Que una pareja revise tu smartphone a escondidas puede sentirse como un golpe a la confianza: "¿Acaso crees que podría estar engañándote?". Lo más probable es que, en verdad, la otra persona no cuente con los argumentos necesarios para asegurar que su pareja podría estar violando alguno de los acuerdos establecidos previamente en la relación, por ejemplo, la monogamia.
De hecho, existe la posibilidad de que el celoso/a se sienta igual o incluso peor que la persona celada: sostener a lo largo del tiempo comportamientos que intenten buscar pruebas irrefutables de un engaño es una tarea agotadora y que conduce a grandes cuotas de sufrimiento. Entonces, con buena razón, podríamos preguntarnos por qué hay gente que espía el smartphone de sus parejas, incluso cuando a raíz de éste comportamiento acaban sintiéndose peor. En este artículo, intentaremos responder a este interrogante.
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¿Qué son los celos?
Los celos han estado presentes desde el principio de los tiempos; desde que los seres humanos comenzamos a relacionarnos con otros por la necesidad de sobrevivir. Aquella emoción tan primigenia y universal, cuya finalidad era informar a los seres humanos que debían asegurarse de tener un con-quién (con quién reproducirse, con quién cazar, con quién refugiarse…), perduró con el pasar del tiempo en todas las sociedades. Podríamos, si quisiéramos, hacer un recorrido desde Ptono en la mitología griega —la personificación de los celos y la envidia, quien tuvo muchas esposas pero acabó deshaciéndose de todas al sospechar de su adulterio— hasta Otelo, el general moro en la obra de Shakespeare, quien buscaba una y otra vez pruebas del engaño de Desdémona, su esposa (sin éxito, claro está).
Por lo tanto, los celos son una emoción que nos ha acompañado desde el principio de los tiempos; se asientan en un sustrato histórico y biológico con el que cargamos; y, por ende, suponen una experiencia normal y compartida por todo el mundo. Algunos autores sostienen que los celos surgen a partir del afán de tener la certeza de que otra persona —en general, una pareja, pero también puede ser un hijo, amigo o figura parental— sienta y manifieste amor de forma exclusiva hacia uno. Otros, hacen una distinción entre celos normales y celos patológicos, pero a fines de este artículo dejaremos esta categorización a un lado.
Quizás puede ser más útil enunciar un punto en común entre varias de las conceptualizaciones acerca de los celos: muchos autores coinciden que una persona se da cuenta de que está experimentando celos porque percibe ciertas sensaciones fisiológicas en su propio cuerpo, como dolores de cabeza, respiración agitada y manos sudorosas; también porque nota ciertos pensamientos y creencias que persiguen, en última instancia, la búsqueda del control. Sobre esto último profundizaremos para comprender por qué hay gente que espía el smartphone de sus parejas.
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El control: un componente central de los celos
El control es el componente nuclear de los celos. Podemos identificar a una persona celosa no tanto por sus experiencias internas, es decir, sus impulsos, pensamientos y emociones —a fin de cuentas, no podemos "ingresar" dentro de su mente para ver qué siente—, sino más bien por lo que hace en el plano concreto, o sea, por cómo se comporta. Y los comportamientos que identifican a un celoso/a están ligados a la persecución del control: envía mensajes a su pareja para saber dónde está (incluso cuando ésta ya le ha dicho que daría un paseo con una amiga), expresa a las demás personas que podría estar siendo engañado (fundamentándose en el establecimiento de relaciones hipotéticas y no en hechos verídicos), y también, entre estas manifestaciones, revisa el smartphone de la pareja con el fin de encontrar una prueba irrefutable de su infidelidad.
Las personas celosas suelen ser encasilladas como inseguras de sí mismas o con baja autoestima, y si bien ambas variables podrían estar relacionadas a los celos, lo cierto es que no podemos asegurar que exista una relación causa-efecto entre los celos y estas características. Sin embargo, cuando pensamos en la relación entre los celos y el control, podemos adoptar una perspectiva distinta, quizás, un poco más pragmática, más del lado del para qué que de los porqués: ¿Para qué el celoso intenta controlar a su pareja mediante, por ejemplo, el hecho de revisar su teléfono móvil?
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¿Control del otro o control de uno mismo?
Distinguir con qué fin el celoso espía el smartphone de su pareja puede servir para dilucidar el porqué de su comportamiento, es decir, qué le subyace detrás. No obstante, es complejo brindar una respuesta unívoca y congruente a esta pregunta, ya que múltiples factores convergen en los motivos que conducen a una persona a comportarse de forma controladora.
Analicémoslo a partir de la siguiente premisa: gran parte de las personas que experimentan celos, en verdad, no desean comportarse de forma controladora. A raíz de conversaciones con sus parejas, las personas que tienden a actuar de forma detectivesca, revisando el teléfono de las parejas o llamándolas en horarios en los que no están disponibles, conocen con exactitud cómo se siente la otra persona luego de sus comportamientos. Es probable que la pareja se sienta hostigada, molesta u ofendida. El celoso lo sabe.
Las personas celosas, no obstante, creen que simplemente ellas son así y no pueden hacer nada al respecto para cambiarlo, pero, en el fondo, les gustaría poder comportarse de forma más saludable para con sus parejas. También, por qué no, para consigo mismas: como señalamos anteriormente, la búsqueda constante de pruebas de infidelidad puede ser muy cansadora. En definitiva, el celoso no quiere sentirse así ni comportarse de esa manera. Entonces, ¿para qué lo sigue haciendo?
El para qué una persona espía el smartphone de su pareja puede que no esté ligado tanto al ejercicio del control sobre la pareja (al menos, no en un primer momento), sino más bien una forma regulación poco eficiente de una emoción muy desagradable. Las personas que tienden a experimentar celos intensos, de forma recurrente y sostenida en el tiempo, adoptan estrategias como la revisión de los teléfonos móviles de las parejas o el mensajeo permanente con el objetivo de asegurarse de que no están siendo engañadas. En el momento en el que confirman que no lo están experimentan un intenso alivio, tanto a nivel mental como fisiológico. Por lo tanto, podríamos sostener que, en última instancia, esta manera de espiar tiene como objetivo "aliviar" esos celos desregulados. En otras palabras, la conducta persigue el fin de controlarse a uno mismo y, en consecuencia, controlar a la otra persona.
Sin embargo, como podremos notar, en este objetivo la persona se lleva muchas "cosas por delante". En primer lugar, acaba relegando en un segundo plano cómo se siente la pareja después de sus comportamientos. El celoso puede reconocer que sus conductas ocasionan un daño, pero su emoción es tan intensa que acaba llevándolas a cabo de todas formas. Y, en segundo lugar, se trata de una estrategia con muchas consecuencias negativas pero que, además, es sumamente ineficaz. En el corto plazo puede suceder que se sienta mejor luego de revisarle el smartphone a la pareja y no encontrar nada sospechoso. No obstante, en el largo plazo, siempre habrá una nueva situación ante la cual dudar —una notificación en la pantalla proveniente de un usuario desconocido, una llamada imprevista…— y ante la cual volverá a comportarse de la misma manera.
Consultar con un profesional para trabajar los celos
Es un efecto de bola de nieve al que la persona debe poner un alto. En líneas generales, la aceptación de los celos y la reorientación hacia otras acciones más útiles en el largo plazo es una buena estrategia para modificar la conducta.
Tomas Santa Cecilia
Tomas Santa Cecilia
Psicologo Consultor: Master en Psicología Cognitivo Conductual
Sin embargo, la mejor forma y más responsable de trabajar el manejo de las acciones que uno mismo lleva a cabo cada vez que experimenta celos es en la consulta con un psicoterapeuta.