Los abusos sexuales en la infancia están entre las causas más habituales del trauma psicológico.
En este artículo veremos sus claves como elemento de disrupción de la salud mental. Comprender los elementos psicológicos en la base del trauma infantil es importante para saber actuar en estos casos.
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¿Qué es un trauma?
La mente humana se caracteriza por su dinamismo, el modo en el que nuestra interacción con el mundo y con quienes lo pueblan hace que evolucione nuestra manera de interpretar las cosas, de pensar y de sentir. Es gracias a esta naturaleza dinámica de la mente que estamos tan predispuestos a aprender ante todo tipo de situaciones; de hecho, lo hacemos constantemente, incluso cuando no nos damos cuenta de ello. Precisamente por eso somos capaces de llevar a cabo tareas que están muy alejadas de las aptitudes con las que nacemos: aprender varios idiomas, leer, practicar deportes complejos, etc.
Pero esta tendencia a aprender no se limita tan solo a interiorizar conocimientos verbalizables (saber de Historia, de filosofía…) o maneras de coordinar nuestros músculos para saber movernos en ciertas situaciones que lo exigen (conducir, trepar, etc.). También incluye una predisposición a aprender a través de las emociones.
Muchas vivencias por las que pasamos nos marcan, para bien y para mal, algo que no debería sorprendernos: las emociones son el principal elemento que nos motiva a adaptarnos a las circunstancias que vivimos y a superar dificultades sin caer una y otra vez en los mismos errores. Pero a veces, esas marcas emocionales son tan intensas que se vuelven disfuncionales, un problema que va más allá de la experiencia dolorosa que ha generado ese recuerdo. Es lo que ocurre con el trauma.
El trauma se da cuando no somos capaces de integrar en nuestros recuerdos con normalidad los contenidos de una cierta experiencia que nos hizo sufrir mucho; esto hace que evoquemos una y otra vez las emociones y sensaciones vinculadas a esa parte de nuestra memoria emocional, y que esa experiencia nos perturbe generándonos ansiedad, miedo, o en casos extremos, incluso disociaciones. En la mayoría de los casos los traumas son producidos por vivencias asociadas a la violencia o a las catástrofes y accidentes, estando los abusos sexuales entre esta clase de experiencias.
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Las alteraciones traumáticas en la infancia
El trauma psicológico es un fenómeno que puede darse en personas de cualquier edad, pero es la etapa infantil el momento de la vida en el que somos más vulnerables a este. En estas edades la marca que nos deja el suceso traumático suele dejar más secuelas, y estas tienen una mayor capacidad para afectar negativamente el desarrollo psicológico de la víctima.
Por un lado, el sentimiento de desamparo de los niños y niñas con traumas acostumbra a ser mayor, al disponer de una menor capacidad de identificar y expresar sus emociones. Si bien se ha comprobado que plasmar en palabras lo que sentimos ayuda a superar sucesos traumáticos, en los primeros años de vida resulta difícil hacer uso de esta clase de recursos (que forman parte de lo que se conoce como “etiquetado emocional”).
Por el otro lado, la falta de información, de referentes, de recursos materiales y de criterio para saber qué hacer, hace que muchos menores no sean capaces ni siquiera de salir del contexto que les puede exponer más veces a situaciones traumáticas: hogares en los que hay violencia intrafamiliar, centros educativos en los que se producen abusos, etc. De hecho, es muy común que se sientan culpables de lo que les pasa.
Como el modo en el que gestionamos nuestras emociones en el momento de afrontar situaciones dolorosas afecta mucho a cómo quedan plasmadas en nuestros recuerdos, los abusos sexuales en la infancia son capaces de dar lugar a una reacción en cadena de problemas psicológicos que se prolonguen durante muchos años, sobre todo si nunca se llega a disponer de tratamiento psicológico. Una vez se ha consolidado el trauma del peor modo posible, es más difícil corregir la situación (aunque no imposible), y puede facilitar la aparición de desajustes a la hora de gestionar las emociones y de integrarse en la sociedad.
Por ejemplo, se ha visto que en los Estados Unidos de América el porcentaje de personas que sufrieron abusos sexuales en la infancia es dos veces mayor en las cárceles que fuera de ellas, a pesar de que como veremos esta clase de alteraciones no se dan fundamentalmente en familias pobres o en riesgo de exclusión, sino que ocurre en todas las clases sociales. Además, en los USA se ha hallado que quienes pasaron por abusos sexuales en sus primeros años de vida tienen unas nueve veces más probabilidades de involucrarse en actividad criminal que la media de ciudadanos.
Características de las familias en las que pueden surgir abusos sexuales
No banalizar los abusos sexuales pasa por cobrar consciencia de que estas formas de violencia son un fenómeno transversal a toda la sociedad. No ocurren solo en hogares pobres o familias desestructuradas, sino que su prevalencia se extiende sobre todo tipo de infancias y de contextos domésticos y educativos: allí donde hay niños, puede darse el abuso sexual.
Es por eso que no hay un “tipo de familia” característico en el que ocurra esta clase de vulneraciones a los niños y niñas; sin embargo, sí existen factores que aumentan el riesgo de que esto se produzca. Entre ellos, el hecho de que el niño o niña no viva con familiares, el uso de drogas por parte de uno o ambos progenitores, el hecho de haber desarrollado alguna forma de discapacidad, o los contextos de violencia doméstica.
Los abusos sexuales en la infancia y la familia
En la mayoría de los casos, el perpetrador o la perpetradora de los abusos sexuales a niños y niñas forma parte de la familia de la víctima; además, a veces el padre y/o la madre es consciente de lo que ocurre pero encubre estas vulneraciones. Esto hace que alrededor del menor se genere una atmósfera tóxica que participa en la violencia que está experimentando y de la que es difícil escapar: no hay que lidia solo con los recuerdos de los abusos sino con la ambivalencia emocional de lo que se siente por el padre o la madre, el tío o la tía, etc.
En otros casos, el trauma tiene un alcance que va más allá de la víctima inmediata de los abusos. Por ejemplo, ocurre cuando el padre o la madre se culpan por no haberse dado cuenta antes de lo que ocurría, o se consideran partícipes de lo ocurrido por no haber tomado cartas en el asunto ante las primeras sospechas, etc.
En definitiva, el trauma por abusos sexuales tiene una dimensión tanto individual como familiar tanto en los factores de riesgo como en los efectos de esta forma de violencia.
Blanca Ruiz Múzquiz
Blanca Ruiz Múzquiz
Psicoterapeuta de Familia y Pareja
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