Todos tenemos claro qué es un problema y las dificultades que supone, a veces, encontrar las soluciones adecuadas.
Ojalá pudiéramos daros una estrategia única e infalible para resolverlos, pero lamentándolo mucho esto no existe: cada situación es única y requiere habilidades y estrategias concretas.
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¿Cómo solucionar un problema?
Lo que haremos es hacer un repaso a algunas teorías cognitivas clásicas que funcionan como estrategias para la resolución de problemas. Esperamos que algunas de ellas os sirvan.
1. El primer paso: definir el problema
Sabemos que tener un problema no significa, en ningún caso, que no dispongamos de los recursos necesarios para resolverlo, sino que, muchas veces, no sabemos cuáles debemos utilizar ni cómo aplicarlos.
Para poder encontrar la solución primero debemos definir bien el problema. Esto parece sencillo, pero no siempre lo es. Tenemos que tener claro cuál es la situación actual, es decir, de dónde partimos y qué es lo que queremos conseguir. Tener claro nuestro objetivo o qué hacer para poder conseguirlo no es tan fácil como puede parecer.
Si analizamos a fondo cualquier problema que tengamos en la actualidad e intentamos hacer el ejercicio de definirlo, puede que nos sorprendamos. Definir con precisión nuestro problema será, pues, el primer paso.
Cuando tenemos claro el problema, las soluciones pueden ser muy diferentes. A veces la consecución del éxito dependerá de desbloquear un único obstáculo, pero otras veces tenemos diferentes dificultades que debemos ir resolviendo de forma progresiva.
2. Algoritmos y heurísticos
Sea como sea el problema y la solución, para resolverlo siempre tendremos, a priori, diferentes opciones. Para centrarnos en los métodos de resolución de problemas primero será importante distinguir entre dos conceptos: “algoritmo” y “heurístico”.
Un algoritmo es un proceso sistemático que nos indica de forma concreta cómo llegar, paso a paso, a la solución. Los heurísticos aparecen cuando no es posible utilizar los algoritmos e implican la participación de la intuición. Al contrario que los anteriores, los heurísticos no nos pueden garantizar que encontremos la solución.
Parece obvio que los problemas realmente complicados de resolver son aquellos que no disponen de algoritmos; nos centraremos en estos. También dejaremos al margen aquellas soluciones que requieran conocimientos específicos, es decir, los problemas que surgen simplemente por la falta de conocimiento y que sólo podremos resolver utilizando estrategias previamente aprendidas.
3. El método de ensayo y error
Una posibilidad es utilizar el método de ensayo y error, consistente en ir probando una o varias acciones y evaluar si el resultado obtenido nos ha acercado más a nuestro objetivo. Este método será útil cuando no tengamos ninguna guía para llegar a la solución y cuando la falta de tiempo no sea un inconveniente.
Un ejemplo muy básico: si queremos abrir una puerta y tenemos diferentes llaves, iremos probando hasta que demos con la que nos abrirá. La idea es que la próxima vez ya seamos capaces de utilizar la llave adecuada a la primera.
Aunque es un ejemplo muy elemental hay muchas situaciones en nuestro día a día que resolvemos utilizando este método y muchas de ellas no son tan banales. Los niños pequeños, por ejemplo, utilizan mucho esta estrategia en sus actividades diarias. También en nuestras relaciones sociales solemos modificar nuestro comportamiento en base a los resultados obtenidos por ensayo y error.
4. El método de análisis medio-fin
Otra posibilidad es escoger acciones que nos ayuden a reducir la distancia entre el estado actual y nuestra meta final. Para ello destacamos el método de análisis medio-fin, que consiste en definir cuál es la diferencia entre el estado actual y el estado final que queremos conseguir como solución a nuestro problema.
Debemos crear subproblemas o subobjetivos más pequeños y más fáciles de resolver que nos ayudarán a conseguir nuestra meta final. Para ello estableceremos tantos subobjetivos como sean necesarios; es decir, si tenemos impedimentos con el primer subproblema, crearemos otro y así lo reduciremos tanto como sea necesario. Daremos solución a cada subobjetivo, uno a uno, hasta que lleguemos a la solución definitiva a nuestro problema inicial.
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5. Cada problema tiene sus propias soluciones
En resumen, no hay un método ideal para resolver nuestros problemas, pero sí que hay distintas formas de hacerles frente de manera que la solución nos parezca más sencilla.
Las dos estrategias que hemos comentado no siempre funcionan y hay muchas más que se pueden adaptar perfectamente a un tipo de problema concreto, pero creemos que pueden ser muy útiles como estrategias de base para nuestro día a día, sobre todo porque nos permiten objetivar los problemas, simplificándolos y permitiéndonos así encarar la búsqueda de soluciones de forma menos abrumadora.