Una de las situaciones más difíciles a las que se debe enfrentar una persona en tratamiento por su adicción al alcohol (o a cualquier otra droga o sustancia psicoactiva) es el sostén de la abstinencia. Pocos días después de dejar de consumir, el adicto experimenta un conjunto de signos y síntomas muy desagradables, como irritabilidad, ansiedad, sudoración, movimientos involuntarios, etcétera; que son causados por la alteración en la química cerebral al abandonar el alcohol.
Tener dificultades para sostener este estado de no-consumo incluso en presencia de tal malestar es entendible, ya que en toda adicción la voluntad y la inhibición de conductas se han alterado. Sin embargo, es posible idear una serie de estrategias para evitar situaciones de riesgo de recaída en el alcoholismo. En este artículo expondremos cuáles son las situaciones de riesgo más habituales para alguien que está sosteniendo la abstinencia, con el objetivo de anticiparse a ellas.
¿Qué entendemos por recaída?
Decimos que un sujeto ha recaído en el consumo de alcohol cuando se expone ante una situación de riesgo pero no consigue responder con las estrategias de afrontamiento adecuadas para garantizar el mantenimiento de la abstinencia. Esto conduce a que la persona beba nuevamente, sin tener el control de su conducta. Regresar a la bebida podría ofrecer un alivio a la ansiedad e irritabilidad que caracteriza a la abstinencia, pero este alivio tiene dos particularidades: es temporario y tiene consecuencias negativas. En el largo plazo, tras una recaída, la persona experimentará estados emocionales negativos en relación a su propio comportamiento y a cómo éste afecta a sí mismo y a quienes le rodean, que podrían ser incluso más dolorosos que el malestar propio de la abstinencia.
Dado lo difícil que es para un sujeto sostener la abstinencia, la posibilidad de recaer es alta. La literatura acerca del tema reporta que alrededor del 80% de las personas que han accedido a un tratamiento para recuperarse del alcoholismo sufrieron, durante o después del tratamiento, una recaída. Esto no significa que los tratamientos para el alcoholismo sean poco eficaces, sino que es prueba de lo arraigados que quedan los comportamientos en el repertorio conductual de una persona que ha consumido alcohol a lo largo del tiempo.
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No es una cuestión de voluntad: la razón por el cual las personas recaen en el consumo
Poder decir no a una bebida o a un trago va más allá de una mera cuestión de voluntad. La persona que recae no lo hace porque ignora los efectos perjudiciales que consumir le trae a su vida. Alguien puede estar muy comprometido con el tratamiento pero incluso así recaer. La recaída debe ser abordada teniendo en consideración la activación cerebral que se produce en toda adicción. A grandes rasgos, cuando consumimos alcohol, nuestro organismo promueve la generación de sensaciones placenteras por la acción de un neurotransmisor, la dopamina. Es el mismo mecanismo que se activa cuando llevamos a cabo acciones que tienen el objetivo de asegurar nuestra supervivencia, como comer, beber agua o mantener relaciones sexuales. Por lo tanto, la conducta que nos condujo a esa gratificación queda reforzada y tiende a repetirse. Sin embargo, el alcohol y otras sustancias también provocan la activación de esta red —el circuito de recompensa—, incluso no siendo necesarias para sobrevivir.
Al abandonar el alcohol, en el cerebro se despliegan otras actividades que fomentan la búsqueda de situaciones en las cuales consumir nuevamente (porque, para el cerebro adicto, el consumo parece necesario para preservar la vida). Es así como inicia la segregación de otro neurotransmisor, el glutamato, que, para comprenderlo fácilmente, podríamos decir que opera como si fuera una memoria USB o pendrive: cuando alguien deja de consumir una sustancia a la que se había vuelto dependiente, se “conecta” el glutamato en nuestras sinapsis neuronales. Este neurotransmisor se encarga de dejar una huella de lo que aprendemos y de memorizar la conducta por la cual se accedió al consumo. Su producción ocasiona que la persona se active fisiológicamente. En consecuencia, se siente inquieta, ansiosa y experimenta todos los síntomas de la abstinencia. A fin de cuentas, la activación tiene el objetivo de fomentar que la persona reanude las conductas memorizadas que le conducían a la sustancia.
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Las situaciones de riesgo para sostener la abstinencia
Una situación de riesgo de recaída en el alcoholismo es toda aquella circunstancia que propicie, de alguna u otra forma, que la persona que está sosteniendo la abstinencia vuelva a consumir. En la mayoría de casos, son situaciones de índole social en las que hay bebidas alcohólicas de por medio, pero no siempre es así. En un primer momento, la persona que intenta preservar tal estado abstemio debería, idealmente, evitar este tipo de situaciones riesgosas. En el futuro, más avanzado el tratamiento, podrá participar de forma gradual en situaciones en las que haya presencia de alcohol o mención a éste sin involucrarse en el consumo; pero esta tarea puede ser demasiado desafiante cuando recién comienza a recuperarse. Será oportuno que en este proceso la persona que sufre de una adicción al alcohol reciba el acompañamiento de una red de contención, compuesta por la familia, los amigos y un equipo interdisciplinar de profesionales.
Las situaciones de riesgo de recaída en el alcoholismo más comunes son las siguientes:
1. Reuniones sociales con amigos que beben
La gente que presenta una adicción al alcohol rara vez consume de forma solitaria. La bebida suele ser el eje central de muchas reuniones sociales, en especial aquellas que se llevan a cabo durante la noche. En muchas ocasiones, el tratamiento viene acompañado de un proceso de reevaluación de los vínculos sociales que la persona ha construido, ya que muchos de éstos giran exclusivamente en torno a la bebida y nada más.
2. Después de un momento doloroso (regulación emocional)
Los eventos dolorosos en la vida son ineludibles. Sin embargo, éstos suponen un factor de riesgo a una recaída. Específicamente, el riesgo reside en el modo de afrontamiento que pone en práctica la persona que está recuperándose de la adicción. Las personas, cuando experimentamos estados emocionales negativos y muy intensos, como altos niveles de ansiedad o un ánimo deprimido, tendemos a contrarrestar este malestar mediante estrategias que buscan apaciguar el dolor. Beber alcohol es una de ellas.
El problema está en que a largo plazo estas estrategias no son eficaces, ya que, aunque regulan la emoción en un primer momento, el alivio que generan es temporal. Más adelante, la persona se volverá más dependiente a la sustancia, requerirá de mayores cantidades o dosis para obtener el mismo placer, y provocará efectos negativos más significativos en su salud física y mental.
3. Accesibilidad al alcohol
A nivel cultural, la ingesta de alcohol no solo está normalizada sino que, además, es muy accesible. Estamos expuestos a anuncios de cervezas, vinos y otras bebidas (que suelen incluir a personas divirtiéndose o pasando un buen rato). En muchos países, aunque la venta de alcohol a menores de edad esté prohibida por ley, los adolescentes pueden acceder de forma casi irrestricta a esta sustancia.
Una de las situaciones de riesgo para las personas que están recuperándose del alcoholismo es el momento de ir a hacer la compra del supermercado. Atravesar las góndolas donde se exhiben las botellas de bebidas alcohólicas puede suponer un estímulo muy llamativo para quien consumió alcohol de forma desmedida y prolongada en el tiempo. Una alternativa podría ser hacer la compra acompañado/a por alguien que esté al tanto de la situación o evitar los pasillos en los que está la bebida.
Fromm Centro De Desintoxicación Y Tratamiento De Adicciones
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Otra situación de riesgo relacionada a la accesibilidad al alcohol es la presencia de botellas, latas, vasos y otros objetos que aludan al consumo en casa. En un primer momento, a la persona en recuperación podría parecerle que reemplazar estos objetos por otros es una estrategia absurda.
No obstante, es sorprendente cómo la cercanía a la sustancia o a otros estímulos que refieran a ella podrían desencadenar la tentativa a consumir. Ya sea mediante estrategias de afrontamiento cognitivas —como recordar las consecuencias positivas de la abstinencia o repasar los efectos negativos a largo plazo del consumo— o estrategias de este tipo, el objetivo es reducir al mínimo la posibilidad de consumir.