¿Qué es el carácter? ¿Qué tipos de carácter existen y cómo se clasifican?
El mismo Le Senne define caracterología como “el conocimiento metódico de los hombres, en tanto que cada uno se distingue de los demás por su originalidad”. Este concepto nos servirá para comprender la conducta de los grupos en particular y de los diversos individuos.
En palabras sencillas, la caracterología es la disciplina que estudia el carácter y su clasificación. Por tanto, resulta evidente que el estudio del carácter es de vital interés para el estudio de la génesis y dinámica de los más comunes fenómenos criminales en la medida que el carácter es un factor criminógeno.
¿En qué consiste el carácter?
En Psicología, como ciencia, se crean muchos conceptos que sirven para resumir en términos descriptivos conjuntos de patrones de comportamientos. Estos conceptos, que se llaman constructos psicológicos, pueden ser más o menos concretos, yendo desde la descripción de acciones específicas, como la autolesión, a lo más abstracto, como la tendencia al neuroticismo. El carácter forma parte de este segundo grupo.
Así, el carácter es un concepto que intenta explicar grupos de comportamientos muy diversos y que se expresan en una gran variedad de situaciones. Por ello, su estudio aporta patrones generales de conducta, aunque para conocer a los detalles hay que afinar más e ir a lo "micro", algo que a su vez es algo más fácil de estudiar si se parte de esos conceptos"macro" para saber por dónde empezar y qué tipo de hipótesis poner a prueba.
Caracterología y su importancia en el estudio criminológico
Para la caracterología aplicada al estudio del criminal (la denominada caracterología criminal) la predisposición individual a la comisión de un acto delictivo viene representada por la hipertrofia de los mecanismos caracterológicos, de una atrofia consecutiva de los otros mecanismos, los cuales pierden entonces su facultad de neutralización.
Benigno Di Tulio, eminente estudioso de la criminología señaló que existen disposiciones y aptitudes propias de cada criminal que hacen que se sienta atraído hacia una forma determinada de delito, mismas que en ciertos casos hacen repudiar al delincuente de otras manifestaciones delictivas. Por ejemplo, las personas con rasgos fetichistas (quienes comúnmente tienden a ser de carácter sanguíneo) que entra a las casas exclusivamente a robar prendas femeninas, pero no otros bienes.
Carácter y predisposición a la conducta delictiva
Por otro lado, ya Presten señalaba adecuadamente dos puntos:
1. Ciertos mecanismos caracterológicos predisponen a un sujeto al delito, por lo que el carácter puede ser un factor criminógeno endógeno.
2. El “poder” criminógeno de un mecanismo parecería estar ligado directamente a su hipertrofia la cual puede ser global o selectiva (en relación a los tres factores constitutivos de este)
Caracterología criminal: clasificación de caracteres
La tipología caracterológica estudiada por Le Senne plantea la siguiente clasificación con un total de ocho perfiles de carácter.
1. Carácter nervioso (emotivo, inactivo, primario)
Emotivo ante todo, siente vivamente todos y cada uno de los estímulos del mundo exterior, el menor roce es bastante para excitar su sensibilidad hiperestesiada. Al ser inactivo, posee un alto potencial energético, que al no descargarse por la actividad persistente queda disponible a las pulsiones, instintos y tendencias antisociales. Cuando llega a su punto máximo reacciona instantáneamente sin medir las consecuencias de sus actos. El más criminógeno de entre todos los caracteres.
2. Carácter apasionado (emotivo, activo, secundario)
Se trata de un sujeto por excelencia relacionado con los llamados crímenes “pasionales”, pese a que tiene una débil incidencia criminógena. El elemento peligroso del carácter apasionado proviene de que sus emociones afectadas por su secundariedad se prolongan con el paso del tiempo que suelen organizarse en ocasiones sobre una base de odio y/o celos que, ligadas a la actividad que posee, facilita sus actos y que podrían fácilmente transformarse en acciones con intenciones homicidas. La hipertrofia adquirida es la consecuencia de una derivación de la energía psíquica que utiliza la vía de salida que favorece mejor la perpetración del homicidio, provocado por odio, celos o venganza. Los estados paranoides se dan con bastante frecuencia y orientan fácilmente al mecanismo apasionado hacia una conducta antisocial agresiva.
3. Carácter colérico (emotivo, activo, primario)
Fácilmente observable en este tipo que la emotividad se transforma en reacción. El mecanismo colérico condiciona fácilmente la iniciativa, la combatividad, la agresividad: estos rasgos del comportamiento corren fácilmente el riesgo de ser dirigidos contra las personas convirtiéndose en actos antisociales. La necesidad de acción da lugar a ciertas tendencias tales como la codicia o la sexualidad e inclusive expresividad. Este mecanismo colérico favorece más a las lesiones y a la estafa que al robo.
4. Carácter sentimental (emotivo, inactivo, secundario)
Heymans, Wiersma y Resten señalan que este carácter no predispone a la delincuencia. El sentimental es frenado en la expresividad de sus emociones por su secundariedad, que traza delante de él unas perspectivas alejadas de su conducta y también por su inactividad que muy raras veces le encauza por el camino de la delincuencia. Sin embargo, su secundariedad puede organizar emociones sobre un tema pasional, cuya base puede ser el odio, rencor, envidia, etc. De ahí que las reacciones violentas, agresivas e insólitas, la mayor parte de las veces sean dirigidas en contra de las personas. Como el clásico ejemplo de algún sujeto que de la noche a la mañana decidió asesinar a toda su familia o causar un tiroteo en una escuela, y que posteriormente se suicida. Este hecho solo puede explicarse por un eclipse momentáneo del mecanismo sentimental que cede ante un mecanismo nervioso.
5. Carácter sanguíneo (no emotivo, activo, primario)
El sanguíneo tiende a dar rápida y completa satisfacción a los reclamos de su cuerpo: comiendo y bebiendo con avidez por ejemplo, también procurando saciar su apetito sexual. Interviene relativamente poco en los delitos contra la propiedad (como el robo por ejemplo), en cambio tiene cierta incidencia en delitos sexuales y de violencia contra las personas.
6. Carácter flemático (no emotivo, activo, secundario)
Individuos generalmente fríos, tranquilos, puntuales, ordenados, veraces y reflexivos. De escasa participación en los delitos. Sin embargo sus rasgos intelectuales y meticulosos pueden hacer que cuando el flemático opte por encauzarse al delito, realice conductas antisociales largamente meditadas, cuidadosamente preparas y realizadas, a diferencia de por ejemplo el nervioso o el colérico quienes pueden delinquir por arrebatos de impulsividad. Comúnmente se les relaciona con delitos intelectuales sumamente intrincados como asaltos a bancos, delitos de cuello blanco, etc.
7. Carácter amorfo (no emotivo, inactivo, primario)
Su rasgo dominante es una pereza sumamente radical. Vive en el presente inmediato y no suele ser reflexivo en cuanto las consecuencias de sus actos, solo atiende a sus necesidades para darles satisfacción siempre con el mínimo esfuerzo. El amorfo se deja influenciar fácilmente al delito por influencia de otros ya que no tiene aptitudes para resistirse a sugestiones de un grupo. El caso de aquellos que solo son colaboradores secundarios en un delito (por ejemplo en un secuestro: el que retiene a la víctima en la casa y le da de comer).
8. Carácter apático (no emotivo, inactivo, secundario)
Caracterológicamente mal dotados y difícilmente adaptable al medio. En ocasiones tienen debilidad mental de algún tipo con fallas en la esfera moral y volitiva. Con deficiencias notorias en la educación. Especialmente partícipe de delitos sexuales contra menores, dado a sus múltiples dificultades para establecer relaciones con otros individuos.
Carácter y prevención de la conducta agresiva y criminal
Finalmente queremos indicar que la prevención del delito debe comenzar con la clínica: por el descubrimiento temprano de las tendencias agresivas o antisociales de los jóvenes y las necesidades caracteriales de cada individuo. El diagnóstico temprano sobre estas necesidades permitirá establecer relaciones pertinentes y proactivas sobre reeducación e intervención biopsicosociológica.
Referencias bibliográficas:
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- Hermangómez, L. & Fernández, C. (2012). Psicología de la Personalidad y Diferencial. Manual CEDE de Preparación PIR, 07. CEDE: Madrid.
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