Es conocimiento popular que el cerebro se encuentra situado dentro del cráneo, siendo protegido entre otras cosas por éste y por diferentes membranas, como las meninges.
El correcto funcionamiento y protección de este órgano es fundamental para la supervivencia, de manera que es necesario nutrirlo y evitar posibles daños, como los producidos por los golpes o la presión intracraneal. Además, en su necesariamente continuo funcionamiento se generan residuos, los cuales pueden resultar nocivos y que por lo tanto deben ser retirados del sistema.
En todo ello participa un líquido de gran importancia que circula por el sistema nervioso, el conocido como líquido cefalorraquídeo.
Una idea general del líquido cefalorraquídeo
El líquido cefalorraquídeo o cerebroespinal es una sustancia presente en el sistema nervioso, tanto a nivel de encéfalo como de médula espinal, que realiza diversas funciones como la protección, el mantenimiento de la presión intracraneal y estado de salud del órgano pensante.
Su presencia en el sistema nervioso se da especialmente en el espacio subaracnoideo (entre la aracnoides y la piamadre, dos de las meninges que protegen el encéfalo) y los ventrículos cerebrales. Se trata de un líquido transparente de una importancia fundamental en la conservación y buena salud del cerebro, con una composición similar a la del plasma sanguíneo, del cual se deriva. A pesar de ser incoloro, diferentes alteraciones e infecciones pueden dotarlo de diferentes tonalidades, siendo su coloración signo de la presencia de un problema.
Ciclo vital del líquido cefalorraquídeo
El líquido cefalorraquídeo es sintetizado en los plexos coroideos, unas pequeñas estructuras presente en los ventrículos laterales, siendo la principal función de dichos plexos la producción de esta sustancia. Esta producción se da de manera continúa, renovándose para mantener una cantidad constante de dicha sustancia.
Una vez emitido fluye de los ventrículos laterales al tercer ventrículo y posteriormente hacia cuarto a través del acueducto de Silvio. Desde allí termina proyectándose al espacio subaracnoideo a través de un orificio conocido como orificio de Magendie y los orificios de Luschka, aberturas situada en el cuarto ventrículo cerebral que ponen en contacto el sistema ventricular y el meníngeo al comunicar con la cisterna magna del espacio subaracnoideo (situado entre las meninges aracnoides y piamadre). A partir de ese punto circula a través de las meninges a lo largo de todo el sistema nervioso, ejerciendo diversas funciones en el proceso.
Para culminar con su ciclo vital, finalmente es reabsorbido a través de las granulaciones aracnoideas, que conectan con las venas presentan en la duramadre, con lo que el líquido termina llegando al torrente sanguíneo.
El ciclo de vida medio de esta sustancia es de alrededor de tres horas, entre su secreción, circulación, recolección y renovación.
Composición
Tal y como se acaba de mencionar, la composición del líquido cefalorraquídeo es muy similar a la del plasma sanguíneo, siendo las variaciones principales la comparativamente mucho menor presencia de proteínas (se calcula que en el plasma sanguíneo la presencia de proteínas es doscientas veces mayor) y el tipo de electrolitos que forman parte de él.
Una solución de base aquosa, el líquido cefalorraquídeo tiene diversos componentes de gran importancia para el mantenimiento del sistema nervioso, como vitaminas (especialmente del grupo B), electrolitos, leucocitos, aminoácidos, colina y ácido nucleico.
Dentro de esta gran cantidad de elementos, en el líquido cefalorraquídeo destaca la presencia de albúmina como principal componente proteico, junto con otros como la prealbúmina, alfa-2-macroglobulina o la transferrina. Al margen de éstos componentes destaca la elevada presencia de glucosa, teniendo alrededor de entre un 50 y 80% de presencia en esta solución tan vital para el encéfalo.
Funciones principales
Hemos visualizado una óptica de qué es el líquido cefalorraquídeo, por donde circula y de que se compone. Sin embargo cabe preguntarse por qué esta sustancia resulta tan importante para el correcto funcionamiento del conjunto del sistema nervioso. Para responder a esta pregunta es necesario ver qué funciones tiene.
Uno de las funciones principales del líquido cefalorraquídeo es la de ser el principal mecanismo de eliminación de los residuos producidos por el continuo funcionamiento del sistema nervioso, residuos que podrían afectar gravemente a su funcionamiento. Así, la circulación de líquido cefalorraquídeo se lleva esas sustancias y metabolitos, los cuales terminarán siendo excretados del sistema. En caso de no existir esta sustancia, las toxinas y partículas sobrantes irían quedando sedimentadas en regiones del sistema nervioso y zonas adyacentes, de manera que aparecerían muchos problemas en el estado de las células vivas: ni podrían liberarse de esos elementos sobrantes, ni podrían acceder a las partes de estos que pueden ser reciclados una vez han pasado por el lugar adecuado.
Otra de las funciones de mayor relevancia del líquido cerebroespinal es la de mantener nutrido al encéfalo, así como asegurar la constancia del medio entre las diferentes células del cerebro y la médula. Es una especie de "amortiguador" químico que permite que aumente el margen de maniobra en caso de que aparezcan ciertos desequilibrios hormonales, por ejemplo, y cuando hay problemas de homeostasis en general.
El líquido cefalorraquídeo permite también que el cerebro se mantenga en flotación dentro del cráneo, reduciendo en gran medida su peso. Dicha flotación también sirve como amortiguación ante agresiones, golpes y movimientos al reducir la posibilidad de choque contra los huesos del cráneo o elementos externos.
Asimismo, el líquido cefalorraquídeo tiene que ver en gran medida con el mantenimiento de la la presión intracraneal, haciendo que no sea ni demasiado grande ni demasiado pequeña, manteniendo un equilibrio constante que permite el correcto funcionamiento.
Por último, participa también al actuar como sistema inmunitario, protegiendo al sistema nervioso de agentes nocivos. También contribuye como medio de transporte de hormonas.
Trastornos derivados
Así pues, el sistema nervioso tiene en el líquido cefalorraquídeo una herramienta imprescindible para funcionar con corrección.
Sin embargo, es posible que se presenten alteraciones en la síntesis, circulación o reabsorción de esta sustancia, que pueden provocar diferentes problemáticas, siendo dos de ellas las siguientes.
1. Hidrocefalia
Este concepto hace referencia a la presencia excesiva de líquido cefalorraquídeo, habiendo tal acumulación que se provoca una presión del cerebro contra el cráneo. Algunos de los elementos que la pueden causar son tumores, infecciones o traumatismos, pero también es frecuente encontrar hidrocefalias congénitas, es decir presentes desde el nacimiento.
Puede causar desde dolor de cabeza, vómitos, deterioro cognitivo o de la coordinación o visión doble, entre otros síntomas, siendo en el caso de las hidrocefalias congénitas motivo de una fuerte dificultad en el desarrollo y de déficit intelectual. Generalmente se debe a obstrucciones en el circuito, siendo un ejemplo común que se obstruya el orificio de Magendie. Para tratar estos problemas es posible realizar cirugía con tal de colocar una vía de escape del líquido hacia otras zonas, como por ejemplo el estómago.
2. Hipertensión/Hipotensión intracraneal
Un exceso o déficit de líquido cefalorraquídeo puede causar que la presión que sufre el cerebro dentro del cráneo sea excesiva o demasiado baja como para permitir el buen funcionamiento. Mientras que la hipotensión se produciría a la pérdida o poca producción de líquido cefalorraquídeo, la hipertensión se produciría por un exceso de esta, lo cual puede ser grave porque presiona zonas del sistema nervioso y evita que funcionen bien (o incluso mata áreas de tejido celular).
En cualquier caso, las alteraciones en el líquido cefalorraquídeo que puedan aparecer en estos casos se suman a los problemas de la condición cardíaca que origina, de modo que la peligrosidad aumenta. Es necesario tratar ambos grupos de síntomas para evitar que se produzca un efecto en cadena fruto de los problemas en el funcionamiento del sistema nervioso y del sistema circulatorio.
Referencias bibliográficas:
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