Salir de una relación disfuncional puede ser un proceso largo, difícil y doloroso. Muchas veces, el miedo a la soledad, el apego emocional y la incertidumbre sobre el futuro nos llevan a permanecer en vínculos que nos generan más sufrimiento que bienestar. Sin embargo, reconocer que merecemos una relación saludable es el primer paso para tomar decisiones que favorezcan nuestro bienestar emocional.
Para lograrlo, es fundamental saber qué queremos y qué no queremos en una relación, aprender a comunicarnos con asertividad y valorar la soledad como un espacio seguro para el crecimiento personal. Además, es importante comprender que el amor debe hacernos sentir valorados y seguros, no atrapados en dinámicas dañinas. Aprender a soltar y a gestionar el duelo tras una ruptura nos permitirá avanzar con mayor claridad y confianza.
Veamos las claves para dejar una relación disfuncional, enfrentando el proceso con valentía y tomando decisiones que nos acerquen a una vida más plena y saludable.
Saber lo que se quiere y lo que NO en una relación
Para salir de una relación disfuncional, es fundamental tener claridad sobre lo que se busca y lo que se desea evitar en una relación de pareja. Muchas veces, nos aferramos a vínculos dañinos por miedo a la soledad o por falta de autoconocimiento. Identificar nuestros valores, necesidades y límites nos permite reconocer si una relación nos aporta bienestar o nos genera sufrimiento.
Además, saber lo que no queremos nos ayuda a evitar patrones repetitivos y a tomar decisiones más conscientes. Reflexionar sobre nuestras experiencias pasadas nos da herramientas para construir relaciones más saludables y alineadas con nuestro bienestar emocional.
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Aprender a practicar la asertividad
La asertividad es clave para establecer límites y expresar nuestras necesidades sin temor ni culpa. En una relación disfuncional, es común ceder por miedo al conflicto o a perder al otro, pero esto solo prolonga el malestar. También es muy común comunicarse desde la agresividad cuando en el fondo lo que tememos es a ser vulnerables. Aprender a comunicar lo que sentimos de manera clara y respetuosa nos ayuda a recuperar el control sobre nuestras decisiones.
Decir “no” sin sentirse culpable y defender el propio bienestar son pasos esenciales para salir de una relación dañina. La asertividad no solo fortalece la autoestima, sino que también permite construir vínculos más equilibrados y basados en el respeto mutuo.
Apreciar la soledad
El miedo a la soledad mantiene a muchas personas atrapadas en relaciones disfuncionales y dañinas. Sin embargo, estar en pareja no garantiza compañía ni conexión emocional. Sentirse solo dentro de una relación puede ser más doloroso que la soltería. Aprender a disfrutar de la propia compañía fortalece la autoestima y permite elegir desde el deseo, no desde la necesidad. La soledad bien gestionada es una oportunidad para el autoconocimiento y el crecimiento personal. Cuando nos sentimos completos por nosotros mismos, dejamos de conformarnos con relaciones que no nos aportan bienestar y abrimos espacio para vínculos más sanos y auténticos.
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Saber cómo quiero que me quieran
Cada persona experimenta y expresa el amor de una forma diferente. Para construir relaciones saludables, es esencial identificar cómo queremos ser queridos y qué tipo de afecto nos hace sentir valorados. A veces, nos conformamos con migajas emocionales porque no hemos reflexionado sobre nuestras necesidades afectivas. Entender qué buscamos (respeto, comunicación, apoyo emocional…), nos ayuda a reconocer si una relación nos beneficia o nos lastima. Cuando sabemos qué tipo de amor merecemos, dejamos de aceptar vínculos que no nos nutren y aprendemos a priorizarnos, tomando decisiones más conscientes sobre con quién queremos compartir nuestra vida.
Aprender a soltar
Dejar una relación disfuncional puede ser difícil, incluso cuando sabemos que nos está haciendo daño. El apego, la rutina y el miedo al cambio nos mantienen atados a vínculos que ya no nos hacen bien. Sin embargo, aferrarse a lo que no funciona solo prolonga el sufrimiento. Aprender a soltar implica aceptar la realidad y priorizar nuestro bienestar. Es un acto de valentía que nos permite cerrar ciclos y abrirnos a nuevas oportunidades.
Aunque duela, dejar ir a quien no nos valora o nos daña es un paso esencial para construir una vida más plena, saludable y centrada en nuestro bienestar. De igual manera aceptar cuando alguien no quiere continuar con nosotros y dearle ir es importante, aceptar cuando el otro ha dejado de querernos.
Navegar el duelo
El fin de una relación disfuncional no significa que el dolor desaparezca de inmediato. Toda ruptura conlleva un duelo, un proceso en el que hacemos frente a la tristeza, ira y confusión antes de sanar por completo. Es importante permitirse sentir sin reprimir las emociones y comprender que el dolor forma parte del crecimiento. Buscar apoyo en amigos, terapia o actividades que fomenten el bienestar puede ayudar en la transición. Con el tiempo, el sufrimiento se convierte en aprendizaje, y la ruptura deja de verse como una pérdida para transformarse en una oportunidad de autoconocimiento y construcción de una vida más plena.

Blanca Ruiz Múzquiz
Blanca Ruiz Múzquiz
Psicoterapeuta de Familia y Pareja
En conclusión, dejar una relación disfuncional no es fácil o aceptar que nos quieren dejar y respetar su decisión, pero es un acto de amor propio. Para lograrlo, es fundamental tomar consciencia de nuestras necesidades, aprender a establecer límites realistas y valorar la soledad como una oportunidad de crecimiento. Saber cómo queremos ser queridos nos permite reconocer relaciones que realmente nos aportan bienestar, en lugar de conformarnos con vínculos dañinos. También es esencial desarrollar la valentía de soltar cuando la relación deja de ser saludable, comprendiendo que aferrarse al miedo solo prolonga el sufrimiento.
El duelo tras una ruptura es un proceso inevitable, pero afrontarlo con paciencia y autocompasión nos ayuda a sanar y a fortalecernos. A medida que avanzamos, aprendemos que una relación no debería ser una fuente constante de dolor, sino un espacio de crecimiento mutuo y bienestar. Priorizar nuestra felicidad nos abre la puerta a nuevas oportunidades y relaciones más sanas, centradas en el respeto y el amor genuino.


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