Efecto magdalena de Proust: qué es, características y causas

El efecto magdalena de Proust nos da pistas sobre cómo funciona nuestro cerebro y nuestra memoria.

Efecto magdalena de Proust

Seguro que en más de una ocasión has percibido un olor que de alguna manera te era familiar y automáticamente te ha venido a la cabeza un recuerdo muy concreto.

¿Cómo es posible? Gracias al efecto magdalena de Proust, un fenómeno en el que vamos a profundizar a continuación para que conozcas su explicación neurológica.

¿En qué consiste el efecto magdalena de Proust?

El efecto magdalena de Proust es una asociación cerebral que realizamos automáticamente cuando percibimos una determinada sensación a través de nuestros sentidos, generalmente a través del sentido del olfato, que nos evoca inmediatamente un suceso pasado, sin que medie ningún proceso consciente, es decir, de forma involuntaria.

Lo más increíble es que ese recuerdo puede llevar inactivo años e incluso décadas, sepultado en lo más profundo de nuestras redes neuronales, y perfectamente podríamos creer que lo habíamos olvidado por completo hasta que se produce esta inesperada recuperación automática del mismo.

La expresión como tal de “efecto magdalena de Proust” proviene del autor del mismo nombre, Marcel Proust, que en 1913 publicó su obra Por el camino de Swann. Concretamente en el primero de sus volúmenes, llamado En busca del tiempo perdido, que comienza con el protagonista disponiéndose a degustar una magdalena recién horneada, y cuando decide bañarla en el vaso de té caliente y se la lleva a la boca, las sensaciones percibidas le transportan directamente a los recuerdos de su más tierna infancia. De hecho, la novela se compone de más de 3.000 páginas en las que se narran los hechos que el protagonista recuerda a raíz de esta situación.

Por lo tanto, el origen de esta expresión sería meramente literario, pero tras más de 100 años de recorrido, ha arraigado tanto en la ciencia como en la cultura popular, por lo que es relativamente sencillo que nos la encontremos en estudios de neurología o bien en manuales de mercadotecnia, además de en otros muchos ámbitos. Otros términos que nos podemos encontrar son efecto proustiano o fenómeno de Proust, pero todos ellos hacen referencia al mismo fenómeno, indistintamente.

Bases biológicas de este fenómeno de la memoria

Ya sabemos en qué consiste el efecto magdalena de Proust. Ahora vamos a ver cuáles son las causas a nivel neurológico para que experimentemos algo tan increíble como el desbloqueo automático de un recuerdo olvidado, simplemente con el poder de un olor, un sabor u otra sensación percibida.

Parece que la parte del cerebro responsable de este asunto sería el sistema límbico, ya que en esta región se produce el encuentro de diversas estructuras, con funciones muy diferentes, pero que al parecer pueden llegar a converger y a realizar asociaciones de lo más sorprendentes entre emociones, recuerdos y percepciones.

Vamos a ver con más detalle algunos de estos sectores cerebrales para poder comprender mejor cómo es posible que se genere el efecto magdalena de Proust.

1. Tálamo

La primera estructura que nos encontramos dentro del sistema límbico sería el tálamo, que por sí misma ya hace un acopio de funciones importante, lo cual será vital para estudiar el fenómeno que nos ocupa. Y es que el tálamo procesa la información recibida por los sentidos, antes de ser reenviada a las correspondientes regiones cerebrales que terminan de integrar estos datos.

Pero, no solo eso, sino que también tiene participación en procesos relativos a la memoria y a las emociones, por lo que ya nos estaría dando mucha información sobre un lugar clave en el cerebro donde tienen lugar funciones muy diferentes pero que de alguna manera pueden verse asociadas por redes neuronales compartidas.

2. Hipotálamo

Otra de las estructuras cerebrales clave en el efecto magdalena de Proust es el hipotálamo, una archiconocida región del cerebro donde tienen lugar infinidad de procesos, pero los que nos interesan en este caso son aquellos relacionados con las emociones. El hipotálamo tendría el control sobre la expresión emocional a nivel fisiológico.

3. Hipocampo

También en el sistema límbico vamos a encontrarnos con el hipocampo, un área del cerebro de vital importancia para la creación de nuevos recuerdos, además de otras funciones igual de importantes pero que no resultan relevantes para poder explicar el efecto magdalena de Proust.

4. Amígdala

Por último nos encontraríamos con la amígdala, otra de las regiones cerebrales que comparten responsabilidad en este fenómeno, en este caso porque algunas de sus funciones son aquellas destinadas a gestionar la emocionalidad de nuestras reacciones, ayudando además a generar recuerdos impregnados de un estado de ánimo o emoción concreto.

El poder del olfato

Conviene detenernos un momento a ver en profundidad las características del sentido del olfato, el más poderoso a la hora de desencadenar en nosotros el efecto magdalena de Proust. Y es que, ya hemos visto que olfato, memoria y emociones, comparten determinados circuitos neuronales en nuestro cerebro.

Hay que tener en cuenta que el ser humano es capaz de recordar hasta 10.000 olores diferentes. De hecho, retenemos en nuestra memoria un 35% de la información que nos llega a través del olfato, y tan solo un 5% de lo que captamos mediante lo visión, que aún así es una cantidad ingente de datos, puesto que es la vía por la que más estímulos de nuestro entorno recibimos.

Estas características convierten al olfato en un poderoso desencadenante de recuerdos, puesto que muchos de los que quedan grabados en nuestra memoria lo hacen asociados al contexto de la situación vivida en ese momento, de manera que volver a captar cierto aroma nos hará viajar mentalmente de nuevo a esa situación tan agradable que marcó la primera vez que registramos las características de determinado olor en nuestro cerebro.

Pero, cuidado, porque este mecanismo no entiende de estímulos positivos y negativos, y al igual que el olor de, por ejemplo, una determinada infusión, puede transportarnos a un agradable lugar y hacernos revivir un magnífico verano, también puede que ocurra lo contrario y en cambio traiga de nuevo a nuestra mente un determinado suceso que nos resultó desagradable en el momento en el que ocurrió y que además habíamos olvidado por completo, o al menos eso creíamos.

También conviene hacer una mención especial al sentido del gusto, puesto que suele trabajar en tándem con el olfato cuando se trata de alimentos y bebidas. Y es que resulta difícil separar las sensaciones que percibimos por la nariz y por la boca cuando estamos degustando un suculento guiso, un intenso café, etc.

Aplicaciones prácticas

En algunos tipos de terapia psicológica como es el EMDR, basada en el reprocesamiento de eventos traumáticos, se puede recurrir a técnicas que, si bien no utilizan exactamente el efecto magdalena de Proust, utilizan una estrategia cuyo mecanismo es muy similar en su fundamento para ayudar a pacientes.

En este caso, lo que haría el terapeuta que está tratando el trauma, sería pedirle al sujeto que pensase en un olor que le resultase agradable por una razón determinada (o, si las circunstancias lo permiten, oler de verdad ese estímulo, por ejemplo un perfume o un alimento determinado).

De esta manera, las redes neuronales que previamente habían asociado ese estímulo a determinadas personas, lugares o momentos que resultan positivos para el sujeto, traerían a la mente de la persona dicho recuerdo positivo, lo que rebajaría su activación fisiológica y facilitaría el reprocesamiento del hecho traumático vivido y que se está tratando en la consulta.

Olfato y memoria

Pero la relación entre el sentido del olfato y nuestra capacidad para generar y recuperar recuerdos va mucho más allá de lo que hemos visto con el efecto magdalena de Proust. La relación es tan estrecha que en muchos estudios neurológicos se investiga la correlación que se da entre la demencia y la pérdida del olfato.

De hecho, para una de las enfermedades neurodegenerativas más graves, como es el alzheimer, uno de los indicadores que se toma para diagnosticar si la persona se halla al comienzo de este trastorno sería precisamente los problemas para captar olores, y es que la pérdida del olfato está asociada a la demencia, al compartir, como ya hemos visto, estructuras cerebrales que en este caso se verían dañadas y provocarían secuelas en ambas capacidades.

Concretamente, el punto crítico del cerebro que al verse dañado provoca este tipo de alteraciones sería el circuito que conecta el hipocampo, una estructura que ya hemos visto, con el núcleo olfatorio anterior, que a su vez forma parte del bulbo olfatorio, ubicado en el prosencéfalo.

Por todo ello debemos ser conscientes del poder que tiene el sentido del olfato, no solo por fenómenos tan curiosos como es el efecto Magdalena de Proust, sino por ser un valioso indicador que, en su ausencia, puede hacer saltar las alarmas sobre una posible alteración de la memoria.

Referencias bibliográficas:

  • Rodríguez–Gil, G. (2004). El poderoso sentido del olfato. Servicios de California para la sordo-ceguera.
  • Miranda, M.I. (2011). El sabor de los recuerdos: formación de la memoria gustativa. México. Repositorio Universitario de la DGTIC.
  • Bonadeo, M.J. (2005). Odotipo: Historia Natural del Olfato y su función en la identidad de marca. Buenos Aires. Universidad Austral.
  • Aqrabawi, A.J., Kim, J.C. (2018). Hippocampal projections to the anterior olfactory nucleus differentially convey spatiotemporal information during episodic odour memory. Nature communications.

Luis Martínez-Casasola (Madrid, 1988) se licenció en Psicología en la UAM y cuenta con un máster en Psicología Forense por la URJC y el COP de Madrid, así como con una especialización en recursos humanos. Tras varios años de experiencia en la redacción de contenidos web, ahora colabora como divulgador para medios especializados en el ámbito de la Psicología y la salud.

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