en contextos bélicos, también fuera de estos.
Este es uno de los elementos del Estado más abstractos y con más capacidad de generar debate y polémicas, porque definir quién debe ser el sujeto soberano puede llevar a conclusiones muy diferentes a través de razonamientos muy diversos.
Durante miles de años, en la mayoría de sociedades se asumía que quien mandaba era fundamentalmente un rey (en las tiranías) o un grupo de personas pertenecientes a la élite de una sociedad (en las oligarquías).
A partir del surgimiento de la Edad Moderna, sin embargo, se ha ido evolucionando hacia un tipo de organización política en la que el sujeto soberano es la población, aunque no de manera directa, sino mediante sistemas de democracia representativa y la celebración de elecciones para elegir determinados representantes políticos que se ofrecen a trabajar en los órganos de gobierno estatales, regionales o municipales.
Por otro lado, los conflictos territoriales entre grandes grupos o entidades políticas son también luchas por la definición del sujeto soberano. En los movimientos secesionistas, por ejemplo, se intenta sustituir un sujeto soberano (por ejemplo, "italianos") por otro de ámbito más local (por ejemplo, "sicilianos").
5. Coerción
La coerción es el conjunto de instituciones y poderes colectivos con la capacidad de someter por la fuerza a grupos que se oponen al Estado y a su funcionamiento (concretado mediante las constituciones y otros documentos ligados al sistema legal).
Este elemento del Estado está muy relacionado con la soberanía, porque su existencia da sentido a que aparezca un sujeto soberano con autoridad real. El efecto de la coerción está presente incluso cuando nadie viola las normas, ya que la certeza de que los delitos y crímenes tendrán su correspondiente castigo ejerce su influencia siempre, incluso en la imaginación, la creación de expectativas y l toma de decisiones de las personas.
Y es que si bien la autoridad moral puede dar cierto poder de influencia a líderes carismáticos o a organizaciones admiradas por muchos, muy poca gente estaría dispuesta a fiar la estabilidad de sus vidas y del entorno en el que se vive a personas que no tienen la capacidad para mantener el orden y defender al Estado y a sus pobladores de ataques a gran escala (invasiones y otros conflictos bélicos) y a pequeña escala (terrorismo, asesinatos, robos, etc.).
Para pensadores como Thomas Hobbes, la coerción es la característica fundamental del Estado, el cual es descrito como un recurso de protección ante el temor a ser víctima de la violencia del resto de individuos. Según este punto de vista, la posibilidad de unirse para sumar fuerzas y poder enfrentarse a los peligros que representan los demás hace que muchas personas renuncien a buena parte de su capacidad de acción con tal de aliviar ese miedo, aunque eso cueste vivir condicionado por todas las normas que el Estado crea para justificar su existencia.
Para otros filósofos como Karl Marx o Friedrich Engels, la coerción, como uno de los elementos del Estado más importantes, tiene la función de generar un entorno de estabilidad en el que una clase pueda explotar a otras sin que se ponga en riesgo el statu quo definido por la propia existencia de las clases sociales (asociadas a la desigualdad) y la asignación injusta de la propiedad privada sobre los medios de producción (máquinas, fábricas, etc.). De esta manera, bajo una apariencia de armonía y paz, se ocultaría un modelo de organización social injusto en el que hay claros perdedores.
En cualquier caso, no hay que olvidar que incluso en los Estados más admirados y considerados de mayor calidad democrática, siempre existen instancias de gobierno con la capacidad de obligar a las personas a obedecer las normas, o al menos de evitar que las sigan incumpliendo limitando su libertad a través de instituciones penitenciarias. Todo este sistema de obligaciones y advertencias forma parte del poder coercitivo, y tiene un efecto en la manera de comportarse de las personas y de los colectivos, para bien o para mal.
Referencias bibliográficas:
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- Marx, K. y Engels, F. (2011). El manifiesto comunista. Madrid: Alianza Editorial.