El desarrollo y perfeccionamiento de las técnicas de neuroimagen a lo largo de las últimas décadas ha permitido conocer las estructuras y funciones del cerebro en sujetos vivos.
Antes de la aparición de dichas técnicas el estudio del cerebro estaba considerablemente limitado de tal modo que era difícil identificar los cambios que se producían en el mismo a lo largo del tiempo.
La aparición de las técnicas de neuroimagen
La neuroimagen ha abierto nuevas líneas de investigación, tales como la identificación de anormalidades en el funcionamiento cerebral de sujetos con patologías psiquiátricas, determinación de las estructuras cerebrales implicadas durante la realización de una tarea concreta (como, por ejemplo, recordar un listado de nombre)- o una mejor comprensión de los mecanismos cerebrales implicados en la respuesta de huída.
Una forma de medir objetivamente la efectividad de la terapia psicológica
La terapia psicológica produce cambios en el estado emocional, en el sistema de creencias y en el comportamiento de un paciente. Por ello, no es extraño que estos cambios también se produzcan a nivel cerebral. Una de las líneas de investigación que se ha venido desarrollando con la llegada de la neuroimagen es el estudio de los cambios cerebrales que se producen como consecuencia de una terapia psicológica.
Antes de la llegada de la neuroimagen, la efectividad de una terapia psicológica se medía con base en medidas subjetivas tales como la valoración que hacían paciente y terapeuta del grado de mejoría logrado o la comparación de los resultados de los tests pre y post tratamiento. Sin embargo, el sustrato neural de dicha mejoría era desconocido. De ahí que se comparase el cerebro con una caja negra cuyo contenido no se podía conocer. La llegada de la neurociencia y, concretamente, de la neuroimagen, ha permitido abrir esta caja y empezar a conocer el funcionamiento del órgano más complejo del cuerpo.
Cambios en la mente producen cambios en el cerebro
Si ahora podemos ver el funcionamiento y las transformaciones que se producen en el cerebro, se hace posible medir de manera objetiva los cambios que se producen en el transcurso del tratamiento psicológico, y también los que puedan sobrevenir después de la finalización de la terapia. Este avance hace posible la identificación de aquellos tratamientos psicológicos que resultan más efectivos para un determinado trastorno. El cerebro, al ser un órgano plástico, se va moldeando como consecuencia de las experiencias que tiene el sujeto y responde al tratamiento psicológico mediante cambios en su estructura y en sus funciones.
Barsaglini et al. (2014) llevaron a cabo una revisión de las principales investigaciones que han analizado los efectos de la terapia psicológica en pacientes con trastorno mental. En esta revisión observaron que el trastorno obsesivo compulsivo se caracteriza por un hipermetabolismo de distintas áreas del cerebro, entre ellas el núcleo caudado. Muchos estudios apuntan que los tratamientos cognitivo-conductuales en pacientes con trastorno obsesivo compulsivo producen una “normalización” de los niveles metabólicos del núcleo caudado y que a esta “normalización” va aparejada una mejoría en la sintomatología.
Por otro lado, los pacientes con fobias específicas (como, por ejemplo, la fobia a las arañas) experimentan una reducción en la actividad del sistema límbico implicado en la respuesta de miedo como consecuencia de haber participado en una terapia psicológica de orientación cognitivo-conductual. En el caso de los pacientes con esquizofrenia, diversos estudios recogidos en la revisión de Barsaglini et al. observan que la terapia psicológica produce una normalización del patrón de actividad en las áreas fronto-corticales y, por lo tanto, una mejoría en la sintomatología.
Hacia un diseño de tratamientos psicológicos efectivos basados en evidencia neurobiológica
En términos generales, estos resultados indican que la terapia psicológica produce cambios en el funcionamiento del cerebro y que estos cambios van asociados a una mejoría en la sintomatología del paciente. En este sentido, aunque en grados distintos según el trastorno de que se trate, tanto la terapia farmacológica como la terapia psicológica permiten normalizar o compensar los patrones anómalos de actividad cerebral.
Aunque todavía es pronto para extraer conclusiones consistentes (existen divergencias en la literatura científica sobre cuáles son los cambios cerebrales concretos que produce la terapia psicológica y también acerca de que cuál sea la metodología es más idónea para la medición de tales estos cambios), la neuroimagen abre la puerta a una línea de investigación prometedora: el diseño de tratamientos psicológicos efectivos basados en evidencia neurobiológica.
Referencias bilbiográficas:
- Barsaglini A, Sartori G, Benetti S, Pettersson-Yeo W y Mechelli A. (2014). The effects of psychotherapy on brain function: A systematic and critical review. Progress in Neurobiology, 1–14.
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