No es ningún secreto que a los hombres y a las mujeres se nos educa diferente. Incluso habiendo ido a la misma escuela, estando en la misma familia o viendo los mismos medios de comunicación, las personas aprendemos que debemos comportarnos de una forma u otra en base al género que se nos asignó al nacer.
Mediante diferentes agentes socializadores vamos atribuyendo características y roles distintos a los hombres y a las mujeres, fenómeno conocido como socialización diferencial, el cual es el principal promotor de la desigualdad de género, incluso de una forma sutil e invisible.
A continuación vamos a hablar más a fondo sobre este fenómeno, no solo para aprender qué es sino también para entender que para combatir las injusticias primero debemos ser conscientes del trato diferencial que mostramos en función de si la persona que tenemos delante es un hombre o una mujer.
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¿Qué es la socialización diferencial?
Las personas vamos interiorizando actitudes, valores, expectativas y comportamientos característicos de la sociedad que nos ha tocado vivir. Gracias a este proceso de adquisición de patrones importantes para la sociedad, nos vamos convirtiendo en individuos que aprenden a desenvolverse. En función de si sigue o no las pautas socialmente aceptadas, el individuo se verá recompensado o penalizado según su comportamiento.
Uno de los fenómenos que dan forma a nuestra sociedad es la socialización diferencial, la cual hace que las personas adquieran identidades diferentes en base a la idea que se tiene de género en su cultura. La socialización diferencial implica estilos cognitivos, conductuales y actitudinales, así como también códigos morales diferentes en función del género del individuo. Este proceso conduce a la creación de normas estereotipadas asignadas a la conducta de cada persona en referencia a su género.
Se trata de un largo proceso de aprendizaje, iniciado en el momento del nacimiento y extendido a lo largo de toda la vida por medio de la interacción con otras personas. El individuo asimila visiones basadas en cómo debe comportarse en función del género que se le asignó al nacer.
Esta socialización diferencial es la que enseña a los hombres que la idea de masculinidad es la vida pública, la agresividad, la actividad y el raciocinio, mientras que para las mujeres la idea de feminidad es la vida privada, la tranquilidad, la pasividad y el sentimentalismo.
La socialización diferencial bebe mucho de la tipificación sexual. Esta tipificación sería el proceso por el cual el individuo adquiere patrones de conducta sexualmente tipificados, constituye un amplio sistema de costumbres que empieza desde el nacimiento como, por ejemplo, orientar a través de colores rosa y azul, el lenguaje, los adornos corporales como los pendientes, los libros de cuentos, los juegos, las canciones...
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Agentes promotores de la socialización diferencial
Si bien prácticamente cualquier agente social contribuye a la socialización diferencial entre hombres y mujeres, podemos destacar como principales los siguientes tres:
1. Familia
La familia es, naturalmente, el primer agente socializador y el que más influencia ejerce sobre el individuo. A través de ella se adquieren pautas culturales, sentimientos, actitudes y valores. Dado que las influencias familiares son las que primero ocurren hace que sean las más persistentes.
Si bien los modelos familiares han ido cambiando y evolucionando a lo largo de la historia, la idea de la familia tradicional o nuclear sigue constituyendo como un modelo de producción y reproducción. Este tipo de familia cumple una función biológica, la reproductora, una función social, la socialización, y una función emocional, el apoyo emocional. Se concibe al padre como quien trae el dinero al hogar y la madre quien ejerce el apoyo emocional.
Los progenitores se encargan mayormente de reforzar directa y diferencialmente las conductas sexualmente tipificadas de sus hijos o hijas. La imitación de las conductas de otras personas en el seno familiar constituye un potente vehículo de adquisición de roles de género en la familia (p. ej., abuelos, tíos, hermanos mayores, amigos de la familia...).
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2. Educación y ocio de recreo
El sistema educativo tradicional se diseñó en un primer momento pensando en el alumnado masculino. De hecho, en sus inicios la educación en Occidente era un privilegio reservado para los hombres, algo que todavía sucede en países atrasados en materia de igualdad de género. Aunque se ha ido permitiendo a las mujeres acceder a la educación, el sistema educativo en prácticamente todos los niveles sigue bebiendo de una visión androcéntrica, incluso en los entornos mixtos.
En la educación a día de hoy todavía se toma al hombre como la medida de todas las cosas. Añadido a esto, se encuentra lo que se ha llamado “el currículo oculto”, formado por opiniones preconcebidas o prejuicios y estereotipos que contienen una serie de creencias sobre cómo son o deberían ser las relaciones sociales entre sexos y qué se entiende por modelo de feminidad y modelo de masculinidad.
La representación de figuras femeninas y de figuras masculinas no es igualitaria en la educación. Las niñas se han educado mayormente con contenidos, textos e imágenes en las que rara vez están presentes mujeres, por lo que no disponen de unos modelos o referentes femeninos en los que verse reflejadas.
Los juegos que se enseña a las niñas las amedrenta de tomar posiciones de liderazgo, influencia y competitividad. Los juegos femeninos están orientados al cuidado y a tomar un papel asociado al hogar, como los juegos de cocinas, las muñecas o la cuerda. En cambio, los juegos de niños premian la competitividad, la fuerza y la agresividad, orientados en que consigan sobresalir y escalar posiciones en la jerarquía.
Los propios patios de escuelas promueven la socialización diferencial de forma sutil. Los juegos masculinos, como el fútbol o el baloncesto, tienen un espacio privilegiado en el patio disponiendo de amplias canchas ubicadas en medio del mismo, ocupando un significativo porcentaje de la superficie total del recreo.
En cambio, los juegos más femeninos tienen que desempeñarse en la periferia o lugares más apartados. En muchos casos las niñas pasan el recreo sentadas en bancos hablando, sin poder ocupar más espacios del patio.
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3. Medios de comunicación
Es inevitable hablar de socialización diferencial sin mencionar a los medios de comunicación, quienes se han convertido en uno de los agentes socializadores más importantes. La televisión y, más recientemente, las redes sociales son medios que transmiten valores, ideales y modelos a seguir para hombres y mujeres. En ellos se pueden incluir contenidos o estereotipos sexistas ligados a la jerarquización y distinción social.
A pesar de que los medios han tratado de exponer las noticias tomando una perspectiva de género, todavía queda mucho camino por hacer y no son pocas las veces que se exalta la figura pública de hombres mientras que se deja en el anonimato a las mujeres.
Un clásico de ello son los titulares de muchas noticias en las que, si el protagonista es un hombre, se menciona su nombre y apellidos, mientras que si lo es una mujer, el titular suele tomar la fórmula de “Una chica/mujer de”.
Los usuarios de las redes sociales, sensibles a la invisibilización de las mujeres, suelen ironizar este tipo de noticias contestando en los comentarios con la fórmula “nombre: chica; apellido: de”. Los nombres de mujeres, cuando son fuente de noticia, aparecen menos que los de los hombres.
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¿Cuáles son las consecuencias de la socialización diferencial?
La socialización diferencial es un fenómeno que, como cabría esperar, hace que las sociedades no sean igualitarias y justas. Si se quiere combatir la desigualdad de género, junto con la racial, sexual, étnica y demás formas de discriminación, lo que hay que cambiar es la cultura y siendo conscientes de qeu existen prejuicios, estereotipos y sutiles formas de tratar a las personas de forma diferente es un buen paso para ello.
Se ha observado que la socialización diferencial es un fenómeno muy variable en función de varios parámetros, incluso dentro de una misma sociedad. Cuanto menor es el nivel educativo más estereotipados son los roles de género. Las mujeres son empujadas a que hagan tareas de hogar, mientras que los hombres se les incentiva para que sean quienes traen el dinero a casa. Naturalmente, las asignaciones de tareas y roles entre hombres y mujeres es muy diferente según el género.
Si bien es cierto que se ha encontrado que un mayor nivel educativo hace que se tenga actitudes más igualitarias entre hombres y mujeres, no significa que cuanto más educación se posea se llegue un punto en el que no hay desigualdad alguna. Por muchos estudios que se tenga, es inevitable que se vean a las mujeres y a los hombres de una u otra forma, atribuyéndole unos roles determinados en función de su género.
Al menos en Occidente, la diferenciación social es más débil cuanto más joven se es. La juventud aprueba menos la diferenciación de género, algo asociado al hecho de formar parte de una generación más sensible con las desigualdades entre hombres y mujeres y a que se han roto ciertos estereotipos tradicionales sobre cómo deben comportarse las personas en base si son varones o mujeres.
Cabe decir, no obstante, que crisis económicas o la actual crisis sanitaria hace que estas actitudes contrarias a la diferenciación involucionen.