Parte de la neurocardiología defiende la idea de que el corazón es un sistema muy complejo, un órgano sensorial sofisticado que recibe y procesa información.
Nuestro músculo cardíaco no se limita a bombear sangre, sino que también dispone de decenas de miles de neuronas que bien podríamos servirnos para describir al corazón como un conjunto de pequeños cerebros que, coordinados con nuestro cerebro, inducen a un estado de bienestar.
Al hecho de que cerebro y corazón estén en armonía se lo denomina coherencia cardiaca, un fenómeno que trae consigo muchos beneficios y que podemos conseguir mediante la práctica constante de técnicas de respiración. Averigüemos de qué se trata.
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¿Qué es la coherencia cardiaca?
Nuestras emociones no son algo meramente cerebral. Nuestro cuerpo las vive en varios órganos, pero es especialmente destacable cómo lo vive nuestro corazón. En la cultura occidental se ha dicho que sentimos con el corazón y, realmente, las neurociencias dan cierto apoyo a esta idea. Por ejemplo, cuando nos sentimos nerviosos, nuestro corazón late más fuerte. También se descontrola cuando nos pegan un susto, nos estresamos o recibimos una mala noticia.
Podemos definir a la coherencia cardiaca como aquel estado en el que la frecuencia del latido cardíaco es regular, armónico. Las diferentes ondas del latido cardiaco se encuentran sincronizadas, siguiendo una frecuencia, forma y amplitud determinadas, formando un patrón ordenado, predecible y repetitivo. El equilibrio que puedan establecer nuestro cerebro y corazón influye en nuestro estado emocional, de manera que si fomentamos la coherencia cardiaca podremos mejorar nuestro bienestar físico y psicológico.
Aplicado al campo de la psicología clínica y neurociencias, la coherencia cardiaca es también una técnica en la que se pretende coordinar la respiración con la frecuencia cardiaca. Esta técnica fue originalmente desarrollada por el Instituto HeartMath de California tiene el objetivo de estabilizar la respiración y los latidos del corazón, reduciendo la frecuencia e induciendo a un estado de calma.
Como técnica, podemos decir que la coherencia cardiaca pretende armonizar nuestros sistemas físico, mental y emocional, un estado de eficiencia psicológica en el que los sistemas nervioso, cardiovascular, endocrino e inmune funcionan de forma coordinada y tranquila. Se parte de la idea de que el corazón tiene su propio circuito neuronal, directamente conectado con el cerebro y que por medio del control de nuestras emociones podemos controlar nuestra fisiología.
La relación entre cerebro y corazón
Las funciones del corazón no se limitan a bombear la sangre hacia las distintas partes de nuestro organismo. Este órgano cuenta también con 40.000 neuronas, un auténtico sistema nervioso propio que podríamos decir que actúan como “pequeños cerebros” y, además, funciona como una pequeña fábrica de hormonas. Se segrega adrenalina cuando se necesita funcionar al máximo de capacidad, atriopeptina para regular la tensión arterial. También se segrega la oxitocina, llamada hormona del amor.
Son todas estas las hormonas que influyen en el funcionamiento del cerebro, por lo que podríamos decir que existe un sistema corazón-cerebro, un sistema en el que las emociones cerebrales influyen y son influidas por el ritmo y funcionamiento cardiaco. Pero esta comunicación no se da de forma directa, sino a través de un intermediario: el sistema nervioso periférico autónomo, que a su vez se compone de los subsistemas simpático y parasimpático.
El simpático se activa cuando estamos en peligro, haciendo que se libere adrenalina y noradrenalina para facilitar la realización de conductas de lucha y huida, acelerando el ritmo cardíaco. Por el otro lado, el parasimpático actúa como una especie de freno, liberando neurotransmisores que inducen a un estado de relajación y calma reduciendo la frecuencia cardíaca.
Lo adecuado es que estos dos subsistemas se encuentren en equilibrio, funcionando de freno y de acelerador cuando les corresponde. Sin embargo, si nos encontramos constantemente estresados y tensos, en el que el sistema simpático permanece largo tiempo activado y el parasimpático está apagado, se deja de funcionar con eficacia. Este desequilibrio acaba afectando a nuestro corazón, haciendo que lata de manera caótica e irregular, dando acelerones y frenazos.
En base a esto, se cree que las emociones negativas, como lo pueden ser la ansiedad, la ira, la tristeza o incluso las meras preocupaciones que podemos tener a lo largo del día, afectan nuestra frecuencia cardiaca, pudiendo generar alteraciones fisiológicas. En cambio, emociones positivas como la alegría favorecen que haya un equilibrio, facilitando la coherencia cardiaca.
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¿Qué beneficios supone la coherencia cardiaca?
La práctica regular de técnicas de coherencia cardiaca puede aportarnos muchos beneficios a nivel físico y psicológico:
1. Mejor gestión emocional
Al aplicar esta técnica se pone fin al caos fisiológico, armonizando corazón y cerebro. Aquí se pone en acción el sistema parasimpático, haciendo que se liberen neurotransmisores que hacen que nos sintamos más tranquilos, lo que se traduce en una mejor gestión emocional y pudiendo lidiar de forma más eficiente con situaciones difíciles.
2. Mejora de las capacidades cognitivas
La coherencia cardiaca permite que el cerebro funcione de manera más eficiente. Al abandonarse las preocupaciones y adquirir una técnica de mejor gestión de las emociones, la persona se puede concentrar mejor, permitiendo que las ideas fluyan de manera más funcional. Por lo tanto, mejora nuestra capacidad de atención, concentración y procesamiento de la información.
3. Reducción del estrés y la fatiga
Cuando sentimos estrés, el sistema simpático es activado provocando una serie de reacciones a nivel fisiológico. A su vez, estas provocan más ansiedad y la aparición de preocupaciones al ver que nuestro latido cardiaco se ha acelerado o nos encontramos orgánicamente inestables.
Mediante la práctica de técnicas de coherencia cardiaca se puede tener un mejor control de los procesos fisiológicos asociados al estrés y la ansiedad. De hecho, se ha observado que tras un mes practicando la coherencia cardíaca se reducen significativamente los niveles de cortisol, una hormona relacionada con el estrés.
4. Mejor calidad del sueño
La coherencia cardiaca genera un estado de calma y tranquilidad, una relajación que es una muy buena aliada para combatir el insomnio. Cuando estamos relajados y tranquilos podemos conciliar el sueño más fácilmente, además de despertarnos más descansados.
5. Fortalecimiento del sistema inmunitario
Mediante la práctica de la coherencia cardiaca el sistema inmunitario se puede ver fortalecido. Se ha visto que las personas que consiguen introducir este tipo de práctica en su vida tienen incrementados los niveles de inmunoglobulinas A, células que son la primera línea de defensa del organismo contra agentes infecciosos. De hecho, los altos niveles se mantienen durante unas seis horas después de haber practicado la coherencia cardiaca.
¿Cómo practicarla?
La coherencia cardiaca se puede alcanzar mediante la práctica. Desde el HeartMath se han desarrollado técnicas que inducen a que se produzca este fenómeno, permitiendo controlar las aceleraciones y desaceleraciones de nuestro corazón a través de una respiración controlada y consciente.
Consiste en inspirar y espirar de forma voluntaria y lenta, aumentando así la amplitud de la frecuencia cardiaca. De conseguirse una sincronización entre la respiración y el ritmo del corazón se alcanzaría la susodicha coherencia.
Una buena manera de reducir el estrés es estar en un entorno tranquilo, sentados con los pies en en el suelo, sin cruzar ni las manos ni las piernas:
- Inspiramos por la nariz durante cinco segundos.
- Espiramos por la boca durante cinco segundos.
- Repetir los dos pasos anteriores seis veces por minuto durante cinco minutos.
Se recomienda hacer esta respiración unas tres veces al día.