A principios del siglo XX muchos antropólogos que estudiaban culturas no occidentales no podían evitar hacerlo con un profundo sesgo etnocentrista ni evitar verlas como menos avanzadas y más salvajes simplemente porque no eran como las culturas de base europea.
Para colmo, los hallazgos de Darwin fueron interpretados y aplicados a las sociedades de forma bastante racista por Galton y sus seguidores, creyendo que el desarrollo de las culturas se hacía siguiendo un patrón similar al biológico, y que todos los grupos humanos seguían una serie de pasos para poder llegar de la barbarie a la civilización.
Sin embargo esto cambió con la aparición de Franz Boas y el particularismo histórico, escuela antropológica que toma especial consideración a la historia de cada cultura y entiende que no son comparables. Veamos un poco más a fondo qué es lo que sostenía esta corriente de pensamiento.
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¿Qué es el particularismo histórico?
El particularismo histórico es una corriente de la antropología que critica principalmente las teorías evolucionistas lineales extendidas a lo largo del siglo XIX. Estas teorías se fundamentaban en el evolucionismo aplicado al ámbito antropológico, en concreto el darwinismo social, que se basaba en la evolución por adaptación y supervivencia-mejora; y el marxismo, que defendía la evolución social explicada por la lucha de clases.
El particularismo histórico sostiene que es necesario hacer un análisis de las características de cada grupo social desde el propio grupo, no con visiones externas que inducen a todo tipo de sesgos investigativos. Además, hace énfasis en la reconstrucción histórica cultural de tal grupo para poder entenderlo mejor y comprender cómo y por qué ha llegado a la complejidad cultural que expresa.
Se considera que esta corriente fue fundada por Franz Boas, un antropólogo norteamericano de origen judío alemán que rechazaba varias de las idea sprocedentes de las tesis evolucionistas sobre la cultura. Defendía que cada sociedad era una representación colectiva de su pasado histórico y que cada grupo humano y cultura eran producto de unos procesos históricos únicos, no replicables ni comparables a los que se hubieran sucedido en otros grupos.
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Orígenes
A principios del siglo XX varios antropólogos empezaron a revisar los esquemas y doctrinas evolucionistas defendidas tanto por los darwinistas sociales como por los comunistas marxistas. Ambas corrientes de pensamiento habían tratado de explicar cómo se producen las culturas, pero lo habían hecho de una forma demasiado lineal, ignorando que la diversidad humana es demasiado extensa como para esperar que dos grupos humanos lleguen a experimentar lo mismo y comportarse de forma idéntica.
Franz Boas rechazó el evolucionismo unilineal, es decir, la idea de que todas las sociedades tienen que seguir el mismo camino por necesidad y que alcanza un grado de desarrollo concreto del mismo modo que han podido hacerlo las demás. El particularismo histórico era contrario a esta idea, mostrando que las diferentes sociedades pueden alcanzar el mismo grado de desarrollo por vías diferentes.
Según Boas, los intentos que se habían llevado a cabo durante el siglo XIX para descubrir leyes de evolución cultural y esquematizar las etapas del progreso cultural se basaron en una evidencia empírica más bien escasa.
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Ideas y logros principales de esta corriente
El particularismo histórico de Boas sostenía que aspectos como la difusión, los entornos similares, el comercio y las vivencias de los mismos eventos históricos pueden crear rasgos culturales semejantes, pero no por ello tiene que darse el mismo resultado en términos de complejidad. Según Boas serían tres los rasgos que pueden emplearse para explicar las tradiciones culturales: condiciones medioambientales, factores psicológicos y conexiones históricas, siendo este último rasgo el más importante y el que da nombre a esta escuela de pensamiento.
Otra de las ideas defendidas por el particularismo histórico, siendo una de las principales, es la del relativismo cultural. Se está en contra de la idea de que existen formas superiores o inferiores de cultura, y que términos como “barbarie” y “civilización” demuestran el etnocentrismo, incluso de aquellos antropólogos que aseguraban ser objetivos. Las personas no podemos evitar pensar que nuestra cultura es la más normal, sofisticada y superior, mientras que las demás expresiones culturales son vistas como deficientes, primitivas e inferiores cuanto más diferentes son a nuestro grupo humano de referencia.
Boas muestra una visión relativista en su obra “Mind of Primitive Man” (1909) en la cual dice explícitamente que no existen formas superiores o inferiores de cultura, puesto que cada cultura tiene un valor por sí misma y no es posible ejercer una mínima comparación entre ellas. Boas afirma que no debemos comparar diferentes culturas desde un punto de vista etnográfico, puesto que de esta forma se está calificando otras culturas en base a nuestra propia cultura y opinaba que esta era la metodología usada por muchos evolucionistas sociales.
Para contrarrestar las teorías etnocéntricas de muchos evolucionistas sociales, Boas y sus seguidores recalcaron la importancia de llevar a cabo trabajos de campo cuando se quisiera conocer sobre las culturas no occidentales, conociendo de primera mano a estos pueblos. Gracias a esta visión empezaron a surgir muchos informes y monografías etnográficos a principios del siglo XX, producidos por los seguidores de esta escuela y que vinieron a demostrar que los evolucionistas sociales habían ignorado muchas de las complejidades de los pueblos que ellos mismos habían tildado de “primitivos”.
Otro de los logros más importantes de Boas y su escuela fue demostrar que la raza, la lengua y la cultura son aspectos independientes. Se observó que habían pueblos de una misma raza que presentaban culturas y lenguas similares, pero también los había que no hablaban el mismo idioma ni tenían los mismos rasgos culturales, solo compartiendo aspectos raciales. Esto debilitaba la noción darwinista social de que la evolución biológica y la cultural iban de la mano y formaban un proceso simple.
Franz Boas tenía intereses en la geografía, concretamente en la relación entre lo geográfico y lo psicofísico, motivo por el cual decidió viajar y realizar su trabajo de campo con esquimales de la isla de Baffin, en el Ártico canadiense. Estando ahí adquirió la convicción contraria al determinismo ecológico, tan compartido por los geógrafos alemanes. Opinaba que la historia, la lengua y la civilización eran independientes al entorno natural, y que son muy parcialmente influidas por él. Es decir, la relación entre las sociedades y su entorno no es directa, y está mediatizada por su historia, lengua y cultura.
Críticas al particularismo histórico
El particularismo histórico de Boas ha ejercido una importante influencia en otros antropólogos y grandes pensadores del siglo XX. Entre ellos podemos encontrar a Edward Sapir, Dell Hymes y William Labov, quienes fundarían la sociolingüística y la etnolingüística a partir de los trabajos de campo de Boas y sus visiones sobre la relación entre lengua y territorio, mostrando sus propios puntos de vista. También ejerció influencia en otros grandes referentes de la antropología, como Ruth Benedict, Margaret Mead y Ralph Linton. Pero pese a todo esto no se salvó de algunas críticas.
Entre los más críticos con el particularismo histórico tenemos a Marvin Harris, antropólogo norteamericano que tuvo gran influencia en el materialismo cultural. Harris consideraba que esta corriente y, en especial, el método que usaba el propio Boas, se centraba demasiado en el punto de vista del nativo, esto es su estructura inconsciente que el propio habitante no sabría describir en términos empíricos u objetivos (Emic) y no le daba la debida importancia al punto de vista científico y evitaba las comparaciones en sus investigaciones (Etic).
Es decir, para Harris el particularismo histórico había adquirido un punto de vista demasiado subjetivo, etnocéntrico pero con la propia cultura objeto de estudio. Así pues, consideraba que esto tenía como resultado que las obras de Boas mostraran una profunda ausencia de análisis. También acusó a Boas de estar obsesionado con el trabajo de campo, puesto que como hemos comentado él opinaba que era la base de todo trabajo etnográfico, hasta tal punto en el que era la única herramienta usada para recopilar datos.
Marvin Harris también opinaba que Boas hizo un uso excesivo del método inductivo, obteniendo conclusiones generales de las culturas a partir de premisas particulares. El mismo Harris opinaba que en ciencia era fundamental e imprescindible el uso del método deductivo y que así se evitaría el análisis de premisas o factores individuales, que en muchas ocasiones no tenían tanta importancia como para ser incluidos en el trabajo antropológico una vez hubiera finalizado la exploración.
Referencias bibliográficas:
- Kuper, Adam (1988), The Invention of Primitive Society: Transformations of an Illusion, ISBN 0-415-00903-0
- Lesser, Alexander (1981), "Franz Boas" in Sydel Silverman, ed. Totems and Teachers: Perspectives on the History of Anthropology, ISBN 0-231-05087-9
- Stocking, George W., Jr. (1968), "Race, Culture, and Evolution: Essays in the History of Anthropology", ISBN 0-226-77494-5