La menopausia es una realidad que, en un momento u otro, afecta a prácticamente todas las mujeres del mundo. Ya en la perimenopausia, ese periodo natural de transición en el que los ovarios empiezan a disminuir la producción de progesterona y estrógeno, pueden empezar a aparecer algunos síntomas físicos, emocionales e incluso cognitivos.
En las décadas pasadas, la ciencia se ha focalizado en estudiar principalmente los cambios que sucedían a nivel físico y las consecuencias de estos. Sin embargo, son muchas las mujeres que han expresado sentir dificultades a nivel mental —como dificultad para concentrarse, olvidos frecuentes o sensación de lentitud mental— y este aspecto apenas ha sido foco de interés.
Afortunadamente, recientemente The Menopause Society ha llevado a cabo una revisión de la literatura científica que arroja luz sobre el tema. A lo largo de este artículo hablamos sobre menopausia, explicamos qué se ha descubierto en esta revisión y planteamos por qué son importantes estos hallazgos.
¿Qué es la menopausia?
El término menopausia hace referencia al fin del periodo reproductivo de la mujer. En este punto, los ciclos menstruales cesan de forma permanente. Aunque de media suele producirse entre los últimos años de la década de los 40 y los primeros de los 50, cada mujer es única y, por tanto, puede adelantarse o atrasarse.
La menopausia no sucede de un día para otro, sino que el organismo va disminuyendo de forma progresiva la producción de las hormonas sexuales femeninas, especialmente los estrógenos y la progesterona. A este periodo se le conoce como perimenopausia.
Es importante tener en cuenta que las hormonas que se vinculan principalmente con el ciclo y la reproducción femenina no están implicadas únicamente en estos procesos, sino que también desempeñan papeles importantes en otras funciones cerebrales.
Los cambios hormonales se relacionan con cambios en otras esferas. Por ejemplo, a nivel físico suelen destacarse algunos como los sofocos, la sudoración nocturna y la sequedad vaginal. Además, las mujeres suelen referir dificultades para dormir, disminución del deseo sexual, dolores de cabeza o de articulaciones, cambios en la piel, aumento de peso y alteraciones en el estado de ánimo.
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¿Qué se sabía hasta ahora sobre la relación entre menopausia y cerebro?
Muchas investigaciones han puesto el foco en los síntomas visibles, es decir, en los que se han mencionado anteriormente. Sin embargo, es necesario llevar a cabo investigaciones que nos permitan comprender de forma más profunda el verdadero impacto de esta etapa vital que atraviesan todas las mujeres.
Algunas investigaciones han demostrado que en la menopausia se dan cambios en el cerebro que pueden medirse. Estas modificaciones se han relacionado con deterioros en ciertos tipos de memoria, incluyendo habilidades visoespaciales y verbales.
Otras investigaciones han sugerido que las mujeres en esta etapa vital, pero especialmente aquellas que experimentan la menopausia de forma temprana (40-45 años), presentan más lesiones en determinadas regiones del cerebro que se asocian a un mayor riesgo de síntomas neurológicos como el deterioro cognitivo, problemas de equilibrio y cambios de humor además de una mayor probabilidad de sufrir demencia y un accidente cerebrovascular.
Una nueva perspectiva sobre la relación entre la menopausia y el cerebro
El análisis fue llevado a cabo por dos estudiantes de doctorado (A. Rodríguez y A. Pereira) como parte de un proyecto del laboratorio BRAVE de la Facultad de Ciencias del Comportamiento y del Cerebro de la Universidad de Ciencias de la Salud de Ponce, en Puerto Rico.
Dicho trabajo revisó la literatura científica existente que aportará información relevante sobre los cambios estructurales que se producen en el cerebro en relación con la menopausia. Además, las investigadoras también querían saber de qué forma estas alteraciones pueden contribuir a los síntomas de la menopausia. Los resultados se presentan a finales del mes de octubre de 2025 en la Reunión Anual de la Sociedad de Menopausia.
Entre los principales hallazgos, destaca el hecho de que diversos estudios han identificado disminuciones en el volumen de la materia gris en regiones clave como: la corteza frontal, temporal y el hipocampo. Estas áreas son cruciales para funciones como la memoria y la toma de decisiones.
Por otro lado, en resonancias magnéticas se han detectado lesiones de la materia blanca —conocidas como hiperintensidades de la materia blanca—. Esto podría ser un indicador de daños vinculados al flujo sanguíneo cerebral. Las posibles consecuencias de estas lesiones ya han sido mencionadas anteriormente.
Afortunadamente, las autoras también encontraron evidencia que sugiere que el volumen de materia gris puede recuperarse después de la menopausia. Esto señala de nuevo la capacidad plástica que tiene el cerebro para adaptarse y que también se ve en otros momentos de la vida, como el embarazo.
A nivel cerebral también se ha observado un aumento de los receptores del estrógeno durante la perimenopausia —transición hacia la menopausia—. Este aumento, que se interpreta como un posible intento del cerebro de compensar la disminución de los niveles hormonales, se ha relacionado con un peor rendimiento en la memoria.
Durante la menopausia —y la transición hacia ella—, se ha observado que el cerebro puede tener más dificultades relacionadas con el flujo sanguíneo y el aprovechamiento de la energía. Esto, junto con los cambios de los que ya se ha hablado, puede afectar notablemente la salud y el bienestar de las mujeres.
Todos estos hallazgos son importantes por diversos motivos. Por un lado, disponer de evidencia científica que explique a nivel biológico estos cambios es necesario para que los y las profesionales puedan reconocer y validar los diferentes síntomas cognitivos que las mujeres expresan.
Cuando es posible reconocer la complejidad de este proceso, los y las profesionales pueden tomar conciencia de la necesidad de abordarlo de forma integral. De esta forma, pueden acompañar a las mujeres ajustando sus intervenciones a la realidad y las necesidades de cada persona en concreto.
Además, disponer de estos conocimientos no es necesario únicamente para los y las profesionales, sino que es necesario que las mujeres también comprendan que todo lo que les está sucediendo forma parte de un proceso natural y que sus síntomas son reales. Al comprender las dimensiones de esta realidad, ellas mismas también pueden tomar acción para ocuparse, en la medida de lo posible, de su bienestar físico, mental y emocional.


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