Aunque moldeadas a través de nuestra historia de vida, las personas traemos con nosotras, desde el nacimiento, ciertas características que nos acompañan a lo largo de todo nuestro camino. Nuestro cerebro, acompañado por nuestro sistema nervioso, llega a este mundo con una forma única de percibir la realidad, una manera individual de sentir los sonidos, la luz, la textura, el sabor y el olor y una forma concreta de procesarlos e integrarlos para hacerse una representación del entorno y del lugar de cada uno en el mismo.
Existen cerebros especialmente dotados para oír y percibir la música, otros para crear formas y figuras en el espacio, algunos con especial habilidad para retener y elaborar el lenguaje o para imaginar a través de los números. Existen también cerebros analíticos preparados para conocer en profundidad un árbol y otros más abstractos con capacidad de ver y entender un bosque.
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Neurociencia y sociedad
A día de hoy, la neurociencia ya nos ha enseñado que al igual que las canciones, nuestro cerebro tiene un ritmo de oscilación base, en cada uno de los individuos diferente y con diferente variación en función del estado emocional. Tenemos cerebros que oscilan lento y que tienden más hacia la creatividad, la imaginación, el ensoñamiento; y otros que oscilan más rápido y se encuentran más orientados al entorno, la ejecución o el análisis de lo que perciben.
Al sistema socioeconómico en el que vivimos le gustan estos segundos, ya que su atención, orientada hacia afuera, es más fácil de capturar y dirigir hacia el trabajo y la productividad, cuestión que hace que el sistema siga funcionando.
Los primeros, los más creativos, miran hacia adentro, hacia el mundo interno, donde crean, reflexionan y generan y por esto, son más difíciles de “pillar”, ya que se suelen fugar del entorno o lo viven en conjunto sin centrarse en nada por mucho tiempo.
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Distintas virtudes para distintos cerebros
Contemplando lo presente, diré una obviedad: no podemos pedirles lo mismo a las personas con un cerebro orientado a la ejecución que a las que lo tienen orientado a la creatividad, y he aquí la fuente de sufrimiento de muchas personas que nos llegan a los terapeutas semanalmente a las consultas.
Los cerebros creativos son geniales cuando se encuentran en un estado de ánimo regulado, esto es, inspirados, ya que son capaces de comprender el conjunto de lo que ven y entender aspectos que un cerebro analítico no puede. Por el contrario, a estos cerebros no les podemos pedir grandes proezas en cuanto a atención sostenida o constancia en la ejecución, ya que su funcionalidad va unida íntimamente a su mundo emocional que experimenta la vida de una manera más intensa y rica que los cerebros analíticos, que liberados de emocionalidad intensa, pueden fijar su atención de una manera más regular.
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Remar a contracorriente
Como digo, las personas creativas, emocionales, perceptivas y también inatentas, juegan en desventaja en un mundo que los quiere y los ha criado para ser constantes, productivos y contenidos en cuanto a su expresión emocional.
Son hombres y mujeres que fueron niños y niñas a los que se les repitió muchas veces a lo largo de su infancia que no podían llorar cuando estaban tristes, gritar cuando tenían miedo o saltar cuando estaban alegres.
Personas a las que se les ha negado en muchos casos el uso de una brújula emocional tan afinada y potente que han acabado por tenerle miedo, ya que el entorno así se la ha mostrado, consiguiendo que la contengan, la nieguen, la escondan o la aparten de su experiencia, para no conectar con el desborde emocional que les pudo causar cuando eran seres humanos más pequeños y con menos recursos para gestionar su mundo interno.
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Teoría vs realidad
Llegados a este punto creo que será bueno destacar el carácter teórico de todo esto. “La pureza” es algo que no existe cuando hablamos de tipologías cerebrales. Sería un error encasillar la tremenda riqueza, complejidad y el flexible desarrollo de un cerebro a lo largo de la vida en un compartimento estanco. Todos y todas somos una suerte de híbridos en estas dimensiones y estamos predominados por una tendencia u otra, la cual no solo depende de nuestra carga genética, sino también y en buena medida de nuestra historia de vida.
Si bien todos y todas debemos hacernos cargo de las habilidades que necesitamos para desarrollar un proyecto de vida que tenga sentido para cada uno de nosotros y nosotras, también es indispensable que sepamos con qué base contamos para así poder desarrollar nuestras virtudes y ser suaves y querernos con nuestros puntos más frágiles.
Vitaliza Psicología De La Salud
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Centro de Psicología
Autor: Arturo Lecumberri Martínez.