Las oleadas de contagios de coronavirus aún no se han detenido y dejan sentir sus efectos en muchos aspectos de la sociedad, no solo en lo material y lo económico, sino también en lo psicológico.
Teniendo esto en cuenta, es normal que exista una cierta preocupación acerca de las implicaciones de la crisis del COVID-19 para los grupos sociales más vulnerables psicológicamente, entre los que se encuentran los niños y niñas.
Por eso, en este artículo vamos a centrarnos en las consecuencias de la situación de vuelta al colegio durante la crisis de la pandemia, y el modo en el que estas afectan emocionalmente a los más pequeños de la casa.
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¿Por qué los más pequeños son psicológicamente vulnerables ante la crisis por pandemia?
La infancia es, en la mayoría de los casos, la etapa de la vida en la que somos más vulnerables psicológicamente: lo que ocurre a nuestro alrededor influye mucho en nuestro desarrollo emocional, cognitivo y comportamental, para lo bueno y para lo malo.
Tiene sentido que esto sea así: en nuestros primeros años de vida estamos adaptándonos constantemente a todo tipo de situaciones novedosas que nos plantea la vida, ante lo cual contamos con muchos menos conocimientos y referencias que cuando somos adultos y ya contamos tanto con un cerebro plenamente desarrollado y maduro como con una serie de conocimientos prácticos y teóricos acerca de cómo funciona el mundo.
Es por ello que si bien conservamos la capacidad de aprender y de ajustar nuestra mente a retos con los que nunca nos habíamos topado antes, durante la infancia la mente humana es especialmente flexible y proclive a integrar experiencias rápidamente, al precio de no hacerlo siempre de la manera más sistemática y adecuada para nuestro propio bienestar.
A fin de cuentas, si aprender acerca de lo que ocurre a nuestro alrededor durante la infancia ya es una tarea que exige esfuerzo, aprender a lidiar con las emociones que eso nos produce y con los patrones de comportamiento disfuncionales que determinadas experiencias nos pueden generar resulta aún más complicado, sobre todo si no se cuenta con ayuda.
Sabiendo esto, no es de extrañar que la crisis del coronavirus haya afectado no solo a muchos niños y niñas, sino también a sus familias. Ahora, ante la perspectiva del inicio de un nuevo curso, se da paso a otra experiencia que los pequeños tampoco habían afrontado antes: unas primeras semanas en las que ciertas dinámicas de trabajo en clase habrán cambiado, y en las que existe aún un cierto nivel de miedo y de incertidumbre sobre lo que ocurrirá en estos meses.
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Principales consecuencias de la vuelta al colegio en tiempos de coronavirus
Estos son los principales aspectos en los que la vuelta al colegio en el contexto de la pandemia puede afectar a los niños y niñas. No tienen por qué afectar a todos (de hecho, los pequeños en los que se den casi todas estas formas de malestar serán, probablemente, una clara minoría, y muchos no manifestarán ninguna de ellas) pero hay que tenerlas en cuenta a la hora de velar por su bienestar.
1. Vulnerabilidad ante la ansiedad de la familia
Los niños y las niñas son vulnerables a la ansiedad cuando esta está presente en su día a día en las personas con las que conviven. Por ejemplo, se sabe que los menores con padres y madres con Trastorno de Ansiedad Generalizada tienen mayores probabilidades de desarrollar problemas de estrés y angustia.
Es por eso que en las familias en las que la vuelta al colegio suponga una fuente de malestar a causa de la progresión de los contagios del virus (es decir, por la idea del riesgo de meter el virus en casa), puede crearse un clima de malestar en el que todos sufran, y en el que se genere un círculo vicioso: el malestar de los demás hace que nos sintamos peor, y viceversa.
2. Sentimientos de culpa
Habiendo visto todos los problemas que produjo la primera ola de contagio, y al volver a estar muchas horas sin la supervisión de los padres tras varios meses de contar con su protección, es probable que muchos menores se sientan desbordados ante la responsabilidad de minimizar el riesgo de contagio. Este fenómeno puede darse sobre todo en los niños y niñas que convivan con personas que pertenezcan a un colectivo de riesgos: ancianos, gente con enfermedades respiratorias, etc.
Por ejemplo, esto puede llevar a parte de los niños y niñas a intentar extremar las precauciones hasta un punto poco sano y que produce más problemas de los que ahorra. Y como es imposible no descuidarse en ningún momento, los sentimientos de culpa aparecen, suponiendo un reto añadido que hay que saber gestionar emocionalmente. A fin de cuentas, pasarán varios días hasta que se sepa con toda seguridad que ese momento en el que el pequeño se llevó la mano a la boca no se tradujo en contagios posteriores.
3. Desmotivación y estrés por la incertidumbre
No es ningún secreto que existe una clara incertidumbre acerca de lo que va a ocurrir durante los primeros meses de curso, tanto a nivel social como en la organización del sistema educativo.
El hecho de no poder trazar planes claros para organizarse sabiendo que el curso transcurrirá como siempre puede hacer que muchos niños y niñas se desmotiven y se tomen estas semanas de clase como un tiempo tirado a la basura, en el que no será posible terminar temarios ni consolidar conocimientos debido a que en cualquier momento se cerrarán las escuelas y se improvisará acerca de cómo proseguirán las lecciones. La mayoría ya han pasado por la experiencia de las clases a distancia durante el final del curso anterior, en la que quedó evidenciada la falta de preparación del sistema educativo ante esta clase de escenarios.
Por otro lado, esta falta de información clara sobre lo que ocurrirá es capaz de llevar a muchos pequeños a una situación de bloqueo en la que las dudas se acumulan hasta el punto de no saber qué hacer y sufrir estrés. La perspectiva de ver las clases interrumpidas y sometidas a una manera de estudiar marcada por la improvisación les resta referentes. Por ejemplo: ¿hay que esforzarse por prepararse la presentación oral frente a toda la clase, si puede que finalmente no se pueda realizar? En caso de que sí, ¿es malo hacer que esté pensada para ser vista por muchas personas, y no solo por el profesor? ¿Podré contar con la nota de Educación Física al final del trimestre? Etc.
4. Dudas sobre cómo relacionarse con los demás
Previsiblemente, muchos niños y niñas sentirán más temor que el resto ante la idea de contagiarse al estar cerca de los demás. Esto, teniendo en cuenta que los niños y niñas tienden a tocarse entre sí más que los adultos, es relevante, porque intentar evitar esta clase de interacciones puede hacer que muchos se vean excluidos de las dinámicas de juego, o que experiementen rechazo.
¿Qué hacer?
Ante este tipo de riesgos y de problemas, estos son algunos consejos a tener en cuenta.
1. Ayuda a que los pequeños se den cuenta de que la escuela es más que lo que ocurre en clase
El proceso educativo no se limita a la asistencia al centro educativo, y eso no cambia ni aunque se pase a realizar clases por videoconferencia.
2. Dale apoyo ante los posibles conflictos o problemas al socializar
Escuchar sus problemas y darles la oportunidad de expresarse sin ser prejuzgados permite buscar soluciones con la participación de los docentes y del resto de padres y madres.
3. Ayúdale a construir sus nuevos hábitos
Ante la necesidad de adaptarse al nuevo escenario, es bueno ayudar a los pequeños a la hora de generar esa dinámica de hábitos, ya sea poniéndoselo fácil para aprender y memorizar esas rutinas como a la hora de hacer modificaciones horarias si fuese necesario.
4. Ayúdale a cuestionarse sus miedos
Los sentimientos de miedo y culpa se apoyan en creencias disfuncionales. A través de conversaciones, se puede ayudar a los niños y niñas a ver cómo estas creencias se tambalean al contrastarlas con la realidad.
5. En caso de necesidad, acudid a terapia
La terapia de familia y la terapia infanto-juvenil puede ser la solución en casos de malestar significativo y persistente.
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Referencias bibliográficas:
- Aktar, E.; Nikolić, N. & Bögels, S.M. (2017). Environmental transmission of generalized anxiety disorder from parents to children: worries, experiential avoidance, and intolerance of uncertainty. Dialogues in Clinical Neuroscience, 19(2): pp. 137 - 147.
- Grupe, D.W. & Nitschke, J.B. (2013). Uncertainty and Anticipation in Anxiety. Nature Reviews Neuroscience, 14(7): pp. 488 - 501.
- Osmanağaoğlu, N.; Creswell, C.; Dodd, H.F. (2018). Intolerance of Uncertainty, anxiety, and worry in children and adolescents: A meta-analysis. Journal of Affective Disorders, 225: pp. 80 - 90.