Nunca antes conectar había sido tan fácil… O, al menos, aparentemente. Tenemos mensajes instantáneos, notas de voz que crean la sensación de proximidad, videollamadas que reducen la separación física y distintas redes sociales para interactuar con nuevas personas.
Sí, parece que estamos en una era de hiperconexión. Sin embargo, como una paradoja de la existencia, hay especialistas que sostienen que el mundo enfrenta una “epidemia de soledad”.
Empieza hoy tu viaje de bienestar
Accede a una amplia red de psicólogos calificados. Empatía y experiencia a tu servicio.


Entonces, ¿cómo puede ser que, con una sociedad llena de posibilidades de contacto, esté tan presente la sensación de soledad? Y, además, ¿por qué le tenemos tanto miedo? En las siguientes líneas responderemos estas inquietudes y daremos recomendaciones para hacerle frente al sentimiento de soledad.
¿Por qué decimos que hay una epidemia de soledad?
Sheila Liming, profesora universitaria en Estados Unidos, opinó, durante una entrevista para BBC Mundo, que existe una “epidemia de soledad” porque no tenemos tiempo para quedar con gente y no hacer nada, al tiempo que lo relaciona con la influencia de las redes sociales y sus conexiones superficiales.
Esta declaración tiene relación con que en 2023 la Organización Mundial de la Salud declaró la soledad como un problema de salud pública mundial, equiparando sus efectos sobre la salud física y mental con hábitos tan perjudiciales como fumar quince cigarrillos al día.
Un detalle importante es poder diferenciar entre la soledad objetiva (estar solo, sin compañía física o contacto social) y la soledad subjetiva (el sentimiento de vacío o desconexión, algo que no tiene relación con cuántas personas tenga alguien alrededor). Es posible sentirse profundamente solo y tener muchos vínculos, o tener redes sociales con miles de “amigos”.
El miedo a la soledad: orígenes y nuevas perspectivas
Al hablar del miedo a la soledad es necesario decir que no se trata simplemente de una consecuencia. Por naturaleza, los seres humanos son sociales. Es decir, biológicamente están programados para formar vínculos.
Por ejemplo, la teoría del apego, desarrollada por el psicólogo John Bowlby, explica que desde la infancia buscamos cercanía con figuras significativas como una estrategia de supervivencia.
En tiempos pretéritos, el aislamiento del grupo suponía un riesgo real, y aunque el ser humano haya evolucionado, el cerebro aún percibe la desconexión como una amenaza física. De hecho, investigaciones en neurociencia social, como las del psicólogo John Cacioppo, han mostrado cómo la soledad activa áreas cerebrales asociadas al dolor físico.
El miedo a la soledad puede tener múltiples formas de manifestarse, y van entre sutiles o intensas. Por ejemplo, hay quienes evitan cualquier situación que implique estar a solas, llegando a sentir angustia o ansiedad si no tienen compañía.
Ese temor, en la mayoría de los casos, no constituye una fobia, pero sí puede tener relación con otras afecciones psicológicas, como el duelo prolongado, el trastorno de personalidad dependiente o la agorafobia.
Creencias negativas sobre la soledad
Considerar la soledad como un fracaso social o como la incapacidad de relacionarse no es más que un constructo social. La capacidad de elegir con quien conectar y elegir los contextos de conexión, puede significar bienestar.
Y, sí, hay que aceptar que vivimos en una cultura que bombardea de mensajes como “tú siempre puedes sola” o “no necesitas de nadie”. Sin embargo, no se trata de reprimir el deseo de vincularse, sino de disfrutar de la autonomía y la compañía de sí mismo, mientras se fomentan relaciones auténticas y significativas.
También es importante hablar del individualismo, algo muy actual, ya que la sociedad premia, cada vez más, la autosuficiencia y la competitividad, pero hay que tener en cuenta que, aunque no es del todo un rasgo negativo, puede llevar al aislamiento no deseado, ya que la presión por destacar, competir y lograr el éxito individual puede invalidar la colaboración y el apoyo entre personas.
Estrategias para afrontar la soledad y el miedo a estar solo
En este contexto social, afrontar el miedo a la soledad requiere de un enfoque doble: por un lado, trabajar en la relación con sí mismo; y por otro, fomentar conexiones genuinas con los demás y hacer comunidad. Aquí compartimos contigo varias estrategias con ambos enfoques que puedes poner en práctica:
1. Redefinir la soledad y cultivar la autonomía
Cuestionar las propias creencias negativas asociadas a la soledad puede ser un primer paso. Como por ejemplo reflexionar sobre que estar a solas no determina el valor de una persona ni su capacidad de relacionarse.
Al contrario, puede ser una oportunidad para la autoexploración y el descanso emocional. Aprender a estar en paz con uno mismo requiere de cariño y respeto propio, algo que suena sencillo pero que suele ser complejo en la práctica.
2. Practicar la empatía y la gratitud
La empatía debe estar presente en relaciones sanas y profundas. Ponerse en el lugar del otro y validar sus emociones fortalece los vínculos y ayuda a salir del aislamiento propio. Del mismo modo, practicar la gratitud —reconociendo y valorando las pequeñas cosas y conexiones cotidianas—, contribuye a una visión más positiva de la vida y reduce la autopercepción de soledad.
3. Construir relaciones significativas
No se trata de tener muchas amistades, sino de cultivar vínculos de calidad. Invertir tiempo y energía en las relaciones con amistades y familiares, tener la posibilidad de hablar abiertamente sobre las emociones y necesidades propias, y obtener apoyo recíproco en estos vínculos, son herramientas que mitigan el impacto de la soledad subjetiva.
4. Participar en actividades grupales
El sentido de pertenencia se fortalece al participar en proyectos o grupos donde se puede contribuir y sentirse parte de algo. Hacer voluntariado, participar en actividades culturales, deportivas o de aprendizaje colectivo son algunos ejemplos de espacios propicios para tejer redes y ser parte de un propósito colectivo.
5. Gestionar el uso de la tecnología y las redes sociales
Aunque las redes sociales pueden ayudar a mantener el contacto de forma rápida, es importante usarlas con conciencia. El consumo excesivo o la exposición a interacciones negativas pueden aumentar la sensación de aislamiento. Buscar un equilibrio, priorizar el encuentro o la comunicación de calidad, es preferible a la hiperconexión superficial.
6. Reconocer cuándo pedir ayuda
El aislamiento prolongado, la tristeza persistente o la incapacidad para disfrutar de la compañía propia pueden requerir el acompañamiento de un profesional de la salud mental. La soledad, cuando se vuelve crónica, puede ser un síntoma de depresión u otros trastornos, y merece la misma atención y el mismo cuidado que cualquier otro padecimiento emocional.
Abrazar nuestro propio ser
Aprender a habitar y abrazar nuestro propio ser, sin renunciar a las conexiones auténticas con los demás es una forma de afrontar el miedo a la soledad en una sociedad cada día más individualista.
No se trata de negar la naturaleza social del ser humano, sino de equilibrar su autonomía con la posibilidad de vincularse y el derecho a elegir los vínculos con lo que implica vivir en comunidad. Cada pequeño paso hacia el encuentro, tanto personal como con los demás, es valioso en el camino de la búsqueda del bienestar emocional.


Newsletter PyM
La pasión por la psicología también en tu email
Únete y recibe artículos y contenidos exclusivos
Suscribiéndote aceptas la política de privacidad